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Los hermanos Navarro-Valls, Joaquín y Rafael, con el Papa Juan Pablo II

Los hermanos Navarro-Valls, Joaquín y Rafael, con el Papa Juan Pablo IIArturo Mari

Entrevista | Rafael Navarro-Valls

«Joaquín Navarro-Valls puso dos condiciones para ser el portavoz del Vaticano: hilo directo con el Papa y transparencia»

Portavoz del papa entre 1984 y 2006, entre dos milenios, entre el Muro de Berlín y la llegada de Obama a la Casa Blanca. Entre la época de Bush padre, Fidel Castro y Gorbachov, y la era de las páginas web y los escándalos sexuales en la Iglesia. Nacido en Cartagena, un periodista con vocación de médico. Rafael Navarro-Valls habla de su hermano

Joaquín Navarro Valls (1936–2017) fue portavoz de la Santa Sede durante 22 años. Quizá nadie antes ni después ha ejercido este cargo con tanta brillantez y profesionalidad. Fue hombre de expresión completa y concisa, de verbo cercano y de gesto amable y sin ápice de zalamería. Una pieza imprescindible, junto con el cardenal Ratzinger, durante el Pontificado Wojtyła.

La editorial Espasa acaba de sacar de imprenta sus anotaciones personales durante aquella época: Mis años con Juan Pablo II. Más que unas memorias, se trata de un dietario en vivo, exento de los narcisismos o sentimentalismos a que tan acostumbrados estamos.

Escribe el epílogo de este libro su hermano Rafael, fino jurista, catedrático emérito, y vicepresidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España, a lo que habría que sumar varias distinciones más y libros sobre Derecho, objeción de conciencia, matrimonio, eutanasia, política… Deportista convencido, su hermano Joaquín le salvó la vida cuando un pulpo le atenazó el brazo y lo empujaba al fondo del mar para ahogarlo. Charlamos con Rafael a propósito de Joaquín.

Joaquín Navarro-Vals acaba de publicar 'Mis años con Juan Pablo II' (Espasa)

Espasa publica ahora las memorias de Joaquín Navarro-Vals, 'Mis años con Juan Pablo II'

–¿De qué nos hablan más las anotaciones o dietario que componen este libro: de Joaquín Navarro-Valls, de Juan Pablo II, o de la evolución del mundo y la Iglesia a lo largo de veinte años?

–De las tres cosas, aunque dando prioridad a la figura de San Juan Pablo II, con el que tenía gran confianza. Pero la extensa formación intelectual de Joaquín hace que, con frecuencia, centre su atención en temas muy dispares. En el libro, narra una conversación mano a mano en la montaña con Juan Pablo II, nada menos que sobre Buda. Este es solo un ejemplo de su preocupación por todo.

–¿Por qué en 1984 elige Juan Pablo II a un laico para dirigir la comunicación de la Santa Sede? ¿Por qué a su hermano Joaquín?

–Joaquín, que era Presidente de los corresponsales acreditados en Roma –en el Quirinal [residencia del jefe del Estado] y en la Santa Sede–, tenía un gran prestigio entre sus colegas periodistas. Probablemente el Papa vio en él una figura singular, con un profundo conocimiento, entre otros de los cuatrocientos periodistas acreditados en la Santa Sede. Era el momento de adoptar la perspectiva que, antes de su nombramiento, le había sugerido Joaquín: «Hacer no una reestructuración, sino una verdadera revolución en la información de la Santa Sede».

Joaquín no quería hacer una reestructuración, sino una verdadera revolución en la información de la Santa Sede

–¿Puso algunas condiciones Joaquín para aceptar ser el portavoz del Vaticano?

–Sí. Puso dos: primera, hilo directo con el Papa, sin necesidad de pasar por la Secretaría de Estado; segunda, transparencia en el contacto con los periodistas. Un ejemplo: para él era una obligación decir que el Papa tenía un inicio de Parkinson y lo dijo. En la Curia se enojaron. Igualmente –ya con Benedicto XVI– presionó para que el affaire Maciel [Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo] y la correspondiente sanción canónica fuera hecha pública. Parte de la Curia se oponía. El Papa hizo caso a Joaquín y mandó emitir un comunicado sobre el tema.

–¿Era Joaquín una especie de consejero laico del papa?

–Más que consejero –que también–, hizo honor a su cargo hablando muy claro en las muchas entrevistas que sostuvo con el Papa. El Papa correspondió, dándole libertad total para obrar como portavoz.

–¿Se topó Joaquín con enemigos dentro del Vaticano?

–El Vaticano está compuesto por personas y personalidades de visiones no estrictamente coincidentes. Como Joaquín en varias ocasiones no siguió lo «políticamente correcto», es natural que tuviera algunos detractores, pero siempre dentro del orden que marca la caridad entre personas creyentes.

–La incierta era final de la URSS, Polonia y Solidaridad… ¿Cómo vivió Joaquín aquella época?

–La vivió muy de cerca. Antes de ser nombrado portavoz oficial, ejercía como corresponsal de un periódico madrileño. En Varsovia se encontró involucrado con la amenaza de los tanques soviéticos, aunque no llegó a mayores. Una vez jefe de la sala de prensa, siguió muy de cerca todos los acontecimientos del Este europeo, al compás del máximo interés que mostraba Juan Pablo II. Por ejemplo, junto con Casaroli, el Papa le encomendó la misión de entregar una carta personal del Pontífice a Gorbachov. Las peripecias de este acontecimiento se narran en estas memorias. Al igual que su larga entrevista con Fidel Castro, preparando la visita de Juan Pablo II a Cuba.

