Solo se salva Daniel Luque en el naufragio de los toros nobles pero flojos de Juan Pedro
Corta el único trofeo en una tarde valenciana sin lluvia pero siberiana

Daniel Luque, este lunes en la tercera corrida de Fallas de Valencia
Mirar al cielo: es el lema de las Fallas, este año. En el fin de semana, la lluvia dio un descanso, permitiendo la hermosa ceremonia popular de la «plantá», los triunfos de Roca Rey y Tomás Rufo. Este lunes, vuelve el cielo oscuro, no llega a llover pero hace un frío de invierno siberiano.
Vuelven los toros de Juan Pedro, tan habituales en esta Feria: son justos de presentación, nobles pero flojos; acaban encrespando al público. Solo Daniel Luque corta una oreja, que pudieron ser dos, en el segundo, un buen toro. Pierde el trofeo por la espada en el último, un sobrero de la misma ganadería, Emilio de Justo. Sebastián Castella tiene una actuación bastante gris.
Esta es la vigesimoquinta temporada de Castella como matador de toros: ¡se dice pronto! Para celebrarlo, hoy, ha regalado capotes de torear a los chiquillos que acudían a la Plaza. Después de su reaparición, está toreando con más ilusión que antes; esta tarde, no lo ha parecido.
Acude en el primero a portagayola, algo fuera de su habitual repertorio. El toro embiste alegre al caballo. En banderillas, se luce José Chacón. En la muleta, el animal saca geniecito, pega arreones, no le deja estar a gusto a Castella en ningún momento. Pincha, desconfiado, antes de la estocada. No ha sido un toro para una faena lucida pero tampoco le ha dado la lidia que necesitaba.
Sebastián Castella, con el segundo de su lote
El cuarto sale con pies y humilla. Lo cuidan en varas, como a todos sus hermanos. Chacón lo corre bien a una mano. Brinda Castella al público. La pregunta es: ¿aguantará el toro? Después de los muletazos cambiados por la espalda, el toro va y viene sin crear problemas pero no se alcanza la necesaria conjunción: surgen enganchones, la faena se diluye. Y lo peor de todo, la alarga sin necesidad: ha escuchado un aviso en cada toro.
Ésta debe ser la temporada de Daniel Luque, el más poderoso de los matadores actuales. Ha logrado entrar en el cartel sevillano del Domingo de Resurrección y estrena apoderados muy competentes, los Lozano. Le falta cuajar una gran faena en Las Ventas y competir con Roca Rey (pero eso no depende de él; creo que el peruano se equivoca al negarse y acabará rectificando). Otra cuestión es que un lidiador tan poderoso como Luque necesita toros con poder, encastados. Antes del paseíllo, me pregunto si los de Juan Pedro son los más adecuados, para sus condiciones.
El segundo es un buen toro, bravo y noble. Lo recibe Luque con verónicas primorosas, cargando la suerte, ganando terreno hasta la boca de riego. Lo coloca en el caballo con mimo. Comienza la faena con preciosos ayudados a dos manos, cargando la suerte, plenos de clasicismo. Sin una duda, corre la mano en series notables por los dos lados. Su seguridad es aplastante: conduce la embestida, manda, liga. No me gusta que, para calentar al público, recurra a los circulares invertidos, igual que hace Roca Rey. Las luquecinas finales ponen al público en pie. A la hora de matar, el toro lo espera, humillado; cuando el diestro llega a su jurisdicción, la res levanta la cabeza, le pega un pitonazo. A pesar de su experiencia, me parece que, esta vez, Luque se ha equivocado: debería haberle levantado la cabeza, antes de entrar a matar. Después de ese pinchazo, llega la estocada: corta una oreja. Si hubiera matado a la primera, quizá hubieran sido dos; para mí, la faena lo merecía.

Daniel Luque, con el primero de su lote, de nombre Bachicho, al que cortó la única oreja del festejo
El cuarto, escurrido, se tapa por la cabeza pero levanta protestas. Para acallarlas, Luque da verónicas de rodillas, cargando la suerte, con enorme facilidad; ya de pie, continúa con lances al ralentí. Por su falta de fuerza, el toro se defiende, al final de cada muletazo. El trasteo es impecable pero, por la flojedad de la res, el público no le da importancia. Después de la estocada, se encasquilla con el descabello.
Emilio de Justo ha comenzado la temporada triunfando en Valdemorillo pero no ha conseguido que la empresa de Sevilla acepte sus exigencias y se ha quedado fuera de la Feria de Abril. Su reto actual es demostrar que merecía lo que pedía.
El tercero es un «Coñac» demasiado flojo: un toro muy bondadoso, que sale con pies pero flaquea. Aprovechando su nobleza, Emilio de Justo le da muchos muletazos pero al guiso le falta picante, todo queda en casi nada.
El enfado por la flojedad de los toros ha ido creciendo, a lo largo de la gélida tarde. El sexto, recibido con protestas, se cae y es devuelto. Con el sobrero, de la misma ganadería, pasa lo mismo: se pega un volatín, flaquea en varas, suscita protestas. Las acalla Emilio brindando al Soro, que está en la meseta de toriles y corresponde con su diana floreada. Comienza de rodillas, logra muletazos reposados, corre la mano con gusto (el toro ha resultado ser una maquinita de embestir). Sobran totalmente las manoletinas finales y mata a la tercera: el posible premio se ha esfumado.

Pase de pecho de Emilio de Justo a su primero toro, de nombre Coñac
La conclusión es la que siempre repito: además de nobleza, los toros deben tener fuerza, casta, poder. Con reses como las de esta tarde, Daniel Luque –dirían los revisteros clásicos– «anda a gorrazos». Necesita más toro para lucir su mando, su capacidad lidiadora. Después de abrir la Puerta del Príncipe, me dijo que ya había aprendido esa lección. Hoy, ha tropezado en la misma piedra. Por lo menos en Plazas de primera categoría, él y sus apoderados deben evitarlo.
POSTDATA. En la Plaza de Valencia, que él cantó tantas veces, es justo recordar a un notable poeta taurino, Rafael Duyos. Fue un personaje singular: cardiólogo, poeta, recitador y, al final de su vida, sacerdote. En sus recitales, solían presentarlo con estos versillos: «Es un médico poeta, / rapsoda, más que galeno: / recita, más que receta». Fue gran aficionado a los toros, amigo de muchos toreros y dirigió el programa de radio «Entre barreras». Su libro taurino más importante, muy elogiado en el prólogo por Manuel Machado, se titula Los ángeles hacen palmas. Canta en él a sus admirados Domingo Ortega, Manolete, Arruza, Luis Miguel Dominguín, Pepe Luis Vázquez, Antoñito (sic) Bienvenida, Mario Cabré… Por mucho que Rafael Duyos amara su tierra valenciana y la Fiesta de los toros, esta tarde, salvo la faena de Luque a su primer toro, no hubiera encontrado muchas cosas que cantar.
ficha
- Valencia. Feria de Fallas. Lunes 17 de marzo. Dos tercios de entrada. Toros de Juan Pedro Domecq (6º, sobrero), nobles pero justos de presentación y flojos.
- SEBASTIÁN CASTELLA, de carmín y plata, dos pinchazos y estocada baja (aviso, silencio). En el cuarto, pinchazo hondo y descabello (aviso, silencio).
- DANIEL LUQUE, de grana y oro, pinchazo y estocada (oreja). En el quinto, estocada y seis descabellos (silencio).
- EMILIO DE JUSTO, de blanco y azabache, estocada (silencio). En el sexto, dos pinchazos y estocada (palmas de despedida).