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02 de julio de 2024

Cada vez más autores señalan que la civilización occidental está en riesgo con el actual modelo de sociedad

Cada vez más autores señalan que la civilización occidental está en riesgo con el actual modelo de sociedadLu Tolstova

De cómo lo 'woke' ha destruido la educación y la cultura en el mundo

La razón ha sido sustituida por el dogma y el diálogo y la duda, las preguntas, canceladas. Un exprofesor asegura que las universidades han pasado de ser «templos del saber» a «fábricas de justicia social»

Las manifestaciones por Gaza y contra Israel se extienden por el mundo occidental. Es el reverso de Occidente: cómo ese mismo mundo se posiciona junto a Oriente en contra de la única nación occidental de Oriente Medio. Parece un juego de palabras entre «Occidente» y «Oriente», pero por ahí van los tiros. Ya no se sabe qué es Oriente y qué Occidente en una confusión buscada, inoculada, el mayor ejemplo, en el lugar de nacimiento de la subcultura woke: las universidades estadounidenses.

Harvard, Yale, Stanford... las antaño instituciones educativas más prestigiosas del mundo se han convertido en centros de adoctrinamiento puro. La última manifestación de esto son las protestas de los alumnos por Gaza en las graduaciones, incapaces de separar su formación, lo académico, de la ideología. Es un caso que se da también en el arte, el arte moderno o es ideológico o no es. En los centros garantes de la cultura occidental ya no se enseña, sino que se adoctrina.

Ni siquiera ya se accede a estas universidades por méritos extraordinarios como siempre sucedió, sino por cuestiones «paritarias» (muy poco «paritarias») de raza o de género. La mayoría de los exámenes de acceso se han suprimido en el triunfo de lo administrativo sobre lo académico. Los profesores se han visto relegados a un segundo plano, o incluso apartados y expulsados si no acatan las nuevas normas de los nuevos dueños.

Este hecho institucionalizado lo expone el profesor jubilado de la universidad de Portland State, Peter Boghossian, quien ha afirmado que la educación superior ha sido tomada por «ideólogos», mientras los alumnos de todos los Estados (y de todo el mundo) son atraídos por la «gran secta» que se va creando. Boghossian dimitió de su puesto después de comprobar que su universidad había pasado de ser «un templo del saber» a una «fábrica de justicia social», y cree que las actuales protestas antiisraelíes son el resultado de ideologías impuestas en los planes de estudio de todo el país.

El profesor se muestra «muy pesimista» sobre el sistema educativo estadounidense, «donde los profesores obtienen credenciales de ideólogos en las universidades antes de que puedan enseñar... ». «Hemos dejado que un pequeño grupo de estas personas tome el control por completo», sostiene Boghossian, quien asegura: «Cuando se crean estas infraestructuras educativas que no valoran el diálogo y el discurso, se crean sistemas en los que las personas que hacen preguntas sinceras se encuentran con algún tipo de castigo... esto no es educar, sino adoctrinar...».

Lo que cuenta este profesor parece una pesadilla distópica, y en realidad lo es. La ideología como único mundo, por encima de la razón. La razón sustituida por el dogma. El diálogo y la duda, las preguntas, canceladas. Cancelados Sócrates, Platón y Aristóteles, cancelados todos por un nuevo orden que ya no es Occidente. Ni en la educación, ni en el arte, ni en la cultura, ni en las costumbres. «Toda la civilización se está desmoronando», ha dicho Boghossian. Y es cierto. En España el ministro Urtasun, que gobierna gracias a un Ejecutivo formado por terroristas y separatistas, se negó a condenar los atentados de Hamás, mientras sí clama contra el «genocidio» en Gaza.

Exactamente igual que los universitarios estadounidenses ideologizados, antisemitas como en los peores tiempos del antisemitismo, irracionales, salvajes como en los peores tiempos de salvajismo, del horror en una mezcolanza donde se difuminan los asideros del mundo, de la cultura. Donde se eliminan los referentes, los vínculos, donde se atenta contra la familia de forma diversa, sin que se note, poco a poco desatando todos los cabos hasta el extremo de cuando la exministra de Educación, Isabel Celáa, dijo que los hijos no pertenecían a los padres.

De los campus de Harvard y Yale a los gobiernos y las calles y las empresas occidentales contaminadas por el «canon». Es la versión «suave» de aquella película, Guerra Mundial Z, donde poco a poco la humanidad se iba convirtiendo en un mundo de zombis sin pensamiento, acabando con todo lo elevado, con toda la racionalidad y el juicio de los hombres, transfigurados en seres sin identidad, mientras hoy se llenan la boca, entre otras muchas cosas importantes, de ella.

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