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El filósofo y ensayista Fernando Savater en una imagen reciente

El filósofo y ensayista Fernando Savater en una imagen recienteEFE

Savater dedica en su biografía dos líneas al Premio Alfaguara, Sergio del Molino, al que llama «mindundi servicial»

En Carne gobernada el escritor y filósofo recuerda su vida desde todas las perspectivas, incluida su etapa en el periódico en el que ha escrito siempre hasta su reciente despido

De política, amor y deseo trata Carne gobernada. La biografía de Fernando Savater, que como el plato asturiano al que se refiere, se ha cocinado lenta, a la forma tradicional, en una época en que ni los libros se escriben despacio.

Habla bien de los amigos, con cariño y nostalgia, sobre todo de los que se han ido, como Javier Marías, de cuya muerte se enteró al leer la noticia en un hipódromo, y con mordacidad y puntería (puntería para la bueno y lo malo: es lo mejor de hacer las cosas lentas, como un francotirador) de los no tan amigos, como Caballero Bonald, a quien tacha de «antipático y presuntuoso», así, sin zarandajas.

También se refiere a las «bobas incurables» (las antiguas responsables del ministerio de Igualdad entre ellas) que decían del amor romántico que era una trampa heteropatriarcal. Están todos. La familia, la infancia, la actualidad, los escritores como los amigos, los maestros: Borges, Kafka, Cioran, Lovecraft, Platón, Schopenhauer...

Cubierta de Carne gobernada (2024) de Fernando Savater

Cubierta de Carne gobernada (2024) de Fernando SavaterAriel

Se puede decir que Savater es amigo de todos los grandes escritores del mundo y así es él. Un inclasificable que escribe sin fin de su amor perdido, precisamente porque nunca tendrá fin.

Despido de su periódico

El principio, el nudo y el final, si es que se va a suponer que ya se está en el final, contra Pedro Sánchez y la amnistía y sus desmanes, y a favor de su amiga Zoe Valdés, escritora cubana colaboradora de El Debate, que se presentó al Senado por Vox, («Yo te voté sin dudar, Zoé», escribe). El escritor con deberes y sin obligaciones ideológicas ni políticas, las mismas que le llevaron a su despido del periódico donde ha escrito siempre y donde aún sigue escribiendo el reciente Premio Alfaguara de novela.

A Sergio del Molino le dedica un par de líneas sin más afán que el recuerdo puntual a propósito de cuando empezó a alejarse de «la ortodoxia» en sus artículos: «Se levantó la veda (la de no criticar a otros colaboradores del mismo medio) Y aparecieron artículos tratando de refutar los míos (con poca maña, la verdad), que eran publicados al día siguiente o incluso por la tarde si el mío había aparecido por la mañana. Obedientes piezas de encargo fabricadas por mindundis serviciales tipo Sergio del Molino y gente parecida...».

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