
Imagen de la escritora María Zabay
Entrevista a María Zabay, escritora
«Un piropo bien dicho provoca una sonrisa. Si hay gente que se ofende, pues allá ellos»
Entrevista a María Zabay, escritora autora de la novela Valentina
La escritora y periodista María Zabay acaba de publicar Valentina, un pecado en Manhattan (SUMA). Arturo Pérez-Reverte y Carmen Posadas han dicho de ella que es una novela pícara, desvergonzada, que nos hace reír, suspirar y emocionarnos.
Todo esto esconde este personaje de padre pakistaní y madre colombiana, en un Nueva York intemporal. El Debate la ha entrevistado para que nos hable de esta novela que recuerda a clásicos de la literatura.
— En la contraportada del libro se hace referencia a la Lolita de Novokov, al Guardián entre el centeno de Salinger o la serie Sexo en Nueva York. Leyendo la novela, sinceramente, aparte de las citadas, me ha recordado mucho Manhattan Transfer de John Dos Pasos y el Ulyses de Joyce.
— Tienes toda la razón. Esas dos obras también me han inspirado. Lo que pasa es que no las podíamos poner todas. En la novela también hay referencias a García Márquez, porque la madre de Valentina es colombiana. Una colombiana muy alocada, muy exuberante y que hace uso de esa exuberancia.
Cubierta de la novela
Quería hacer un guiño al peso de la literatura en la identidad. A cómo nos conforma. No solamente en nuestras vivencias, sino también en las historias que nos cuentan. Todo eso nos moldea la personalidad y va haciendo que tomemos decisiones hacia un lado o hacia otro.
También nos determina cómo nos condiciona la sociedad. ¿Somos libres? ¿Hay realmente libre albedrío? ¿Qué se espera de nosotros?, y todas estas preguntas. Llega un momento en el que hacemos cosas porque se supone que hay que hacerlas.
— Otra pregunta seria, ¿qué dirán de mí si no lo hago? Algo que también se plantea Valentina.
— Sí. Exacto. Ahí está la clave y ahí está la verdadera libertad. Decir esto lo hago porque lo quiero hacer, porque está dentro de mis principios y es lo que a mí realmente me hace feliz. O esto no lo hago porque no quiero. Y ahí radica la verdadera libertad, en saber qué eliges y qué no eliges y ser consecuente con ello.
Valentina es coherente en eso. Valentina es verdad. Podríamos decir que es verdad pura. Es transparente. Es leal a lo que es y lo que piensa. Ella vive, deja vivir, pero vive, disfruta, no juzga a nadie, pero tampoco quiere que a ella la juzguen.
— Me parece que esto es una de aquellas cosas que nos gustaría que nos pasara a todos, pero bueno, esto es una utopía.
— Valentina es coherente con esto. La sociedad nos sigue condicionando a todos, a hombres y a mujeres y todos nos vemos ahí en una especie de entramado de normas invisibles que regula lo que deberíamos desear, lo que deberíamos hacer, hasta el punto en el que, en ocasiones, no sabemos si lo que realmente nosotros estamos anhelando y deseando nos pertenece o es un eco de algo que nos han inculcado.
Siempre digo que la moralidad impone límites y aunque a veces nos protege, nos atrapa mucho. Valentina no se deja atrapar, pero al final, al final, un poquito es inevitable. Ella es una heroína muy humana, por eso casi te diría que es la antiheroína, porque tiene contradicciones y las muestra. No creo en los personajes que son muy perfectos, ni en las personas del día a día que son muy perfectas y que son muy lo que quiera que sea.
— ¿Todos tenemos contradicciones en nuestro interior?
— Unos más, otros menos y Valentina muestra esas contradicciones, muestra esa lucha contra sí misma muchas veces. Repite patrones de su madre, de cosas que no le gustan de su madre, que rechaza de ella y, sin embargo, las hace por culta de esas contradicciones interiores.
— En las grandes novelas casi todos los personajes son imperfectos. Y ahí está la grandeza de esos personajes.
— Sí, claro, para mí otro gran referente, que también tenía muy presente cuando estaba escribiendo el libro era Julián Sorel del Rojo y Negro de Stendhal. Un chico que es bondadoso por dentro, pero a la vez es muy ambicioso y es un chico que vive con frustración, porque por si es hijo de un carpintero, él es campesino, pero él no quiere trabajar en todo eso, él quiere ser intelectual y quiere triunfar y todo lo que hace es para progresar. Convive esa bondad con esa ambición dentro.
En Valentina convive el deseo de cumplir todos sus sueños, que básicamente el principal es convertirse en decoradora de interiores. Ella viene de Jamaica, de Queens, de un barrio muy humilde en el que hay ruido en todos los sentidos. Un ruido que casi intoxica, que es una locura, y ella es la reina de ese barrio, porque es una chica con unas cualidades que llaman la atención, tiene muchísima personalidad, tiene carisma y los tiene a todos bebiendo de su mano, pero, sin embargo, ella, que es una jovencita, dice, el mundo no puede ser esto.
Ella dice «el mundo no puede ser eso, yo quiero cumplir mis sueños, yo no me resigno a que todo se quede aquí en Jamaica, en Queens, enseñando mis atributos, quiero luchar». Es muy trabajadora y lucha por lo que persigue, pero a la vez replica patrones de su madre, de hacer uso de esa exuberancia, y ella entra ahí en esa contradicción.
