Erik Varden: «Siendo un adolescente, la 'Segunda Sinfonía' de Mahler despertó algo en mí, tocó una herida que yo desconocía»
El obispo noruego no adopta una actitud derrotista ante la secularización de Occidente: «Dios nos ha confiado esta época, y esta podrá ser una época de gracia, de resurrección y de gozo»
La segunda jornada de EncuentroMadrid 2023 ha contado con varios invitados de alto octanaje, a pesar de su apacible porte exterior. Han disertado, entre otras cuestiones, sobre amor y sobre amistad —y también acerca de la soledad—, sobre si es posible amar hoy y sobre cómo el amor sexual nos ayuda a entendernos y a comprender en qué consiste la condición humana. Sin duda, el noruego monje cisterciense Erik Varden (1974) —ordinario de la prelatura de Trondheim—, con su sonrisa y su verbo —tan sencillo y diáfano como aterciopelado—, ha cobrado, sin pretenderlo, un gran protagonismo.
Está de viaje en España, además de para participar en EncuentroMadrid, para presentar su libro Castidad: la reconciliación de los sentidos (Encuentro). Del contenido de este libro, y de más cuestiones, ha conversado a primera hora de la mañana, con un sol que rasgaba las nubes madrileñas y doraba su rostro, con un puñado de periodistas. Durante ese rato, Varden ha señalado que la carne humana anhela la resurrección y el encuentro con Dios; por tanto, todo lo relacionado con la sexualidad no supone sólo un tema moral, sino una cuestión relativa a qué somos, quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. En medio del caos que ocasiona la ideología de género, la antropología cristiana plantea una visión integral de lo humano, repleta de sentido.
A mitad de la mañana se ha celebrado el coloquio «El amor conyugal es la máxima amistad», con las intervenciones de Dolores López (de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra), Gloria Arnau (Junta Directiva de la Asociación Familias para la Acogida) y Teresa Suárez (médico, psicoterapeuta familiar y sexóloga). Han prevenido contra el amor platónico, recordando que las crisis existen siempre, pero que se trata, en palabras de Suárez, de hilvanar en el matrimonio un «novelón», y no una concatenación de «relatos cortos».
Para ello, además del acompañamiento de amigos y de terceros —empezando por Dios, si se comparte vida espiritual—, aconsejan buscar la felicidad de la pareja antes que la propia, «salir de las dinámicas victimistas», dedicarse tiempo e intimidad, y también esfuerzos «diarios y concretos», según López. Añade Arnau: «El noviazgo es el tiempo del discernimiento, y el matrimonio el tiempo de la entrega». Y apostilla Suárez que un cursillo prematrimonial es una formación escasa, comparada con los másteres que se estudian para aspectos de menor calado vital.
El noviazgo es el tiempo del discernimiento, y el matrimonio el tiempo de la entregaMédico y miembro de la Junta de la Asociación Familias para la Acogida
Al mediodía, monseñor Varden ha charlado con José Luis Restán (presidente de Ábside Media) ante un numeroso y entusiasmado público, en una sesión titulada «Una amistad que atraviesa fronteras y siglos». Mientras esperaba a la hora, este monje y obispo ha permanecido orante y reposado, en medio del ruido y el murmullo del público. Restán ha elogiado su «agudeza de juicio» y el modo como transmite «la fe sin complejos ni altivez».
Una huella «ontológica»
Al relatar su trayectoria espiritual, Varden —bautizado en el luteranismo, dentro de una familia no practicante— ha asegurado que, en su opinión, «no se puede ser profundamente indiferente a Dios», puesto que la «huella» del Creador en el alma humana supone un «condicionamiento ontológico». Por eso, sostiene que su conversión no obedece a algo «atípico»; una sociedad poscristiana es una sociedad que no acalla el ansia de Dios y de preguntas fundamentales. El problema, según Varden, estriba en «la falta de coordenadas» que provoca el «caos» en que nos hallamos. En su caso, la conversión le vino de la mano de la música; «siendo un adolescente, la primera vez que entré en una tienda de discos, me compré un CD con la Segunda Sinfonía de Mahler (Resurrección) y me di cuenta de que aquella melodía despertaba algo, me tocaba una herida que yo desconocía», dice. Experimentó «fragilidad», pero también «consuelo» y el «encuentro personal con alguien, alguien con un rostro».
