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El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, el pasado miércoles en ToledoEFE

Urtasun y la patraña de la descolonización como «una cuestión de inercia y de evolución»

Con cada defensa de su iniciativa se va descubriendo cada vez más, sin solución, el sectarismo del ministro de Cultura y de quienes le apoyan

«Inercia», según el DRAE, es la «Propiedad de los cuerpos de mantener su estado de reposo o movimiento si no es por la acción de una fuerza». También es «rutina» y «desidia». Es decir, básicamente la esencia del significado es no hacer nada, dejar (la cosa) como está.

«Evolución» dice el diccionario que es «Acción y efecto de evolucionar». También «evolución biológica» y «cambio de forma». Por último es la «Serie de transformaciones continuas que va experimentando la naturaleza y los seres que la componen».

«Evolucionar» es «Dicho de un organismo o de otra cosa: Desenvolverse o desarrollarse, pasando de un estado a otro». También «Mudar de actitud, de conducta o de propósito», y «desplazarse describiendo curvas o vueltas» y «virar, moverse».

No acaba aquí la definición de «evolucionar»: «Dicho de una tropa de soldados o de un buque: Hacer movimientos consistentes en pasar de unas formaciones a otras para atacar al enemigo o defenderse de él», y «Dicho de una teoría o de una idea: Desarrollarse o transformarse».

Solo en el significado de las palabras utilizadas por Urtasun («La descolonización es una cuestión de inercia y evolución») y sus secuaces (quienes siguen «el partido, doctrina u opinión de otro», en el sentido del «adepto» y del «sectario» como sinónimos), como el Gobierno de Castilla-La Mancha de García-Page, quien está al plato y a las tajadas, la contradicción es manifiesta.

La contradicción en el argumento de defensa de la descolonización de los museos no solo en este caso, sino en todo lo demás. Ya dijo Pablo Iglesias, amigo del ministro de Cultura, que la política era «cabalgar contradicciones». Ahora lo de «cabalgar» se ha quedado corto.

Las contradicciones, y no solo las contradicciones, sino también las manifestaciones palmarias de ignorancia se utilizan como fantásticos asideros en esta política perversa y surrealista. Si en España nunca hubo colonias, ¿cómo es posible que desde un ministerio se promueva la descolonización?

En esas se está. Y no solo en esas. El ministro en cuestión se ha mostrado «sorprendido» por el rechazo de su idea entre intelectuales y expertos, esas opiniones que no sirven de nada en comparación a las de los políticos.

Es mucho más. A la descolonización Urtasun le ha dado la vuelta y a las reacciones en contra las ha tachado de «gran escándalo de la derecha». Solo para poder seguir adelante. No da tiempo a asimilar un dislate, cuando ya se ha entrado en otro que ha hecho olvidar el anterior.

Esa es la táctica. Nombrar a Urtasun fue un dislate, pero pasado el nombramiento, se olvidó el dislate del mismo para pasar al dislate de sus propósitos que van tapando dislate tras dislate. El ministro traído para transformar la cultura en la ideología más sectaria que se conoció en España dice que la descolonización es «sobre todo cómo los museos van adaptándose a los tiempos».

«Los museos son obras vivas que van adaptándose a los tiempos y lo que ofrecen hoy en día no tiene nada que ver con los que se hacía hace 50 años». Esto no tiene nada que ver con la «inercia» y tampoco con la «evolución». ¿Son los museos obras vivas que van adaptándose a los tiempos?

Dicha afirmación parece un invento político más para justificar este activismo intolerable. Los museos están vivos, por supuesto. Pero los museos no se adaptan a los tiempos. Los museos permanecen porque si no dejan de ser museos. La perversidad de los juegos de palabras anuncia la subversión de los principios, pero también expresan los conceptos con los que chocan las expresiones y las intenciones.

No puede ser la descolonización en el fondo porque no hubo jamás colonias en España, y tampoco puede ser en la forma porque la descolonización de los museos no puede ser «una cuestión de inercia natural y de evolución». No hay inercia porque ideológica y sectariamente se está ejerciendo una fuerza que no proviene de ningún movimiento natural.

En todo caso hay inercia de «mantener su estado de reposo» y no otro. Esa inercia sí, pero contradictoria con la agitación que precisamente contradice la excusa de la «evolución» que no es otra que lograr los objetivos fanáticos que nada tienen que ver con la cultura sino con la perversa transformación de la sociedad.