No se sabe a quién y por qué ella dice: «Todo está bien» con expresión preocupada. Pero el espectador se lo imagina. Es la imaginería de Lichtenstein, la personalidad, la simplificación de lo cotidiano envuelto por un dineral. Los puntos de Ben-Day de los periódicos que luego usó en otra vuelta de tuerca, de colores y más grandes, Damien Hirst, casi como una broma millonaria. La inspiración de lo banal que no lo parece la apariencia de conversación de Muriel, la protagonista de 'Un día perfecto para el pez plátano', de Salinger, cuando el cuento ya ha terminado.