Ficción / Novela
La culpa, la gracia y aquellos maravillosos años
Una novela total de ritmo suave y vibrante, la mejor de Jonathan Franzen hasta el momento.
salamandra / 640 págs.
Encrucijadas
Cambio de registro. Las grandes obras de Franzen comenzaron con el simbólico día de la destrucción de las Torres Gemelas (Las correcciones se publicó pocos días antes del atentado), con esta pandemia ha decidido que ya es tiempo de hacer otra cosa. También podría argumentarse que uno de los objetivos de sus obras, la explicación y crítica del presente, es tan complicado de alcanzar que necesita tomar carrerilla para alcanzarlo. Encrucijadas tiene más de seiscientas páginas y promete ser el primer libro de una trilogía con el modesto título de Una clave para todas las mitologías. Es su primera obra histórica, si podemos considerar así los años 70, y promete acompañar a sus protagonistas hasta la actualidad. Casi nada.
La familia Hildebrandt está formada por Russ, pastor protestante, su mujer Marion y sus cuatro hijos. Viven en un barrio burgués localizado en una ciudad inventada de Illinois y bajo la apariencia de normalidad esconden un intenso mundo interior. Sería un tópico definirlos como una familia desestructurada porque los Hildebrandt son más bien individuos desestructurados: ángeles con las alas rotas, seres heridos por la vida con una culpa que arrastran desde hace años (algunos como el adolescente Perry, desde el momento de nacer) y una aspiración al bien que choca constantemente con sus debilidades.
Franzen dice no ser cristiano, pero no hay asunto que más importe a sus personajes que la religión. Su tratamiento es sincero hasta tocar hueso. Russ pertenecía a una comunidad menonita y Marion, de origen judío no practicante, estaba en vías de conversión al catolicismo. Ambos abandonan sus credos para crear una familia protestante, si bien ambos orígenes dejan mella. Ella es la que tiene una fe más intensa, espiritual y doliente: «quienes no eran católicos de verdad no entendían que Satanás no era un tentador irresistible y culto, ni un demonio burlón con la cara colorada y un tridente. Satanás era el dolor sin límites, la aniquilación de la conciencia», dice.
Sus hijos intermedios, Becky y Perry, heredan el don para estar en contacto con la trascendencia, si bien con resultados muchas veces devastadores. La gracia, la iluminación, la epifanía, o como queramos denominar esos momentos de conciencia divina, son constantes en unos personajes que se debaten entre el bien y el mal. Su objetivo, la salida de la angustia y la ansiedad por la religión o por emplastos adictivos: el alcohol, el sexo y la droga.
Franzen dice no ser cristiano, pero no hay asunto que más importe a sus personajes que la religión
El título no me gusta, aunque Franzen no se caracteriza por sus buenos títulos, pero define muy bien la novela: «Encrucijada» es el nombre del grupo cristiano que codirige el padre y al que asisten varios hijos. Gran parte de la trama sucede durante sus actividades (un concierto benéfico, un viaje a tierra de los navajos). Los personajes también se encuentran en una encrucijada vital (ser infiel a la pareja, tomar drogas, marcharse a Vietnam). Además, desde el punto de vista estructural, la novela juega a ser un cruce de caminos (Crossroads se titula en el original) de varias vidas que siguen su itinerario personal pero que tienden a unirse en la definición clásica de «trama».
Tras estas líneas podría parecer que se trata de una novela densa y profunda al estilo ruso. Nada más lejos de la realidad. Encrucijadas, como el resto de los libros de Franzen, mantiene ese ritmo suave y vibrante. La historia toma pronto velocidad de crucero y nos mantiene en estado de interés total, con momentos que se acercan a la tragedia griega y otros en los que te arranca la sonrisa e incluso la risa. Es una novela de personajes, los seguimos con interés, compasión, algo de inquina a veces por lo mal que hacen las cosas.
Es tan intensa la ficción que al principio parece que no hay trama, que simplemente estamos acompañando a los miembros de la familia en unas vidas que, sin ser aburridas, no aportan mucho. Poco a poco, esos caminos se van acercando hasta el cruce en una apoteosis deslumbrante de pasión y a partir de ahí vemos que los personajes están perfectamente atados por los invisibles hilos del narrador que bien sabe a dónde llevarlos. La crítica dice que es el mejor libro de Franzen, y eso es mucho decir. Yo estoy de acuerdo.