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El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, durante una  reciente visita al Museo de América

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, durante una reciente visita al Museo de AméricaEFE/Ministerio de Cultura

Urtasun se «asila» en el Museo de América, el segundo menos visitado en España, para urdir la descolonización

En esta pinacoteca hay un plan para llevar a cabo la revisión colonial, aunque el colonialismo español no exista. Se trata de cambiar el relato, sea como sea

Poca suerte parece haber tenido Ernest Urtasun en la encomienda globalista de transformar los museos para adecuarlos a las consignas ideológicas mundiales. Pese a los anuncios de remoción completa de las pinacotecas españolas, la célebre descolonización, el ministro de Cultura se ha quedado un poco compuesto y sin novia en este aspecto, como cabía esperar, por otro lado, teniendo en cuenta la Historia española que se pretende cambiar solo con ideología.

Solo está Urtasun en lo que a museos se refiere. De este modo, el Museo de América se ha convertido en su fuerte, en su El Álamo, desde donde puede rascar alguna mínima excusa colonialista y donde se emplea en ello. El Museo de América es la aldea de Astérix que resiste al invasor, con la salvedad de que aquí los buenos son los romanos y los malos son los galos: Urtasun, el Galo, quien quería «...superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas...».

Pero no lo ha logrado, al menos de momento, con la premura de unos supuestos «compromisos internacionales asumidos por España». ¿Qué puede hacer el ministro? Pues parece que encastillarse en el Museo de América, el único lugar ad hoc susceptible de alcanzar algo parecido al cumplimiento de esos «compromisos internacionales». Unos compromisos ideológicos que no tienen en cuenta en su planteamiento las características particulares de la historia y la idiosincrasia de cada país.

El globalismo es así: una igualdad totalitaria que arrasa la verdad para unificar globalmente al rebaño y facilitar su pastoreo. El caso es que Urtasun no ha podido concretar en hechos sus intenciones. Urtasun habla, casi se diría que desde lo alto de la empalizada del Museo de América, pero no hace nada. Porque no puede. Lo cual no significa que no lo siga intentando. En el Museo de América hay una especie de laboratorio donde se investiga cómo llevar a cabo la revisión colonial, aunque no exista. Se trata de cambiar el relato, sea como sea.

Llamar «indígenas» a los «indios» o «inuits» a los «esquimales» son algunas de las pamplinas en las que se emplea Urtasun y el Museo de América porque por algo hay que empezar y no es un asunto menor, ni mucho menos, el lenguaje. Y además del lenguaje, están todas esas herramientas de la Agenda 2030 expresadas como «transversalidad», «feminismo» «sostenibilidad», «racismo», «género», aplicadas a a la actualidad y también al pasado. El revisionismo del mismo con los nuevos ojos ideológicos del presente: una aberración silenciosa que se fabrica en las probetas del Museo de América.

No solamente es un fuerte este Museo para Urtasun, sino para Andrés Gutiérrez Usillos, su director. Un «caballero» fiel al ministro que sostiene que España sí tuvo colonias: «En cuanto un país está explotando a seres humanos de otro territorio, los cambia de sitio, lo mueve, lo vende, etcétera, ¿cómo lo llamamos?», ha dicho en un reduccionismo político del concepto de alipori. El director, por cierto, del segundo Museo estatal menos visitado de España.

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