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Umbral y Cela, últimos representantes de una generación irrepetible de escritores, dejaron frases para la historia

Umbral y Cela, últimos representantes de una generación irrepetible de escritores, dejaron frases para la historiaEuropa Press

¿Por qué se comió Cela un grillo?, y otras anécdotas y frases increíbles de escritores famosos

Cela se comió un grillo, Umbral quería hablar de su libro, Fernando Fernán Gómez estaba muy capacitado para no hacer nada y Gabriel García Márquez le gritó a Hemingway en plena calle en París

Suele ser común atribuir frases a escritores, músicos o, en general, personajes destacables de la historia que, en realidad, nunca pronunciaron.

Hace unos días en El Debate se recogían algunos de los casos más llamativos. Sin embargo, pocas veces se ha hecho una recopilación de frases sorprendentes que, aunque pueda parecer mentira, sí se pronunciaron realmente.

Uy, qué horror. Una cucaracha

De entre las frases más llamativas pronunciadas por el Premio Nobel de la Literatura y enfant terrible de las letras españolas, Camilo José Cela (delante de las cámaras, por supuesto), suele citarse la inolvidable explicación –durante una entrevista con Mercedes Milá– del autor de La colmena de su prodigiosa habilidad con una palangana.

Sin embargo, vamos a traer aquí otro episodio menos conocido que tuvo lugar también ante la televisión en el programa de Joaquín Soler Serrano A Fondo.

La entrevista tuvo lugar el 16 de enero de 1976. En ella, Cela explicaba su amor por los animales, y lo ilustró con una anécdota en la que empezó explicando que «son muy bonitos los grillos, cantan muy bien y saben muy bien».

«Un día que estábamos en una terraza de un bar y pasó un grillo, y una señora: ‘uy qué horror, qué horror, una cucaracha’. Y le dije: ‘Señora, usted perdone, no es una cucaracha, es un grillo’, y yo me lo comí, claro, para darle a entender que no era especie malsana», narró Cela coronándose, una vez más, de gloria.

He venido a hablar de mi libro

Era el año 1992 cuando en el programa de Mercedes Milá –de nuevo Mercedes Milá– Queremos Saber, en Antena 3, el escritor Francisco Umbral dejaría para la posteridad uno de los incidentes más famosos de la literatura española.

Incidente, quizás, solo superado por el asunto de la palangana de Cela y el día en que Fernando Fernán Gómez mandó «a la mierda» a un admirador.

Umbral, visiblemente molesto, más que molesto, enfadado, levanta la mano e interrumpe el debate moderado por Milá, que le da la palabra al escritor.

Umbral, que en ese momento era una olla a presión a punto de estallar, comienza su histórica perorata: «A mí me has dicho personalmente por teléfono, Mercedes, que yo venía aquí porque esta tarde se ha presentado mi libro La década roja en un local de Madrid y que se iba a hablar de mi libro».

«Estamos acabando el programa», continuaba el escritor, «y de mi libro, que está ahí sobre la mesa, no se ha hablado ni se va a hablar para nada. Por lo tanto, yo estoy dispuesto a levantarme y abandonar la mesa, porque yo he venido aquí a hablar de mi libro, y no a hablar de lo que opine el personal, que me da lo mismo, porque para eso tengo mi columna y mi opinión diaria. De modo que, si no se habla de mi libro, me levanto ahora mismo y me voy».

Una descompuesta Mercedes Milá trató de retomar el hilo del debate, dejar de lado los demás temas y hablar del libro de Umbral. Pero el enfado del escritor va creciendo y la situación entra en terrenos del esperpento.

Un miembro del público pide la palabra, Milá, ante el estupor de un Umbral apunto de saltar como un tigre de Bengala, le da la palabra y pide a Umbral que se marche del plató por maleducado.

El público aplaude en señal de aprobación y, Umbral empieza a aplaudir rabiosamente apoyando la petición de su expulsión. El vídeo de la escena completa no tiene ningún desperdicio.

Estoy muy capacitado para no hacer nada

Hemos citado aquí el momento en que Fernando Fernán Gómez manda «a la mierda» a un admirador. Pero hay otro momento, más sereno, menos popular, pero igualmente célebre, en una entrevista en la 2 de Televisión Española, en que el actor y escritor defiende el derecho a no hacer nada y firma que «yo estoy muy capacitado para no hacer nada».

«Yo no soy una persona de esas de las que se dicen que necesitan estar trabajando porque si no, no se realizan. Si yo hubiera sido heredero, habría estado perfectamente sin hacer nada», explicaba el autor de Las bicicletas son para el verano.

¡Maestroooo!

La anécdota la contaba el propio Gabriel García Márquez en su introducción a los Cuentos de Ernest Hemingway.

El escritor colombiano, autor de Cien años de soledad, nunca ocultó su admiración por Hemingway, al que consideraba como su maestro.

Durante la primavera de 1957, cuando García Márquez era un joven escritor que ni soñaba con ganar el Nobel, paseaba por un París sombrío para su paseo rutinario en el parque del Luxemburgo, junto al barrio Latino.

Cerca de allí, en el boulevard Saint-Michel, perpendicular al bohemio boulevard Saint-Germain, cruzó sorpresivamente sus pasos con los de (él sí) Nobel de Literatura, Ernest Hemingway.

A García Márquez le dio un vuelco al corazón. Le separaba únicamente la calzada: él subía por una acera, Hemingway bajaba por la otra. Como narra el mismo escritor, lo único que fue capaz de hacer fue poner las manos a modo de megáfono y gritar al autor de Por quién doblan las campanas: «¡Maestroooooo!».

Lejos de ignorarlo o de salir corriendo, Hemingway entró al trapo, reconoció a aquel joven escritor que le admiraba, y con el que ya se había encontrado antes, y le respondió con otro grito en español: «¡Adiós, amigoooo!».

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