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Desayuno en la cama (18) de Mary Cassatt

Desayuno en la cama (1897) de Mary Cassatt

'Maestras', la estupenda exposición feminista del Thyssen que afea el mensaje radical del comisariado

Cabe preguntarse si no hablan por sí solas las obras de tan grandes artistas, sin necesidad de que se las tenga que «preinterpretar»

La nueva exposición temporal del Museo Thyssen-Bornemisza, Maestras, trae a artistas famosas y reconocidas de su tiempo como Berthe Morisot o Mary Cassatt. Con todo lo bueno que significa su re-reconocimiento y su unión en una muestra solo para ellas, siempre rechina el componente combativo con el que llega, como si alguien (¿el hombre?), tuviera la culpa de su «borrado», en expresión propia del comisariado.

En la exposición de la exposición aparecen los mantras tipo «patriarcado» o «historias tergiversadas con pinturas eróticas», ¿acaso no se dio también el erotismo en las representaciones de hombres, por ejemplo en las escenas religiosas de la mismísima Capilla Sixtina? ¿Acaso La Libertad guiando al pueblo de Delacroix no es la máxima, casi primigenia manifestación de feminismo esencial y valiente?

Las hermanas de Berthe Morisot

Las hermanas (1869) de Berthe Morisot

Una mujer heroína, que enarbola la bandera y el fusil, guiando a los hombres en el frente, bajo las balas, con los pechos descubiertos. Menos mal que se reconoce que las reinas y nobles, antes de la Revolución Francesa, respaldaron a las artistas, y no solo ellas, sino también los hombres, sus compañeros artistas.

En un recorrido que parece enderezarse para las mujeres y en la visión de las mujeres responsables de Maestras, que en el vídeo promocional presentan la muestra con los brazos cruzados y la mirada ciertamente desafiante (como los jugadores de fútbol cuando los presentan en la televisión antes de los partidos) como si esto fuera algo irrenunciable. ¿Es que hay que ir al museo con predisposición? ¿No será mejor «ir», simplemente, al museo?

En el palco de Helene Funke

En el palco (1904-1907) de Helene Funke

Cabe preguntarse si no hablan por sí solas las obras de tan grandes artistas, sin necesidad de que se las tenga que «preinterpretar». No se imagina uno a Berthe Morisot con los brazos cruzados, desafiando a sus contemporáneos impresionistas, sino simplemente pintando, hablando con ellos, compartiendo precisamente impresiones de tú a tú, de colega a colega, de artista a artista.

Chirría en el relato del comisariado expresiones sobre los maravillosos cuadros que reflejan la maternidad como «los tediosos cuidados, las tareas domésticas o, en definitiva, la dureza anímica y material de la crianza». O «las artistas subrayan la sensación de hastío y enjaulamiento de las madres». Sentencias que afean la visión de unas imágenes realmente encantadoras (de las que no se dice nada) que no necesitan interpretaciones sino solo observaciones.

Niña tehuacana (1942) de Frida Kahlo

Niña tehuacana (1942) de Frida Kahlo

La solo lectura de la química palabra «sororidad» rechina en la contemplación de las Tres mujeres con sombrillas de Marie Bracquemond, o las Jóvenes de Louise Catherine Breslau, de la modernidad de Sonia Delaunay, de la delicadeza (no exenta de combatividad femenina, como la de Frida Kahlo) que es mucho más fuerte y mucho más bella, sobre todo si hablamos de arte (aunque el arte hoy, no este, por mucho que se quiera convencer, hable poco de belleza), que epílogos innecesarios como «demoler el orden patriarcal», conceptos construidos a posteriori, posibles gracias al talento y a la vanguardia de estas artistas cuyas hermosas obras (la mayoría) hay que ir a ver al Thyssen (hasta el 4 de febrero), mucho más allá del ya fastidioso sentido habitual (mejor obviarlo, para que nada perturbe la impresión natural) que le quieren dar las responsables de la exposición.

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