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Quim Gutiérrez, Juan Diego Botto, Iñaki Ardanaz y Mikel Losada durante la grabación de 'Los Aitas'

La película Los aitas se estrena en los cines el viernes 21 de marzoBTEAM Pictures

Crítica de cine

'Los aitas': una comedia mejorable sobre la paternidad restaurada

La nueva película de Borja Cobeaga se deja ver y entretiene sin más, pero deja poco peso en el espectador

Borja Cobeaga ha sido guionista de numerosas comedias (Ocho apellidos vascos, Superlópez…), director de películas (Fe de etarras…), creador de series (Su majestad, No me gusta conducir…), director de capítulos de series (Justo antes de Cristo, Vamos Juan…), guionista de capítulos de series (El ministerio del tiempo…) cortometrajista… En fin, que ha tocado todos los palos del audiovisual supercomercial, especialmente en el género de comedia. Cobeaga dirige la comedia Los aitas, ambientada en los años ochenta, y que trata de un grupo de cuatro padres que tienen escasa implicación en la vida de sus hijas, que entre sí son compañeras de colegio.

Un fin de semana que las niñas se van a ir de viaje con su entrenadora de gimnasia rítmica, para asistir a un torneo en Alemania, sus madres las van a acompañar. Pero una improvisada borrachera deja a todas fuera de combate y son los padres los que se ven obligados a viajar con ellas. Al volante del autobús va un cura del colegio, el padre Arrupe, que les va a conducir a través de Francia hasta Berlín. Pero lo que no saben es que el Muro está a punto de caer.

El actor Quim Gutiérrez interpreta a un padre viudo que ha dejado la educación de su hija en manos de la abuela; Juan Diego Botto encarna a un pijo que se ha quedado en paro, después de haber sido el jefe de los otros padres; Iñaki Ardanaz es un padre cascarrabias y autoritario que tiene un videoclub; y Mikel Losada hace de padre en vías de divorcio. Ninguno ejerce una paternidad digna de tal nombre. El azaroso viaje les permitirá darse cuenta de que se están perdiendo una de las mejores cosas de la vida. La entrenadora será un interesante catalizador en esa toma de conciencia.

La película toca uno de los temas más repetidos en el cine de este siglo: la figura del padre ausente y la necesidad de restaurar el rol de la paternidad. Sin embargo, en comparación con otras películas que abordan la misma cuestión, el guion de Goenaga y Valentina Viso sabe a poco, y se limita a moverse entre estereotipos, en detrimento de una hondura dramática de personajes y conflictos. Representan un tipo de progenitores pasados de moda, que piensan que los hijos son cosa de las madres, y que ellos solo se deben al trabajo y a los amigos. El haber situado la historia hace cuarenta años, cuando se vivían otros roles de paternidad, le resta posibilidades de enganche con el espectador actual.

Unos gags funcionan mejor que otros, pero tampoco podemos hablar de una comedia memorable sino simplemente correcta. La subtrama del cura tiene un desenlace anticlerical, y la de los etarras está un poco metida con calzador. Las interpretaciones son correctas, aunque la de Iñaki Ardanaz está un tanto sobreactuada. En definitiva, una película que se deja ver, entretiene sin más, pero deja poco peso en el espectador.

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