La fuerza de la tradición española de los belenes y por qué la ofensiva laicista no ha podido eliminarla
Pese a los intentos de cristianófobos y laicistas de eliminar los belenes de los edificios públicos españoles, lo cierto es que la tradición de los nacimientos se mantiene más viva que nunca en nuestro país
Si hay una tradición genuina de las Navidades en España esa es la de instalar en hogares, iglesias e instituciones públicas los belenes o nacimientos que, junto con la particular tradición española de los Reyes Magos, se ha convertido en el principal elemento de identidad de la tradición española de estas fechas.
Una tradición que, si bien se da en otros países del orbe cristiano, lo cierto es que en ningún sitio como en España e Italia (donde tiene su origen) se ha convertido en un elemento tan generalizado e identitario de la Navidad.
El belén navideño, una expresión auténtica de las raíces cristianas de España y un elemento cultural religioso sin discusión alguna, ha sido capaz de sobrevivir, sin embargo, a la marea laicista que desde hace décadas ha eliminado de edificios públicos (colegios, oficinas de la administración, centros de salud, etcétera) otros elementos religiosos como el crucifijo.
Pese a los intentos de eliminar los belenes en el espacio público (en algunos colegios ya se ha eliminado esta tradición y se ha sustituido por «paisajes navideños»), lo cierto es que ayuntamientos, centros culturales, bibliotecas, hospitales y otros organismos de la administración siguen celebrando sin complejos la tradición de instalar el belén en Navidad.
Se suele señalar 1223 como el primer año en que se instala por primera vez un belén como representación del nacimiento de Jesucristo.
Habría sido San Francisco de Asís, en su cueva de Greccio, el que con motivo de la Misa de Navidad instaló el primer pesebre donde ya figuraban los elementos canónicos de San José, la Virgen María y el Niño calentados por un buey y una mula.
Santa Clara y la comunidad franciscana se encargaron de difundir la tradición por toda Italia, pero fue en el Reino de Nápoles durante el barroco, cuando el belén adopta la forma que conocemos hoy y la tradición abandona los muros de los conventos franciscanos para extenderse por los hogares italianos.
En España hay belenes documentados ya desde finales del siglo XV y, sobre todo, en el XVI. El primero del que se tiene noticia es en Palma, pero será en Andalucía y en Castilla donde arraiguen con más fuerza.
Pero, volviendo al belén napolitano, es este modelo, con figuras exentas, profusamente vestidas con ropajes propios del siglo XVII y XVIII, representando diferentes escenas evangélicas sobre la Natividad del Señor, el que dará pie a la idea que tenemos hoy de lo que debe ser un belén.
El modelo del belén napolitano llega a España con la llegada a Madrid de Carlos III, que hasta entonces había ocupado el trono de Nápoles. Carlos III traerá la tradición de los belenes napolitanos a España: se trae varias figuras de Italia y encarga en Madrid elaborar otras siguiendo el modelo.
El resultado es un belén de enorme valor histórico (es el más antiguo de este tipo en España) y artístico que aún puede admirarse cada Navidad en el Palacio Real. Y desde España, la tradición se expandió a la América Hispana, donde también se desarrolló siguiendo sus propios caminos culturales e identitarios dando lugar a curiosas y valiosas expresiones: véase los tradicionales belenes cuzqueños representados en pequeños armarios o retablos con puertas y que son todo un alarde.
Aunque el belén napolitano se encuentra en el origen del modelo de los actuales nacimientos, lo cierto es que los belenes que se instalan hoy poco se parecen a aquellos belenes rococó que triunfaron en el siglo XVIII.
Los movimientos culturales del romanticismo, sus expresiones realista, naturalista y orientalista que triunfaron en el siglo XIX y la primera mitad del XX terminaron por configurar el modelo actual.
Las escenografías neoclásicas, las telas exuberantes propias de las cortes europeas y la teatralización excesiva dan paso a escenas que tratan de aproximarse más a la Palestina del siglo I, tomando como modelo las expresiones arquitectónicas, culturales y de vestimenta de las sociedades árabes del Oriente Medio actual.
Lo curioso es que, en esta tradición, como en otras, Italia y España han corrido de forma paralela caminos muy similares. Si bien otros nacimientos de otras tradiciones, como puede ser el belén provenzal o los centroeuropeos difieren notablemente de los mediterráneos, los belenes de España e Italia han terminado por configurarse de una manera muy similar.
En Italia, como en España, el belén navideño es toda una institución cultural. Roma, como Madrid, se llena de nacimientos en iglesias, plazas públicas, edificios públicos y, por supuesto, en los hogares.
El Vaticano, además de instalar junto al obelisco de plaza de San Pedro su gran pesebre navideño bajo el árbol, organiza cada año en la columnata de Bernini la exposición 100 Pesebres.
La Piazza del Popolo también suele acoger varios nacimientos a tamaño natural e, incluso, cuenta con su Museo del Presepio (museo del pesebre) en la pequeña iglesia de los Santos Quirico y Giulitta, junto al Foro.
En Madrid, además del Belén del Palacio Real, ha ganado fama en los últimos años el que instala la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol o el gran belén monumental de San Sebastián de los Reyes.