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El Machu Picchu se queda vacío por los violentos disturbios en Perú

Las manifestaciones contra la actual ministra Dina Boluarte ya han dejado más de 48 fallecidos y una situación muy inestable en el país andino

Frente al yacimiento arqueológico de Ollantaytambo, el «Inca» Juan Pablo Huanacchini Mamani, de 48 años, quien trabaja con turistas ataviado con un traje de coloridas telas, sandalias y ornamentos dorados que resplandece con el sol, lamenta ver vacía la puerta de entrada a Machu Picchu. Los violentos disturbios que sacuden Perú desde diciembre han ahuyentado a los turistas, dejando descolocadas a las comunidades que dependen de este popular destino.

Juan Pablos Huanacchini

Juan Pablos HuanacchiniAFP

La economía del país andino se basa en buena parte en el turismo, una importante fuente de empleo que atraía a unos 4,5 millones de visitantes antes de la pandemia. Pero en cuestión de semanas la situación ha cambiado en Ollantaytambo, a unos 60 km de Cuzco, capital inca y turística del país, donde unos 4.000 visitantes llegaban diariamente durante la temporada alta para conocer Machu Picchu.

Desde el 7 de diciembre, Perú se ha visto sacudido por protestas que han dejado 48 muertos. Los manifestantes piden la renuncia de la presidenta Dina Boluarte, quien asumió el poder tras la destitución y detención del mandatario izquierdista Pedro Castillo, ese 7 de diciembre, por haber intentado disolver el Parlamento.

En medio de las protestas, ahora apenas unos cien acuden los fines de semana, los dos únicos días permitidos por los manifestantes, una concesión para que los habitantes puedan sobrevivir. «Vivimos del turismo (...) Ahora estamos en una escasez de gente. Cuando hay turismo todo nuestro pueblo trabaja mediante los hoteles, mediante los restaurantes, la agricultura se mueve», narra el «Inca».

Hoy, asegura, están en una «crisis tremenda».

Caída libre

La crisis está costando al país 25 millones de soles diarios (unos 6 millones de euros), con una caída del 83% en la ocupación hotelera, según cifras del Ministerio de Turismo. Abel Alberto Matto Leiva, director regional de turismo, explica que en Cuzco el «75% de la población trabaja directa o indirectamente con el turismo, 900 guías de turismo, 5.000 porteadores» durante el Camino Inca a Machu Picchu.

Es «una cadena», subraya, que comprende «2.500 agencias de viajes», comida, alojamiento, transporte. Hasta el momento, la situación ha dejado unos 20.000 desempleados «y se siguen sumando», con proyecciones de unos 120.000 para marzo, agrega.

La capital inca desierta

Hoteles, restaurantes, tiendas... el panorama en la capital inca es casi desierto, pues muchos han optado por no abrir para recortar gastos.

«Estamos en caída libre y no sabemos cuándo se va a detener», considera Henry Yabar, vicepresidente de la cámara hotelera de Cuzco, que también ha cerrado su establecimiento, un hotel de tres estrellas con unas 15 habitaciones.

«Tenemos alrededor de 250 personas en Cuzco, cuando en buena temporada podemos tener 10.000», explica. Para Yabar, la crisis política ha asestado un golpe «fatal»: «Estamos hablando de 95% de cancelaciones» y de los 12.000 hoteles y hospedajes en Cuzco «entre 25 y 30% (los más pequeños) ya han quebrado».

Espera que el Estado lance un «salvavidas», un plan de emergencia, una suspensión del pago de los préstamos contraídos durante la pandemia y aplazamientos fiscales. «Estamos esperanzados de una mejoría en julio» para «los que sobrevivan».

Cerrar e irse

En los mercados de artesanía, la mayoría de los puestos están igualmente cerrados. «No he vendido un sol», cuenta Filomena Quispe, de 67 años, 35 de ellos vendiendo artesanías, mientras teje en su pequeña tienda cerca de la Plaza de Armas de Cuzco.

Rodeada de sombreros, la mujer vestida con una ruana andina multicolor espera a clientes que no llegan. «¿Qué nos queda a nosotros? Cerrar nuestro puesto e irnos», lamenta, apenas sobreviviendo de sus pocos ahorros.

Mural del Machu Picchu

Mural del Machu PicchuAFP

En plena crisis, unos 14.000 artesanos locales deberían ver drásticamente reducidas sus oportunidades, según las autoridades, que además dan cuenta de miles de comerciantes con pocos o ningún ingreso.

«No vendemos ni para comer» y tampoco se benefician de «ninguna ayuda en nada». Se sienten «absolutamente olvidados», cuenta Filomena, mientras lágrimas corren por su arrugado rostro.

Los pocos turistas que sí llegan hasta Ollantaytambo se consuelan con la irónica situación. A Sandeep Cliff, médico de Londres, la visita le ha parecido «fantástica, aunque vacía». «No hay absolutamente nadie alrededor además de nosotros», dice.

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