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El escritor Arturo Pérez-Reverte en la presentación de "Revolución", su nueva novela, un relato de aventuras ambientado en México en tiempos de Emiliano Zapata y Francisco Villa

El escritor Arturo Pérez-Reverte en la presentación de Revolución, su nueva novela, un relato de aventuras ambientado en México en tiempos de Emiliano Zapata y Francisco VillaEFE

Pérez-Reverte: «¿Cuál es mi ideología? Depende del pie que me pisen»

El escritor presenta su nueva novela de aventuras, Revolución, en la que viaja al convulso México de principios de siglo XX de la mano de un joven «sin ideología», que aprende observando sobre cómo es el ser humano, como le pasó a él mismo

Es Revolución su trigésimo segunda novela, pero confiesa Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) que con cada una que escribe aprende algo nuevo, especialmente sobre la condición humana, su gran objeto de estudio. A través del espíritu de Martín Garret, un joven ingeniero de minas que se encuentra envuelto en la revolución de Emiliano Zapata y Pancho Villa de principios del siglo XX, el escritor murciano personifica a ese «hombre que mira» con el que tanto se identifica.

Revolución es el regreso de Pérez-Reverte a México tras la aclamada La reina del sur (2002): es el retorno, por tanto, a un país que conoce bien, a cuya cultura se siente muy ligado y donde mantiene y alimenta amistades que tienen decenios. «Si viviera en México escribiría una novela al mes», confiesa en la presentación de la novela alabando su riqueza, que le aporta muchos de los ingredientes necesarios para construir una buena novela.

«Pero aunque sea mexicana, esta no es sólo una novela mexicana: el protagonista realiza un camino de madurez a través de un viaje iniciático gracias al que podemos adentrarnos en las complejidades del corazón humano», continúa el escritor, a quien le interesan los arcos narrativos de sus personajes. También de los femeninos, como demuestra en esta nueva novela en la que son tres las mujeres protagonistas: una soldadera analfabeta y rural, una niña fresita de buena familia y una periodista norteamericana con ecos de Nellie Bly que acompaña al protagonista. «Una mujer es necesaria por su educación vital y sentimental; aunque los hombres van haciendo su propio camino de aprendizaje, la presencia de las mujeres en la vida de un hombre le hacen progresar, avanzar en grandes saltos. Sin la mujer, el aprendizaje sería incompleto».

Una novela «algo» autobiográfica

Entre todos los personajes que ha creado, Pérez-Reverte ha escogido a Martín Garret para convertirlo en depositario de una parte de su memoria personal. Lo delinea como alguien adecuado para recapacitar sobre la adicción que alienta el peligro: el propio escritor, que fue reportero de guerra durante veinte años, tardó otros veinte en desengancharse de ella, y con ese bagaje de encuentros y desencuentros, de fatalidades y hallazgos, ha moldeado a su protagonista, que se siente seducido constantemente por las situaciones extremas y por la adrenalina que generan.

«He tardado un año y medio en escribir esta novela, pero lleva mucho tiempo conmigo: cuando era pequeño, leía las cartas que un amigo ingeniero de minas en México le mandaba a mi abuelo», ha explicado el académico de la RAE, que después empleaba sus viajes al país americano en documentarse y acumular más información. «Mis novelas son falsamente históricas: escribo con trasfondo histórico para entender el ahora», ha aclarado sobre su forma de recurrir siempre al pasado.

Los héroes de Pérez-Reverte, incluso Alatriste, presentan dilemas plenamente actuales, pero «sin la historia el hombre moderno está perdido, es huérfano», razón por la que escoge tiempos pasados, aunque también explica divertido que él es «un hombre del siglo XX» y que todo lo que rodea a la tecnología le parece que cae «en la vulgaridad».

Mis novelas son falsamente históricas: escribo con trasfondo histórico para entender el ahora

Explica el escritor que durante toda su vida ha ido acumulando materiales y documentación, que ahora ha combinado con un proceso de documentación sobre la lengua hablada en esas primeras décadas del siglo. «Quería que el lector oyese hablar mexicano», promete, «pero nada vale en bruto para una novela, no funciona: es otro mundo, otro registro, hay que novelizarlo. Por eso nunca hay una vinculación directa entre el personaje de la novela y la realidad; hay un trabajo largo y minucioso para que se convierta en literatura».

En su labor como reportero de guerra durante más de 21 años vivió muchas revoluciones «y por lo general las pierden quienes las hacen y las ganan quienes se apropian de ellas», ha indicado, antes de mencionar algunas como las de El Salvador, Rumanía o Nicaragua: «He visto a la gente sufrir, luchar y morir; es algo muy triste». Y explica que todas las revoluciones son violentas porque una pacífica es muy raro que salga adelante. «Pero una vez hechas, por lo general, y así lo he visto, quien sale a la calle, quien da la cara, quien pelea, vierte la sangre, se la juega y se destroza la vida por cambiar el mundo…, cuando termina todo, entonces llega el otro, el que estaba detrás o el que no estaba y dice, apártate que ya me encargo yo de gestionar esto».

