‘La pata de Monkey’: un meritorio homenaje a la literatura de fantasmas y terror
En La pata de Monkey subyace el poso y la tradición de la buena literatura. Y es, además, una magnífica fuente de recomendaciones para esos chicos y chicas que quieren abundar en el placer de la lectura
Unos amigos me contaron que, de regreso a Madrid tras las vacaciones, ante la imposibilidad de dormir en el Parador de siempre, esos días en proceso de remodelación, habían recalado en «el castillo de Drácula». Cuando pedí más explicaciones, me dijeron que era un lugar para ellos desconocido, muy antiguo y oscuro, de aspecto macizo y decoración medieval, con armaduras y espadas colgadas de las paredes, sin más clientes que ellos. Les atendió –con mucha diligencia– una mujer ucraniana que, haciendo las veces de espectral ama de llaves, les preguntó qué deseaban para cenar.
SM, Colección Gran Angular (2024). 160 páginas
La pata de Monkey
Cuando escuché tan divertida descripción, asumí que estaba ante una transfusión más entre realidad y literatura. Bram Stoker se inspiró en algunos aspectos de la realidad para escribir su novela, y ahora mis amigos citaban la realidad de una extemporánea posada echando mano de los libros de terror. «No sé por qué lo llaman terror. Estos libros prestan atención a la relación del ser humano con los espacios que habita, indaga en los desajustes de esa relación, da voz a las voces que no oímos, otorga realidad a las imágenes que preferimos calificar de visiones y, lo más importante, nos hacen entender el tiempo no como algo lineal, sino como un todo indisoluble en el que se funden pasado, presente y futuro».
Quien se expresa así, con esa suerte de manifiesto que viene a explicar el interés de tantas personas por lo oculto, es Ignotus Ismeretlen, un chico que, por vocación y por destino, está acostumbrado a habitar el mundo de las sombras.
La narración comienza con un viaje desalentador que traslada a Elsa y a sus padres a un pueblo aislado para hacerse cargo de un hotel de aspecto desvencijado y ruinoso que tiene fama de ser una casa encantada, algo así como un castillo de Drácula (el de mis amigos o el novelesco) venido a menos.
Deambula por estas páginas un grupo de personajes desorientados que tratan de encontrar su lugar en el mundo: los citados Elsa e Ignotus, los padres de ambos, Klara (hermana de Ignotus), las amigas Magda y Susana y, sobre todo, Monkey, el mutilado monito de trapo del que Elsa ni quiere ni puede separarse. Monkey, que ha perdido una patita, es para Elsa –que arrastra un pasado traumático– una parte más de su cuerpo, un férreo y adictivo anclaje emocional que le permite defenderse de la insoportable realidad.
Elsa y familia quieren adaptarse al entorno, pero no es fácil empatizar con una zona donde los raros son considerados normales y los normales son considerados raros. Sirva el ejemplo de Klara, que resulta incomprensible precisamente porque se comporta como es lo habitual en una chica de su edad.
Paloma González Rubio, una de las autoras actuales de literatura juvenil más destacadas, no esconde que con esta novela de fantasmas –los más aterradores, recordemos, son los que llevamos dentro– paga la deuda contraída con los mejores escritores del género. Ella misma confiesa, al final del libro, que la historia rinde homenaje a los «autores más relevantes de la literatura de fantasmas y terror», léase entre otros Edgar Allan Poe, Vernon Lee, Lovecraft, Robert Kirk, Sheridan Le Fanu, Charlotte Mew, Shirley Jackson, Gustavo Adolfo Bécquer y, por supuesto, W.W. Jacobs, cuyo relato «La pata de mono» es el telón de fondo de esta novela.
Aunque el libro se recrea de manera intencionada en épocas pasadas, esas que van desde el principio del Romanticismo hasta la primera mitad del siglo XX –olvídense, por tanto, de encontrar aquí smartphones, redes sociales o inteligencia artificial–, González Rubio aborda temas muy actuales que preocupan a los padres, como la exclusión del alumno por el mero hecho de no encajar con la norma. La narración podría ser entendida quizá como una invitación a aceptarnos a nosotros y también a los demás.
La pata de Monkey es el reverso positivo de esa literatura para jóvenes con diálogos banales y tramas pobres basada en simples ocurrencias
Una casa de «trágica apariencia de abandono irremediable» que impide el paso a quien no es de su agrado, sucesos sobrenaturales, ruidos extraños, cuadros que cambian de lugar, espectros desencarnados... La novela rescata muchos elementos habituales de la literatura de fantasmas, y lo hace con un fuste y un equilibrio narrativos solo al alcance de las mejores plumas.
La pata de Monkey es el reverso positivo de esa literatura para jóvenes con diálogos banales y tramas pobres basada en simples ocurrencias. La pata de Monkey es buena literatura porque en ella subyacen el poso y la tradición de la buena literatura. Y es, además, una magnífica fuente de recomendaciones para esos chicos y chicas que quieren abundar en el placer de la lectura. Esos que, como quien esto escribe, buscan en los libros su personal pata de Monkey a la que aferrarse.