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Ilustración: Cristóbal Colón, Educación, Bachillerato

Reivindicar la Historia: todo lo que van a perder los alumnos de Bachillerato

El profesor del CEU José Luis Orella, experto en Historia Contemporánea de España, avisa sobre los peligros de cercenar el conocimiento histórico: «España es una nación muy antigua, y el máximo de su gloria se alcanzó en la Edad Moderna»

El Gobierno de España ha reformado las leyes educativas para que los alumnos dejen de estudiar los hechos más relevantes de la historia de su nación. Según el nuevo decreto curricular de Bachillerato, los alumnos sólo estudiarán lo acontecido a partir de 1812, dejando fuera hechos trascendentes como el reinado de los Reyes Católicos, la Reconquista o el descubrimiento y la conquista de América.

«Incluso siendo contemporaneísta estoy en contra de suprimir los periodos anteriores a esta era», explica José Luis Orella, profesor de la Universidad CEU San Pablo y experto en Historia Contemporánea. Con él hemos hablado de las nuevas medidas recogidas en el real decreto de la ministra de Educación, Pilar Alegría.

Los contenidos recogidos en el decreto son generales, abstractos y repetitivos, especialmente en lo que concierne a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Lo mismo sucede con la perspectiva de género, presente en diversas asignaturas, como Dibujo Técnico o Artes Escénicas. Sin embargo, una de las mayores oleadas de crítica e indignación la ha despertado la ha despertado el contenido de Historia de España, algo que la propia Real Academia de Historia ha criticado en sus alegaciones.

«Hay un exceso de presentismo y de exclusiva atención a la más reciente etapa de la historia contemporánea en la determinación del programa de «saberes básicos». Este sesgo presentista produce planteamientos explicativos que privan a los estudiantes de la necesaria visión diacrónica que caracteriza la perspectiva histórica integrada. La priorización de la historia contemporánea sobre la historia de épocas anteriores no concede espacio y relevancia a los procesos históricos previos a la 'Contemporaneidad'. Sin esos sustratos es muy difícil entender la mayor parte de las líneas de evolución histórica 'contemporánea'», desarrolla la RAH en su texto.

«Cae el orgullo de ser españoles»

Tampoco tiene sentido la supresión de periodos históricos completos para Orella. «Si quieres entender la Historia Contemporánea, tienes que conocer las fases anteriores. Además, en el caso concreto de España se da otra particularidad: mientras en el resto de los países, como Alemania, Italia o Gran Bretaña sí que se pueden estudiar exclusivamente sus periodos contemporáneos –si bien sería un empobrecimiento–, porque coinciden con la máxima gloria de esos países, en España no es así», añade, especificando que por ejemplo en los casos alemán e italiano la unificación de sus territorios se produjo en ese periodo histórico. «España es una nación muy antigua, y el máximo de su gloria se alcanzó en la Edad Moderna».

«La exclusión de la Historia Moderna provoca, por tanto, que caiga nuestro sentido de pertenencia y el orgullo de ser españoles», explica el doctor en Historia y Derecho Político, que observa cómo en sus clases universitarias los alumnos sienten vergüenza de lucir la bandera de España, lo que achaca a un profundo desconocimiento de la Historia.

Sin embargo, para Orella el desprecio a la Historia no es algo nuevo: «Ya había empezado a desaparecer su estudio cuando se entregaron las competencias educativas a las autonomías. En el País Vasco se eliminaron las etapas históricas en las que no existía el nacionalismo vasco», destaca, a la vez que define lo que se da actualmente como el resultado inevitable de lo que se inició entonces.

El límite de la Ley de Memoria Histórica

«La enseñanza va en paralelo con la aplicación de la Ley de Memoria Histórica, y por ello llegamos a la desaparición de la historia como pedagogía, lo que desemboca en el adoctrinamiento», destaca el historiador como principal consecuencia negativa. Según Orella, si los temas más recientes de nuestra historia están influidos por esta ley, entonces «se imposibilita su enseñanza en libertad»: «Reducimos la asignatura a unos temas que están marcados por una ley que imposibilita su enseñanza de forma libre y que obliga al docente a una explicación puramente marcada por la ideología».

¿Cómo se controla la aplicación de esta ley? «Los libros de texto ya están marcados. Aunque existe libertad de cátedra, también hay inspecciones de educación, y el docente puede ser multado y castigado con la pérdida de empleo y sueldo. Incluso hay castigos que pueden obligar al docente a cumplir con obligaciones que amenazan su libertad de cátedra», añade el profesor, que conoce bien los tentáculos que extiende la Ley de Memoria Histórica.

La Real Academia de la Historia también le criticó al decreto que omita los « procesos antidemocráticos» que experimentó la II República y solo incluya los democráticos. Esta idealización de la etapa republicana ha generado polémica entre los docentes, y especialmente entre los historiadores: «Se busca sacar los temas de su contexto e idealizar ese capítulo de la historia (que es, por cierto, muy breve dentro de nuestra larga historia) con el objetivo de legitimar unas posiciones ideológicas políticas. De ese modo, también se ensombrecen y eliminan otros hechos históricos que pueden servir de raíz o nacimiento de otras posturas políticas, que quedarían así bajo sospecha de no ser 'movimientos democráticos'», sentencia José Luis Orella.

Grandes protagonistas, excluidos

Si uno atiende a los dieciocho siglos de Historia que quedan borrados del currículo, llaman la atención los grandes protagonistas de nuestro devenir nacional. «La principal protagonista es una mujer: Isabel la Católica. Una persona de gran referencia, la más importante en la Historia de España. El número dos es Felipe II, y también su padre, Carlos I de España y V de Alemania, que anticipó la actual Unión Europea. Es, de hecho, el único emperador que hemos tenido», continúa Orella.

Tampoco deja fuera el historiador a grandes figuras de la Edad Media, como Jaime El Conquistador, que fue rey de Aragón, de Valencia y de Mallorca; Alfonso El Batallador; Alfonso X El Sabio; Sancho III... «Los grandes monarcas de la Edad Media son el origen de nuestras regionalidades y del actual sistema autonómico. Sin ellos es imposible entender por qué existen esas particularidades, y perderíamos la relación transversal de unidad, lo que favorecería aún más los nacionalismos periféricos que intentan disgregar España a través de un populismo de corto plazo».

Ahonda Orella en la visión total de la Historia de España, especialmente para conocer su pluralidad, que ha existido desde su origen. «España no es una nación que se basa en la unidad de raza y lengua, como ocurre en otros países europeos. Nuestra historia es una enciclopedia, y la de un ucraniano o un letón son dos páginas». Pero para defender esto, hace falta formación: de lo contrario, «nos dejamos en evidencia a nosotros mismos», añade Orella, que pone como ejemplo también el hecho que existan hispanistas, algo que no existe en países como Francia o Italia.

El objetivo de la leyenda negra

Con el revisionismo histórico actual, borrar intencionadamente el episodio del Descubrimiento y la conquista de América tiene un ibjetivo ideológico, según Orella. «Con ello se nos enfrenta aún más. Si tuviéramos una alianza cultural, como ocurre en la Common Wealth, seríamos mucho más fuerte en el mapa geopolítico actual». Las consecuencias globales son desastrosas, según el historiador, tanto a nivel político como económico. «El cambio de currículo es, en suma, un desastre absoluto».

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