Muy crítico con los procesos revolucionarios, aunque defiende que «no porque acaben mal hay que dejar de hacer las revoluciones; al menos, que el malo se lleve un puño», ha escogido el ejemplo nicaragüense para ilustrar su juicio: «Tengo esa melancolía de que las revoluciones terminan siempre con un Daniel Ortega en su finca. Y eso es muy triste», ha recalcado el escritor, que afirma que México ha derramado sangre para acabar en lo mismo: «La injusticia sigue, el caciquismo sigue, la humillación y la tristeza siguen... El haber visto esas cosas hace que uno no se haga muchas ilusiones sobre las grandes palabras revolucionarias. Lo que pasa es que en esta novela, el protagonista no es un revolucionario, él no cree en la revolución».

«Me importa más una violación que la ideología»

«Esta es una novela de aventuras, de aprendizaje, un viaje iniciático. Martín Garret no cree en la causa, cree en los seres humanos», añade Pérez-Reverte durante la presentación de la novela este lunes en el Hotel Palace de Madrid, que es una expresión de su propia creencia. El excorresponsal de guerra es capaz de separar los ideales de la lucha de la propia lucha: «Prefiero moverme con héroes donde no es la ideología lo que prima, aunque la tengan. Cuando lo ves desde fuera, las ideologías son fáciles de identificar: esto es nazi, esto comunista, esto es fascista, esto es ecologista. Cuando te acercas al ser humano, lo que priman son las contradicciones. A mí no me apetece hacer una novela ideológica, quiero contar cómo se comporta el ser humano".

«Cuando estuve por primera vez en una guerra vi que aquello era geometría, que el azar y el caos tenían reglas. Y me di cuenta de que a través de ello podía acercarme a las fuerzas que mueven el universo. Mi zambullida fue primero como testigo y a veces como novelista en los mecanismos humanos que enlazan con esos hilos que mueven el universo, la vida, la muerte, el dolor, el sufrimiento», profundiza el también articulista, que asevera: «Me interesa más el ser humano que la ideología».

A mí no me apetece hacer una novela ideológica, quiero contar cómo se comporta el ser humano

«Para mí es más importante un hombre que viola a una mujer que la ideología, que además puede engañar y manipular. Pero cuando estás frente al ser humano no hay engaño ninguno». Para ilustrar lo que dice, Pérez-Reverte relata cómo en 1977 se encontraba en Eritrea y tomaron la ciudad de manos de los etíopes: «Los que por la mañana fueron unos héroes, por la tarde se dedicaron a saquear, violar y matar a los prisioneros. ¿Tengo que dejar de admirarlos? ¿Debo olvidar lo que hicieron por la mañana, o lo que hicieron por la tarde?», relataba, antes de explicar que su «enganche» a la guerra no se debía a la guerra en sí, sino a ver todas esas contradicciones en acción en el obrar humano.

Por eso explica Reverte que cuando le preguntan por su ideología, por si es «azul, rojo o morado» y le piden que «se moje», siempre contesta: «¡Depende del pie que me pisen! Hoy resumimos ideologías en un tuit de 180 caracteres, pero la realidad es más compleja. En ese sentido me considero un escritor honrado: en esta novela sólo he querido contar una historia, y estoy orgulloso de ello».

«Hay muchos novelistas que están muertos y no lo saben»

Además de relatar diversas anécdotas suyas en el país mexicano, como cuando se salvó de la muerte invitando a todos a tequila en Tepito, y de ahondar en los libros y películas en los que ha buceado para dibujar adecuadamente a los personajes, recalcando que «el cine ha dado una imagen romántica, folclórica de la revolución; el cine es siempre una falsificación, no es una fuente fiable», Pérez-Reverte se ha volcado con lo personal. ¿Qué ha aprendido él escribiendo este libro? «Cuando uno llega a 71 años que cumplo yo el mes que viene, piensa que puede haber visto todo y aprendido todo, pero no es verdad. Cada novela con la que trabajo me ayuda a aprender. Un novelista como yo es un cazador, y mantener la gimnasia del aprendizaje te mantiene vivo. Una novela es una forma no envejecer de forma miserable, triste o sórdida. El novelista que deja de aprender está muerto y hay muchos novelistas muertos que no lo saben».

También ha tenido tiempo el murciano para entrar, aunque de puntillas, en la polémica actual sobre el revisionismo histórico, «una polémica absurda», según él. «Ahora, si hay polémica, estupendo. Si el Presidente de México me dedica una rueda de prensa con una foto mía gigante detrás, como ya hizo, es una oportunidad de promoción estupenda», ha ironizado, antes de recalcar que le da igual y que, de hecho, ya está trabajando en su siguiente novela. «Yo no tengo agonía creativa: lo mío es un trabajo, todos los días me siento a trabajar por la mañana, y cuando termino, continúo leyendo, que es parte también de mi trabajo».

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