Once años sin Lucian Freud
El nieto de Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, murió el 20 de julio de 2011 a los 88 años siendo el artista vivo más cotizado del mundo
Un día como hoy de 2011 murió Lucian Freud, uno de los grandes artistas del siglo XX y nieto de Sigmund Freud, padre del psicoanálisis. Podría decirse que fue una suerte de equivalente pictórico al periodístico de Hunter S. Thompson, quien dijo, por ejemplo, que «siempre es importante actuar como loco en primer lugar, porque siempre se puede parecer normal después». Lucian hubiera sido un buen caso clínico para el abuelo Sigmund, pues al contrario de la frase de Thompson, nunca pudo o nunca quiso parecer normal, siempre en compañía de ladrones y maleantes, como si huyera como alma que lleva el diablo de las levitas y los peinados con raya de la vieja Viena (aunque él era británico nacido en Berlín) de su antepasado.
Por su afición al juego contrajo deudas casi siempre peligrosas, todo al rojo, que pagaba con sus obras. Lo poco que quedaba después lo perdía en su obsesión por las carreras de caballos, por lo que llegaron a prohibirle la entrada en los hipódromos, de los que perdió el interés cuando obtuvo el éxito pues el riesgo de perder ya no existía. Alguien calculó que había tenido más de 1000 amantes en otro afán coleccionista. En un mismo año dejó embarazadas a tres mujeres. Tres hijos en un año de los cuarenta que se le suponen y de los que «solo» reconoció a catorce.
Francis Bacon, su gran influencia
Estudiante mediocre, consiguió entrar en la Central School of Arts and Crafts de Londres gracias a una escultura de un caballo en arenisca. Inicialmente impulsado por Durero y los flamencos, su mayor influencia fue Francis Bacon, del que fue amigo desde que les presentó el también pintor Graham Sutherland. El cambio por la ascendencia se observa casi drásticamente en la obra del británico, lo que tiene su contraste, casi el contrapeso, en que aunque fue el irlandés quien ejerció de maestro, este pintó a su alumno cuarenta veces, por las solo dos que le retrató Freud.
Con 85 años se convirtió en el artista vivo más cotizado, cuando se pagaron 33 millones de dólares por su obra «La supervisora de subsidios durmiendo». Murió, ya lo hemos dicho, un día como hoy de hace once años (el 8 de diciembre cumpliría el siglo), tras una vida mucho más larga de lo que prometía, a pesar de haber parafraseado en la práctica a Thompson en aquella frase tan usada como él mismo: “La vida no debería ser un viaje hacia la tumba con la intención de llegar a salvo con un cuerpo bonito y bien conservado, sino más bien llegar derrapando de lado, entre una nube de humo, completamente desgastado y destrozado, y proclamar en voz alta: ¡Uf! ¡Vaya viajecito!