
Escena de la película 'Ghostlight', que se estrena en los cines este viernes 28 de marzo
Crítica de cine
'Ghostlight', la película sobre el poder del teatro como sanación
Kelly O'Sullivan dirige su primera película con el objetivo de ayudar a liberar y expresar los sentimientos
El cine independiente americano –cine indie- es el que más frecuentemente nos da alegrías. En este caso se trata de una cinta escrita y dirigida por la actriz y guionista Kelly O´Sullivan, que se pone por primera vez tras la cámara, acompañada de su marido, el director Alex Thompson. Ambos llevan a la gran pantalla un guion de O´Sullivan que pone el foco en la experiencia teatral como terapia, catarsis o sencillamente como ayuda para canalizar y expresar sentimientos atascados.
Dan (Keith Kupferer) y Sharon (Tara Mallen) son un matrimonio maduro que viven con su hija adolescente Daisy (Katherine Mallen Kupferer). Hace un año han vivido un trauma familiar brutal con un hijo suyo y tratan de fingir una normalidad imposible. Dan es albañil, y aunque es pacífico y bonachón, pierde los papeles cada vez con más frecuencia; Sharon hace actividades extraescolares en un centro educativo, y Daisy la lía en su instituto continuamente y acaban expulsándola definitivamente. Cuando Dan ha tocado fondo descubre por casualidad una compañía teatral amateur formada por personas inadaptadas o «descartadas», que están montando el Romeo y Julieta de Shakespeare. Al principio le cogen para hacer el papel de Capuleto, pero acaba haciendo de Romeo. Es decir, pasa de encarnar el punto de vista de un padre al punto de vista de un hijo, y este cambio le obligará a mirar cara a cara el trauma que lleva un año tratando de ignorar.
El guion no busca plantear un drama para ofrecerle una salida peliculera, un happy end general difícil de digerir. Solo quiere solucionar una parte del problema, quedando muchas cosas en la carpeta de «asuntos pendientes». El arco de transformación que vive la familia es tan sencillo –y a la vez tan relevante- como eliminar el tabú que determina la vida familiar, aprender a comunicarse unos a otros los sentimientos, y como consecuencia, conseguir una convivencia doméstica menos formal y más auténtica. Este aire de «autenticidad» viene muy reforzado por el hecho de que los intérpretes que dan vida a Dan, Sharon y Daisy son padre, madre e hija en la vida real.
El origen de este proyecto está en el amor incondicional de Kelly O´Sullivan por el mundo del teatro independiente, mundo en el que ella debutó a los seis años en una adaptación de Mujercitas en Little Rock Arkansas. Pero la directora también quería hablar del sentimiento de pérdida y de la necesidad de una comunidad en la que poder vivir el duelo de forma sanadora. Padre, madre e hija se quieren, pero sus problemas de comunicación amenazan seriamente el futuro familiar. El teatro les ayudará –sobre todo a Dan- a superar sus limitaciones a la hora de compartir sus sentimientos, frustraciones, dolores y culpabilidades. Pero el teatro entendido no solo como palabra e interpretación, sino como comunidad, como compañía humana.Hay una trama, la de la familia de Christine (Lia Cubilete), que le puede parecer al espectador que queda un poco coja. Pero la razón es la que decíamos al principio: el filme no pretende resolver todas las cuestiones de un plumazo, sino poner a los personajes en condición de afrontarlos. Cómo lo hagan sería ya otra película.