— Hay un momento en la novela en el que pones «quisiera ser ardilla para comerte... la bellota». Un piropo. Algo poco frecuente hoy en día.
— El piropo ahora es políticamente incorrecto y ha entrado en desuso. Nos estamos perdiendo algo. Al menos nos estamos perdiendo el 50 % de alguna cosa. Es decir, éramos un poquito más libres cuando podíamos decir un poquito lo que queríamos.
Poder decir, con libertad, a una mujer o a un hombre «oye, qué guapo que estás, qué bien te queda esto». Creo que cuando perdemos la libertad, el humor, nos estamos perdiendo una parte muy importante de la vida. Estamos dejando la vida medio gris. Todo dentro del sentido común está bien.
Y un piropo bien dicho, un halago a una persona, pues no deja de provocar una sonrisa. Cuando a alguien le dicen, oye, qué guapo estás hoy, es un halago. Cuando te dicen qué bien has hecho esto, qué gran profesional que eres, es bonito. Y si te dicen qué bien te queda este conjunto, también eso es bonito. Si hay gente que se ofende, oye, pues allá ellos. Desde luego a mí me parece que eso sigue siendo algo bonito y creo que tenemos que saber interpretarlo.
— ¿Por qué centraste esta novela en Nueva York?
— Nueva York es una ciudad en la que yo he vivido una temporada, he ido muchas veces. Es una ciudad que a mí me fascina. Pero además de eso, creo que era la ciudad en la que tenía que ocurrir la historia. Porque es una ciudad multicultural, que también lo es Barcelona, que también lo es Madrid, que también lo es Londres.
Pero nosotros en España, la multiculturalidad hemos tardado más en verla. Y, en cambio, en Nueva York, las mezclas se ven desde hace muchos años. Ella es hija de una colombiana, de un paquistaní. Tiene vecinos y amigos de la República Dominicana, el otro es del Salvador, el otro es también de Colombia, de Venezuela. Es una mezcla muy grande, muy enriquecedora.
Somos más cuando nos mezclamos. Aprendemos culturalmente, aprendemos a reflexionar, nos enseña historia. Y yo quería mostrar esa riqueza cultural y esa lucha de clases y el racismo que también se ve en la novela. Y el perseguir los sueños. Y todo eso se mostraba mucho mejor en un mundo en el que los contrastes son tan grandes y hay tanta variedad como en Nueva York.
— La novela es intemporal. Podría pasar en cualquier época. ¿Cada tiempo es diferente o se repite irremediablemente?
— Valentina podría pasar en cualquier momento de la historia porque plantea cuestiones que son universales. El perseguir un sueño, la lucha de clases. Lo hemos visto en muchísimos autores a lo largo de la historia. Estaba hablándote de Stendhal con Julián Sorel, pero podemos hablar de Dickens y sus personajes.
De muchísimos personajes a lo largo de la historia de la literatura que la esencia es la misma. El superar las clases sociales, ese racismo, ese perseguir los sueños. Y luego la autenticidad de los personajes. Yo creo que una cosa muy importante de esta novela, que quería plasmar, es la dicotomía entre el éxito y la autenticidad. Entre adaptarse y resistir.
— ¿Acabamos traicionándonos para conseguir lo que deseamos?
— Hay gente que lo hace un poquito, hay gente que lo hace mucho, pero en Valentina eso queda muy reflejado y se analiza mucho. La lealtad a uno mismo, porque vivimos en un mundo lleno de tentaciones y no es tan fácil.
La gente juzga con mucha facilidad, pero luego si uno se hace un análisis a sí mismo, uno va cayendo en pequeñas tentaciones por el camino. Quería hablar del deseo, del poder, de la supervivencia, de la identidad, de todo lo que nos configura como seres humanos. Y entonces a través de ese erotismo y de esa liberación sexual de ella y de ese cómo la juzgan y cómo se llega a plantear que a lo mejor tiene que dejar de ser ella misma, pero dice «yo no quiero dejar de ser yo misma, yo soy verdad». Uno se plantea por qué el amor tiene que ser una ecuación exacta, un molde en el que todos deberíamos encajar.
— ¿Es necesario para cumplir nuestros deseos poner en nuestra vida como ella a un Andrew?
— Andrew le ofrece un mundo de oportunidades, pero ella tiene un mundo de tentaciones alrededor. Y es impetuosa, es explosiva y va metiendo la pata por el camino. Y las oportunidades se pueden abrir y se pueden cerrar en tu cara con un portazo. Andrew es el símbolo de un universo en el que todo parece fácil, en el que las puertas se abren sin necesidad de empujarlas. Pero Andrew también tiene sus vulnerabilidades y por eso estas son tan importantes a lo largo de la novela.
— ¿Cuánto hay de María Zabay en Valentina? Todos los libros cuando uno escribe tienen mucho de uno. De lo que no admira nada.
— En Valentina hay dos temas que me apasionan: la rebeldía y cómo uno lucha por conseguir lo que quiere. Estos temas, en el fondo, son reflexiones plasmadas en la novela a través de Valentina. Soñar con irte a un sitio más grande, como hice yo al venir a Madrid. Perseguir tus sueños. Irte al extranjero. Ir haciendo contactos en el camino. Ir haciendo amigos. Ir construyendo. Decidiendo decir no a cosas. Decidiendo seguir tu camino. Por donde tú crees que tiene que ir. Y claro, Valentina tiene mucho de eso, mucho de María.