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El presidente socialista del Gobierno, Pedro Sánchez, conversa con el director de cine, Pedro Almodóvar

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, conversa con el director de cine Pedro AlmodóvarEuropa Press

¿Por qué no hay un «club de la ceja» en la derecha?

El Partido Popular o Vox no cuentan con un «comando cultural», esa suerte de fuerzas especiales, como unos SWAT de la cultura, al que recurren socialistas y comunistas por igual

En Ocean's Eleven, la versión moderna de la Ocean's Eleven de Frank Sinatra, el propietario del casino Bellagio, interpretado por Andy García, ante la sospecha del robo de la caja fuerte de su establecimiento, descuelga un teléfono rojo y dice: «Llámales». A quien pide llamar es a los SWAT (a Los Hombres de Harrelson para los que ya se acercan o superan los cincuenta), un grupo de élite de la policía que realiza intervenciones especiales.

Hace algunas semanas, cualquiera pudo imaginarse a Pedro Sánchez descolgando un teléfono, precisamente rojo, y diciendo: «Llámales». Y allí acudieron todos, solícitos de subvenciones, como tantas veces, como históricamente la izquierda, los gobiernos de izquierda, han contado con el apoyo de los artistas. No se imagina a Feijóo, porque ni siquiera tiene teléfono rojo, en todo caso azul, descolgando y diciendo: «Llámales» porque no hay casi nadie, no desde luego toda una tropa (¡joder, qué tropa!) que acuda al rescate.

La subvención de la izquierda

Pero, ¿por qué? ¿Es la cultura de izquierdas? ¿son los artistas de izquierdas la especie invasora y dominadora de la cultura? ¿Desde cuándo se produce esto? ¿Tienen los artistas que manifestarse ideológicamente? ¿Deberían mantenerse al margen de la política y dedicarse a su arte? ¿Debería la derecha «agenciarse» un comando especial de la cultura? Desde luego la cultura de la subvención es una cultura mayormente producida y generada por los gobiernos de izquierda, que apoyan y financian no la libre creación independientemente sino lo que favorece sus propios intereses.

El caso de José María Pemán, poeta y dramaturgo católico y de derechas que fue preponderante durante el franquismo, a pesar de que ya fue famosísimo como dramaturgo en tiempos de la II República, es paradigmático. Un escritor sobresaliente, coetáneo del 27, que fue censurado por su generación y durante décadas, incluso hasta hoy, por un relato sesgado de los gobiernos que potenciaron ese servilismo de los artistas, auténtica policía política pendiente de cualquier fallo en la cadena que pueda romper la financiada endogamia del gremio.

Una jerarquía artística organizada y determinada no por el arte, sino por la ideología. No hay sitio en la teta del Estado si no eres de izquierdas, porque la teta del Estado de derechas no da leche, no al menos del modo en que lo da la teta de la izquierda, casi oficializada. ¿De dónde mama el cachorro y no tan cachorro? ¿De la teta que le alimenta sin trabas a cambio de seguir las normas de la vaca, o de la otra? El asunto casi parece un hecho natural, biológico. Pero es ideológico: la biología del arte subvencionado por cuota y no por talento. Miguel Ángel no hubiera existido sin el mecenazgo de la Iglesia, en buena medida. ¿Era Miguel Ángel, con sus ideas, con su homosexualidad, una figura cercana a los usos de la Iglesia en el XVI?

Beneficio político

Una cosa es el mecenazgo artístico (privado, por lo general) y otra la subvención política (pública, para mayor enjundia). En los antiguos países comunistas, como la URSS o la RDA (lugar de los anhelos del ministro Alberto Garzón), los artistas estaban supeditados al férreo control del Estado. Una censura completa de todas las actividades. El bailarín Barishnikov, por ejemplo, y tantos otros, escaparon para obtener la libertad, más incluso que creativa, vital, personal. Pero es fácil decirse socialista y comunista en una democracia.

En realidad, «el club de la ceja» tiene lo mejor de ambos mundos: la libertad y la posibilidad de vivir sin censura, de expresarse y hasta de enriquecerse, los más afortunados (algo impensable en la RDA añorada del ínclito Garzón), y al mismo tiempo de obtener los favores sin contraprestación del dinero público (como en el comunismo) realizando el requerido servicio para el gobierno que lo da. Y ese no es el gobierno del PP, que no es que no se preocupe por la cultura (que sí lo hace), como dicen los amamantados de la ceja, sino solo que no la utiliza en su beneficio.

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