Rafael Navarro-Valls durante la presentación del libro 'Con ojos nuevos', en 2006

Rafael Navarro-Valls durante la presentación del libro 'Con ojos nuevos', en 2006Gtres Online

–Sobre las reiteradas visitas de Juan Pablo II a España, ¿qué señala Joaquín de aquellos viajes? ¿Él proponía algo?

–El Papa amaba a España. Hizo su tesis sobre una santa figura española, San Juan de la Cruz y tenía gran devoción por Santa Teresa de Ávila. Le atraía la historia de España y admiraba su ejemplo de fe. De este modo, España es uno de los países que más visitó. Lo hizo cinco veces. Yo creo que en España recibió el más multitudinario afecto de las masas, que luego se repitieron en viajes a otros países. El encuentro con los jóvenes en el estadio Santiago Bernabéu fue una gran experiencia para él. Siempre recordó con especial afecto el cariño de los españoles.

–Hace pocas semanas, cuando Francisco fue ingresado en el Policlinico Gemelli, justo después de la polémica dimisión de Hans Zollner, desde el Vaticano se ofrecieron en menos de 24 horas cuatro versiones contradictorias. ¿Qué hizo Joaquín en situaciones similares?

–Como médico –además de periodista– tenía mucho contacto con los médicos que atendían al Papa y con el secretario personal del Pontífice. Él hacía de catalizador de los distintos puntos de vista de los colaboradores del Papa. De ahí que lo que se hacía público sobre operaciones, estado de salud, etc. tenía un solo interlocutor ante los medios: él mismo.

Juan Pablo II amaba a España y tenía gran devoción por Santa Teresa de Ávila

–Horas antes de que los cardenales eligieran a Ratzinger como Papa, su hermano Joaquín declara que sólo estaba dispuesto a seguir como portavoz vaticano con el alemán como pontífice, no con otro. ¿Conoce usted el motivo?

–Quizá porque él era muy cercano a Ratzinger. Como Joaquín había presentado varias veces su dimisión a Juan Pablo II –este le contestaba con humor que «lo hiciera con su sucesor»– y dado que llevaba 22 años de portavoz, algo absolutamente excepcional entre los portavoces de los «Grandes», no estaba dispuesto a comenzar de nuevo con alguien que no conociera bien.

–En el verano de 1999, Joaquín se lamenta de la tibieza o ambigüedad de una nota del Vaticano en respuesta a una Conferencia Internacional en Nueva York, y comenta que él mismo debía haber tomado más iniciativa, para seguir la estela de la réplica vaticana a El Cairo 1994. ¿Qué estaba pasando?

–Como le he dicho, Joaquín era muy directo cuando veía en juego el bien de la Iglesia. Cuando en El Cairo plantó cara a Al Gore, vicepresidente de Clinton, por su doble faz en materia de restricción de la natalidad, un periodista americano le interpeló: «¿Ha dicho que el vicepresidente miente?». Sin inmutarse, Joaquín contestó: «Eso mismo he dicho». Y cuando Bush padre mandó cercar la nunciatura en Panamá –donde se había encerrado Noriega–, interrumpir las comunicaciones y hacer que los tanques emitieran música ensordecedora, Joaquín apareció en televisión y lanzó un duro reproche al presidente. Al día siguiente, Bush comenzó a hablar de «mis amigos vaticanos» y mandó cesar en las provocaciones.

–Desde 1994 se esparcen rumores sobre la dimisión del Papa, algo que Joaquín rechaza y que incluso considera contraproducente: entiende que la coincidencia de dos papas resulta divisiva.

–El secretario personal del Papa le preguntó varias veces sobre la oportunidad de esta dimisión durante la larga enfermedad del Pontífice. Joaquín se mostró renuente. No veía claro que Juan Pablo II dimitiera. Además de la razón que usted sugiere, le parecía que su abrazo a la cruz sería un ejemplo para todo el mundo. Él mismo recuerda cómo, en sus andanzas con el Papa por las montañas, a veces se encontraban con algunas cruces plantadas en las cimas, y el Papa se detenía, se abrazaba a la cruz y pasaba largo tiempo rezando.

–Fátima, el deterioro físico de Juan Pablo II, los escándalos de abusos sexuales… ¿Qué aporta este libro para profundizar en esas cuestiones y otras similares?

–Fátima fue siempre un punto de referencia para San Juan Pablo II. Pensaba que la Virgen le había salvado de la muerte cuando le dispararon en plena plaza de San Pedro. Además, atribuía a su intercesión la caída del comunismo en el Este europeo. Él inició con varias disposiciones el enfrentamiento con los abusos sexuales, a los que calificaba de «escándalo». Y Joaquín describe en el libro muy detalladamente el curso de las enfermedades del Papa, narrando la heroicidad del Pontífice ante ellas. Joaquín admiraba, en lo humano y en lo espiritual, la fortaleza de Juan Pablo II ante los duros acontecimientos ante los que hubo de enfrentarse.

Joaquín admiraba la fortaleza de Juan Pablo II ante los duros acontecimientos ante los que hubo de enfrentarse

–¿Este libro recoge todas las notas personas de Joaquín, o se ha preferido no incluir algunas? No hay anotaciones de antes ni de después de ser portavoz vaticano, excepto las dos primeras del libro.

–La tarea de los editores –con Diego Contreras al frente– ha sido impecable. Han recogido y ordenado las 600 páginas de anotaciones de Joaquín, con un escrupuloso respeto a los textos de las memorias. Por otra parte, él prefirió centrarse en sus años con Juan Pablo II –como el título del libro acentúa– prescindiendo de su anterior actividad como corresponsal y de la posterior actuación en su esfuerzo por potenciar la medicina –su verdadera vocación– al frente del Comité Asesor de la Universidad Campus Biomédico de Roma.

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