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El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador

El presidente de México, Andrés Manuel López ObradorGTRES

López Obrador envía cartas de coacción 'woke' por «apropiación cultural indebida» a las grandes empresas de la moda

El gobierno del presidente de México dirige desde hace años misivas de presión a toda clase de personas, países y organismos. El último destinatario ha sido la marca china Shein, como antes Zara, Isabel Marant o Carolina Herrera por motivos indigenistas

Las cartas que el gobierno de México de López Obrador envía desde hace años a empresas de moda internacional (en realidad a toda clase de personas, países, lugares y organismos), donde acusa a las mismas de «apropiación cultural indebida», no distan mucho de ser cartas de extorsión por la impropiedad del remitente frente al remitido. La última misiva que ha trascendido es la de la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, a la marca china Shein, por comercializar una blusa con los mismos motivos a la confeccionada en 2017 por artesanas del Yucatán.

Dice Frausto que «nos oponemos enérgicamente a la apropiación indebida de piezas que son parte de la identidad y cultura del pueblo maya». México aprobó a principios de enero la Ley Federal de Protección del Patrimonio Cultural de los Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas para «proteger las manifestaciones culturales tradicionales».

Solo los afectados pueden demandar

Dicha norma, dictada para que «los pueblos y comunidades indígenas y afromexicanas definan el uso, disfrute y aprovechamiento de su patrimonio cultural y, en su caso, su utilización por terceros», dispone que solo los afectados pueden demandar, la razón por la que el gobierno mexicano se «limita» (más bien se «extralimita») a enviar disuasorias cartas «que invitan» a cesar en esas prácticas.

En el caso de la blusa yucateca, como si de una oferta que no pudiesen rechazar se tratase, la empresa japonesa la ha retirado de su catálogo, asegurando en un comunicado que «No es nuestra intención infringir la propiedad intelectual válida de nadie y no es nuestro modelo de negocio hacerlo». Cualquiera podría decir que es la carta de un matón y la respuesta de una empresa coaccionada (a pesar de la copia flagrante) que no quiere problemas en su negocio.

En su obsesión indigenista y revisionista, el presidente López Obrador se pasa, podría decirse que por el Arco de la Calzada (el de León, en Guanajuato), principios como el de libertad económica, oferta, demanda o competencia en una suerte de intento de imponer un nuevo «antiguo régimen» hecho de los retales de los artesanos en una injerencia y unas formas de injerencia atentatorias de un Estado contra el ámbito privado de la economía donde la cultura de la cancelación llega demasiado lejos, lo cual es una de sus mayores características.

Es como imaginar que el gobierno holandés se pusiera a enviar cartas por doquier debido a los millones de copias y reproducciones y utilizaciones de, por ejemplo, la imagen de Los Girasoles, de Van Gogh, en virtud de una ley de protección de Patrimonio, con una frase tan delirante como pudiera ser, a imagen y semejanza de la del gobierno mexicano: «Los artistas y comunidades de artistas holandeses neoimpresionistas deben poder definir el uso, disfrute y aprovechamiento de su patrimonio cultural y, en su caso, su utilización por terceros».

Propósitos revisionistas

No se sabe si el gobierno de López Obrador habrá gastado toda la tinta de México para reclamar a las miles de empresas chinas sin nombre que copian los motivos mexicanos y de todos los lugares del mundo para comercializar sus productos, o sólo lo hace puntualmente con las marcas mundiales más famosas como Shein, Zara, Louis Vuitton o Carolina Herrera como forma de «publicidad política» contraria a una coherencia que no casa bien con los propósitos revisionistas del presidente mexicano.

Las reclamaciones del ejecutivo azteca a las empresas de moda son las mismas reclamaciones por la devolución del patrimonio artístico, frente a las que, mayormente, se hacen oídos sordos debido a la gran cantidad de razones legales que hacen que se extravíe sin remedio lo que es casi una petición al sol (salvo por la aquiescencia políticamente correcta) como la de los sacrificios de los antiguos mayas.

