Javier Sierra: «En lid de egos, Napoleón gana a Putin por su control de Europa»
El guionista Salva Rubio y el dibujante Cesc Dalmases adaptan al cómic la exitosa novela La pirámide inmortal, que fantasea sobre la noche que Napoleón pasó a solas en el interior de Guiza
De «superproducción internacional» califican el guionista Salva Rubio y el dibujante Cesc Dalmases su adaptación al cómic de La pirámide inmortal, la exitosa novela de Javier Sierra que aborda el ansia de pervivencia de ciertos prohombres, ejemplificados aquí en un ambicioso Napoleón, incapaz de resignarse a algo tan humano como morir.
Esta versión gráfica, mezcla de historia, aventura, fantasía y sensualidad oriental, es la primera adaptación de un texto de Javier Sierra a otro soporte, un título que saldrá al mercado el próximo 6 de mayo coincidiendo con Comic Barcelona, la principal cita del sector.
La pirámide inmortal parte de un hecho histórico real: la noche del 12 de agosto de 1799 que Napoleón Bonaparte pasó en solitario en la pirámide de Guiza, sin que sus biógrafos supieran nunca por qué, «vacío» misterioso que permite a Javier Sierra fabular, pero sin abandonar la senda de la historia, con la posibilidad de que el joven general francés, gran estratega, pero supersticioso y asiduo a los videntes, buscara el secreto de la vida eterna durmiendo en un sarcófago.
El escritor turolense, uno de los autores más prolíficos del panorama español, repitió en 1997 la «gesta» de pernoctar en la pirámide cuando trabajaba como periodista, para empaparse de la vivencia napoleónica, una experiencia «estremecedora» de la que surgió el germen de La pirámide inmortal, que ahora se vierte cómic, un lenguaje que le apasiona desde niño.
«Con La pirámide inmortal hemos logrado cuadrar el círculo, la historia se respeta, el espíritu se respira y creo que esta novela gráfica es una auténtica obra de arte», afirma el escritor. Sierra ha estado muy cerca de la "maquinaria para asegurarse de que el proceso fuera fiel a una obra que, al contrario que otros muchos títulos de ficción sobre Napoleón, no se centra en la época imperial, sino en su juventud como militar, cuando el mito aún no se ha forjado, y sus inseguridades eran tan palpables como sus logros.
«Hay que ponerse en la cabeza de un hombre de finales del XVIII, que sale de la era de la superstición y entra en la de las luces. Napoleón empieza a ser consciente de que su destino será glorioso (tras sus triunfos en las campañas de Italia y Egipto), pero se siente solo y necesita consultar a astrólogos, nigromantes y magos para saber cuál será su futuro», explica el escritor sobre esta faceta menos conocida del pequeño militar corso.
«Sectas fanáticas e iluminados»
Un hilo argumental que hace que Napoleón, en cuya cabeza combaten ambas visiones del mundo –razón contra superchería–, se cruce con sectas fanáticas e iluminados que, como él, persiguen la inmortalidad, por motivos variopintos, con un interés casi enfermizo por garantizarse la posteridad.
«Los grandes personajes de la historia han alimentado su propio mito. Han recurrido a cronistas, escritores, pintores, escultores... que los han construido públicamente. Napoleón estuvo muy pendiente de su imagen, supervisaba cada cuadro que se hacía de él. Fue consciente, en una época muy anterior al imperio de la imagen y la propaganda, de que era fundamental dar buen perfil a la historia», asegura el escritor.
Con los cañones de guerra sonando de nuevo en Europa, resulta imposible no comparar ciertos rasgos megalómanos de Napoleón, a punto de convertirse en emperador, con los de otras figuras que parecen buscar con sus actos tener un epígrafe propio en los futuros libros de historia, aunque sea en el apartado «Malvados».
«Hay una conexión entre todos los grandes autócratas. Cuando uno habla de Napoleón reconoce en él rasgos que estamos viendo en las noticias en personajes como Vladímir Putin. Pero no debería extrañarnos, el poder se sustenta sobre los mismos mimbres desde de la noche de los tiempos», resume Sierra. Eso sí, «en una batalla de egos ganaría Napoleón, porque tuvo un control sobre Europa infinitamente superior al que puede aspirar Putin», contesta Sierra a la pregunta de un hipotético e imposible combate.
El escritor (Premio Planeta 2017 con El fuego invisible) ha salido muy satisfecho de esta primera toma de contacto con el cómic (aunque él mismo hiciera uno de adolescente que tituló Historia de esa cosa llamada ovni), por lo que no descarta nuevas «versiones» de alguna de sus obras, como La cena secreta, con Leonardo da Vinci de protagonista.
Salva Rubio (El fotógrafo de Mauthausen), que se ha ocupado del guion de La pirámide inmortal, admite que el trabajo «de comprimir, estructurar y no traicionar» la obra de Sierra y convertirla en una novela gráfica de 80 páginas ha sido «muy duro», pero que ha servido para establecer una «colaboración amistosa» donde ambos, escritor y guionista, han compartido sus respectivas habilidades narrativas.
«Una superproducción de Hollywood»
Frente al tono intimista, casi de «cine de autor», que caracteriza la mayor parte del cómic de novela gráfica que se edita en España, La pirámide inmortal sería «una superproducción, cine de Hollywood, con batallas, pirámides, grandes paisajes desérticos y grandes aventuras», apunta Rubio con la misma metáfora cinematográfica.
El dibujante Cesc Dalmases, que acababa de realizar el pase a viñetas del Victus, de Albert Sánchez Piñol, es consciente, por su parte, de «lo importante de no meter la pata» en las adaptaciones históricas, y encontrar la imagen adecuada para los personajes, especialmente cuando estos existieron. En este caso, explica, ha optado por darle a Napoleón «un aspecto de héroe, que es lo que demanda la historia», para un trabajo visual en el que el joven Roger Surroca ha sido el responsable del color.