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13 de septiembre de 2024

Mario de las Heras
Los escritores y sus maníasMario de las Heras

Cela y su reflexión sobre el racismo entre payos y gitanos

En este caso no se va a contar ninguna manía, sino un brevísimo ensayo de palabra, surgido durante el transcurso de una entrevista en 1996

Madrid Actualizada 04:30

El escritor Camilo José Cela muestra su medalla del Premio Nobel en 1989

El escritor Camilo José Cela muestra su medalla del Premio Nobel en 1989©RADIALPRESS

Camilo José Cela tenía algunas manías, casi todas ellas confesadas en una u otra ocasión, lo que quiere decir, mayormente, que es posible que formaran parte del personaje que tan bien supo construir el gran escritor coruñés, de Iria Flavia, de donde obtuvo hasta un marquesado, Premio Cervantes y Premio Nobel de Literatura.

Picasso y un gitano

Lo que se va a contar aquí no es exactamente una manía, ni mucho menos, sino un brevísimo ensayo de palabra, surgido durante el transcurso de una entrevista en la que se le preguntó si se le había ocurrido alguna vez la idea de escribir sobre los gitanos. Respondió que le parecía recordar que una vez habló de un gitano en un libro ilustrado por Picasso, pero que no lo recordaba con exactitud.

A partir de ahí floreció una pequeña conferencia como un cuento, inspirado por la figura del gitano: «En España hay gitanos, y no podemos ignorar su presencia», comenzó diciendo. Y continuó: «Se da un problema muy curioso con los gitanos. En fin, la verdad es que no es un problema, pero los payos (nosotros somos los payos) son racistas y rechazan por completo a los gitanos». «Pero cuidado», admitió seguidamente, «los gitanos nos rechazan de un modo aún más categórico. El gitano es rigurosamente racista y no se considera parte de nuestra forma de vida», sentenció en un tiempo (1996) en que todavía se podían decir cosas así sin temor a la nueva inquisición.

Una gallina

«No se involucran en nuestra vida», dijo. «Es más como una especie de espectador. Un amigo mío, gitano, me dijo en cierta ocasión que los payos somos desgraciados porque tenemos que trabajar para vivir». «Ellos no», apuntó, antes de soltar la tremenda incorrección política: «Roban una gallina y ya tienen resuelto el problema de cómo pasar el día».

En este punto Cela ya dejó atrás la generalización, el reduccionismo epatante, para abordar unos hechos, de nuevo en el recuerdo: «Los gitanos no suelen hacer el servicio militar, ni en la guerra ni en ningún otro momento, dado que no figuran en el censo. Sin embargo, durante la guerra civil, había en mi regimiento un gitano que una noche me dijo, después de que un día la batalla no nos había dado tregua: '¡Qué horrible esta guerra suya ¡Esta vez los payos sí que la han liado buena!'».

No se equivocaba

Prosiguió el escritor con que podrían haberlo fusilado por sus palabras, pero no lo hicieron. y entonces contó que el gitano le dijo: «¿Qué tiene que ver nada de esto conmigo», y fue cuando Cela concluyó que no se equivocaba: «¿Qué estaba haciendo él allí? Lo habían enrolado y, al cabo de una hora, lo habían vestido con un uniforme y lo habían enviado a la guerra».

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