Es la contradicción de los nuevos valores, el indigenismo que choca con el globalismo (libre circulación de capitales, multinacionales o la sociedad de consumo como pilares) y que sin embargo parecen caminar o se intenta hacer ver que caminan de la mano. La globalización es, grosso modo, que todo viaje por todas partes desde el punto de vista económico, político, social o cultural, eso sí, menos los huipiles mayas que diga López Obrador.

El autoritarismo de la corrección política que, de cualquier manera, condiciona el presente y el futuro de las empresas, más que el propio producto, ha hecho que Shein pida disculpas por la prenda en cuestión y la haya retirado de la venta, del mismo modo que la firma Isabel Marant, que también recibió la carta de marras, tuvo una reunión con el gobierno mexicano donde se propuso «una ruta de trabajo en favor de los derechos colectivos de las comunidades indígenas, respecto al tema de moda ética», dijo entonces en un comunicado la marca parisina.

Coacción 'woke'

Esta es una de las peticiones al sol del gobierno de López Obrador, que las grandes marcas trabajen de forma conjunta para diseñar nuevas formas de trabajo para que todas las partes puedan salir beneficiadas. Unas «formas de trabajo» que parecen una parte más de la mera coacción woke que bien comienza con la emisión de la carta.

Una carta que es un medio habitual de comunicación y presión del presidente mexicano, como la que envió al Parlamento Europeo en respuesta a la resolución que reclamaba protección para los periodistas mexicanos en el país más peligroso del mundo, fuera de las zonas de guerra, para estos profesionales.

López Obrador reaccionó en la misiva con insultos («borregos», llamó a los parlamentarios) recurriendo a las consignas y mentiras (55 periodistas asesinados en los seis de años de gobierno de AMLO) habituales, lo mismo que con respecto al patrimonio artístico o a la «apropiación cultural» en la moda: "México ha dejado de ser tierra de conquista (...) aquí no se reprime a nadie, se respeta la libertad de expresión y el trabajo de los periodistas…”.

López Obrador envía cartas a todas partes, como la enviada al Rey Felipe VI (y hasta al Papa) instándole a que España pidiera disculpas por la conquista, y cada día da una rueda de prensa, llamada La Mañanera, con una duración de dos a tres horas, al más puro estilo chavista y castrista, en la que perora sobre lo divino y lo humano, como cargar contra España y sus empresas por los motivos de siempre, sus grandes éxitos de delirio indigenista.

Un delirio que también forma parte de la hoja de ruta gubernamental del nieto de un cántabro, cuyos momentos más airados y noticiosos siempre responden a cuando se producen negativas a sus intenciones, como el de la reforma eléctrica, cuyo empleo de combustibles fósiles (en la época de las medidas contra el cambio climático: otra vez la contradicción) no cabía dentro del tratado de libre comercio entre EE. UU., México y Canadá, mientras él le echaba la culpa al liberalismo y a los Reyes Católicos.

El patrón que siguen las palabras, no tanto (ni mucho menos) las acciones del gobierno mexicano de López Obrador. Wes Gordon, el diseñador de la colección de Carolina Herrera que también fue acusada de apropiación cultural, respondió que no se trataba de plagio alguno sino de inspiración: «Mi admiración por el trabajo artesanal a través de mis viajes a México ha ido creciendo con los años. Con esta nueva colección he intentado mostrar este magnífico patrimonio cultural».

Es la lógica frente a la cerrazón. La admiración y el homenaje frente a la coacción y el chantaje con un baño de victimismo y falacia en las que tampoco es lo mismo la sugestión de Carolina Herrera que el plagio total de Shein. Todas las grandes obras de la humanidad provienen de las influencias de los grandes artistas en otros grandes artistas. Es una cadena de transmisión.

Picasso decía que los buenos artistas copian y los genios roban. El conocido como AMLO (Andrés Manuel López Obrador) no solo no es un buen artista ni, por supuesto, un genio, sino que es un obstáculo (precisamente un «apropiador cultural», qué paradoja), como todos los populistas (cuyas proclamas están siempre muy alejadas de sus verdaderos intereses), para la generación de los buenos artistas, del buen sentido de las cosas que persiguen los buenos artistas, y que a veces culmina en la genialidad que esta clase de personajes pretende erradicar.

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