Erik Varden sostiene que la religión dota de sentido la complejidad de la vida; no la elimina, sino que la llena de hondura y tonos. Al adentrarse en la Iglesia católica, se topó con un «espacio inmenso, una perspectiva amplia», en la cual las tensiones no se borran o aniquilan, aunque tampoco llegan a «romper la unidad». La amistad es compatible con las tensiones. Y precisamente la amistad con un musulmán —compañero suyo de habitación cuando eran jóvenes, un chico «de extrema perspicacia y capacidad analítica»— lo acabó ayudando en su paso a la fe católica. En él vio una confluencia de la razón y de la apertura a la trascendencia.
Poco después, el joven Varden visitó «por error» un monasterio trapense —ahora él es trapense— y, en un principio, aquello le inquietó, por «lo absoluto de aquella elección vital». Pero descubrió algo más: «una humanidad profunda, hospitalidad, y amistad respetuosa». Según Varden, el monje tiene «un don para la amistad», lo cual, ironiza, «no constituye una verdad absoluta». Pero, desde luego, «la amistad resulta fundamental en la vida monástica, y en toda experiencia de celibato».
Restán le ha preguntado acerca de cómo el cristiano ha de contemplar un Occidente secularizado, y que puede conducir a actitudes de «nostalgia, derrotismo o agresividad». Monseñor Varden ha contestado: «Dios nos ha confiado esta época, y esta podrá ser una época de gracia, de resurrección y de gozo». Teniendo en cuenta que la clave estriba en la actitud personal —lo que incluye el agradecimiento por los pequeños dones diarios, como el pan recién horneado— y no en una «mentalidad de planificación estratégica», ha citado el lema de La Cartuja —stat Crux dum volvitur mundus, «la Cruz permanece firme, mientras el mundo va dando vueltas»— y también una homilía que escuchó una vez. Se trata de una homilía en que se aseguraba que, a lo largo del Evangelio, Jesús nunca dice: «Padre Celestial, ¿era estrictamente necesario que yo naciera en esta época de Poncio Pilato?». Sin embargo, de aquel aparente desastre en la Cruz, «nació un mundo nuevo, incluso una realidad nueva». «En un mundo de angustia y de miedo, este puede ser un día de salvación y transformación», ha insistido.
En un mundo de angustia y de miedo, este puede ser un día de salvación y transformaciónObispo de Trondheim, Noruega
Por la tarde se han retomado las sesiones con el coloquio «Compañeros de palabras», en torno a la creación poética y la amistad, y en el que han departido poetas y profesores como Pablo Luque Pinilla, Ignacio Rodríguez Díaz y Juan Meseguer. Luego, la mesa redonda «Unidad en la diversidad: La comunión en la Iglesia» ha contado con las voces de Miguel Romero (Camino Neocatecumenal), Ricardo Calleja (Opus Dei), Clara Fontana (Comunión y Liberación), María Barber (Fraternidad Seglar en el Corazón de Cristo), la hermana Carolina Blázquez (orden de San Agustín y profesora en San Dámaso) y José Pablo Oroz (miembro de Hakuna y sacerdote diocesano).
La soledad y la amistad han sido dos de los temas más comentados, pero también la hondura espiritual que subyace tras muchas relaciones de amigos y de ayuda. La tarde ha proseguido con dos mesas redondas más: «La persona frente al poder: El legado de la disidencia a la Europa del siglo XXI», con homenaje a Solzhenitsyn; y «Urbi et orbi: Globalización, pertenencia y futuro de la política». La jornada ha concluido con una fiesta roquera nocturna a cargo de las bandas Perrostratos, Escandinavo e Impresentables, y otros invitados más.