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Personas en el interior del Museo del Prado

Interior del Museo del PradoFouPic

¿Cómo se descoloniza un museo?

Se habla por todas partes de esta iniciativa de Iceta que ahora promueve Urtasun entre grandes polémicas y demasiadas preguntas sin respuesta más allá de la ideologización

Se habla todo el tiempo de la descolonización propuesta por el ministro de Cultura como de una iniciativa puramente ideológica, pero ¿en que consiste en realidad? ¿Cómo es un proceso de descolonización?

En España el asunto pasa por revisar las colecciones estatales dependientes del Ministerio de Cultura. ¿Y cómo se revisan? El impulsor primigenio de la cosa no tenía ni idea de cómo abordarlo. ¿Tendría la misma idea de por que lo impulsaba?

En realidad nadie lo sabe. Se empiezan a dar palos de ciego (con todos los respetos) que posteriormente se convertirán en dogmas, en normas que regirán nuestras costumbres y nuestra mirada, que es de lo que se trata. No de «justicia», ni de «restitución», sino de transformación de la sociedad.

Dicen que para empezar hay que devolver el patrimonio a sus países de origen. Pero claro, esa es una tarea muchas veces imposible por la imposibilidad de verificar su auténtico origen y el periplo de la pieza o la obra en cuestión a lo largo de su historia.

Una de las acciones descolonizadoras fue reservar museos o exposiciones solo, por ejemplo, para negros, como sucedió en el MoMA de Nueva York: «Espacios seguros y tranquilos para visitantes negros», los llamaron.

Algo inquietante viene de estos espacios: el reconocimiento forzado de un colonialismo que, en el caso de los museos españoles, no existe. Por lo que la excusa del ministro español de seguir las prácticas de los museos internacionales no tiene sentido en España.

El Washington Post definió la descolonización como «un proceso al que se someten las instituciones para ampliar las perspectivas que retratan más allá de las del grupo cultural dominante, particularmente los colonizadores blancos». En este caso, ¿cómo se retratan las perspectivas más allá de las del grupo cultural dominante, digamos en el impresionismo francés?

Uno de los problemas es la radicalidad de los planteamientos que pujan por establecerse, como el igualitarismo a posteriori que se pretende de las obras indígenas respecto de las grandes obras del arte occidental, de donde proviene la cultura mas elevada del mundo.

Las obras de otras culturas menores porque histórica y culturalmente lo son desde un punto de vista objetivo y no racial, han estado tradicionalmente en museos etnográficos que muchos descolonizadores artísticos en el mundo están intentando situar al lado de las grandes piezas de la humanidad.

Ya se observa en las pinacotecas europeas como el arte indígena se está imponiendo en sus espacios sin (casi) más valor que el ser indígena. Por todas partes se reúnen comités de expertos cuya principal característica es descolonizar a toda costa.

Para ello se crean definiciones y sentencias ad hoc tan extremistas como la del Museo Abbe, en Maine, Estados Unidos, donde directamente pretenden «compartir protagonismo en la documentación e interpretación de la cultura nativa».

Los planes «estratégicos» tan relacionados con la nueva subcultura «woke» que se basan en un revisionismo sectario y no técnico, precisamente porque el fundamento de la valoración es sectario y no técnico. El origen de la idea proviene de la tan traída restitución histórica.

¿Quiénes deciden sobre las exposiciones y por qué? ¿Hay alguna manera de que esas decisiones no sean subjetivas cuando el principio de la iniciativa es mayormente subjetivo? Poco ayudan aseveraciones de parte como la un profesor de arte negro de la universidad de UCLA, que dijo que los museos eran «lugares para privilegiados».

El Museo del prado desde luego no lo es cuando es gratuito todos los días laborables a partir de las 18.30 horas. Tampoco los precios normales lo son de ningún modo. Claro que todo depende de la historia de cada país y de la historia del museo.

Muchas veces lo que aparece en la mente de las personas con la idea de la descolonización de un museo son demasiadas cosas que nada tienen que ver con él, como si no existiera la tan reivindicada justicia original, sino solo un revisionismo interesado.

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