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Detalle de portada. «El último trago» de Daniel Okrent

Detalle de portada. «El último trago» de Daniel Okrent

Ensayo / Historia

Fanáticos religiosos, grupos de presión política y alcohol: la increíble historia de la «Ley seca»

Daniel Okrent presenta de una forma amena, pero sin perder un ápice de rigor y objetividad, la extraordinaria historia de la «Ley seca» y su indeleble huella en la sociedad y política estadounidense

Detalle de portada. «El último trago» de Daniel Okrent

ático de los libros / 672 págs.

El último trago. La verdadera historia de la Ley seca

Daniel Okrent

Los Intocables de Eliot Ness, película de 1987 dirigida por Brian De Palma, con banda sonora de Ennio Morricone y protagonizada por actores de la talla de Kevin Costner, Sean Connery, Robert De Niro y Andy García, es una de las películas que todo amante del séptimo arte ha de ver en algún momento de su vida. Este largometraje no solo es magnífico en su forma, sino también en su fondo, al adentrarse en uno de los periodos más llamativos e interesantes del siglo XX estadounidense: el de la «Ley seca» y el contrabando de alcohol en ciudades como Chicago. 

La película, sin embargo, está basada en un libro cuyo autor fue un agente del Departamento del Tesoro estadounidense, Eliot Ness nada más y nada menos, interpretado en el filme por Kevin Costner. Por tanto, y pese a lo magnífica que es la película, vemos una historia de buenos y malos, de la ley y el orden contra el caos y el crimen, los agentes del gobierno contra la mafia, Eliot Ness contra Al Capone, donde no se aprecian las gamas cromáticas que en realidad caracterizaron este episodio histórico. 

Con esto no queremos blanquear o justificar organizaciones criminales como la de Capone, solo señalar que la historia de la Ley seca fue mucho más compleja de lo que la película puede mostrar. En esta tampoco se aborda el proceso que desembocó en la «Ley Volstead» o Prohibition (como se conoció oficiosamente la ley en Estados Unidos), ni las consecuencias sociales, económicas y políticas que tuvo. De esto y muchísimo más se ocupa Daniel Okrent en El último trago. La verdadera historia de la Ley seca.

Ley Volstead

La llamada «Ley Volstead», más conocida en Estados Unidos como Prohibition, fue la Decimoctava Enmienda a la Constitución estadounidense, y entró en vigor el 17 de enero de 1920. Dicho así parece algo sencillo, casi un mero trámite político-administrativo. Pero nada de eso. Al contrario: el camino a la Prohibición fue una larga y penosa guerra que comenzó a mediados del siglo XIX, y que dividió a la población estadounidense en dos bandos prácticamente irreconciliables: «secos» y «húmedos». 

Esa gran guerra, que cambió la vida de muchos, que determinó la política estadounidense durante al menos treinta años y que llegó a convertirse en ley federal (para todos los estados) mediante la ya citada Enmienda fue iniciada por un pequeño grupo de mujeres (que en aquella segunda mitad del siglo XIX no tenían participación en la vida política) agrupadas en torno a la Unión Cristiana de Mujeres por la Templanza, un grupo de mujeres protestantes que identificaron al alcohol como el principal enemigo de la nación. 

Sufragistas, «húmedos» y «secos»

Este grupo se convirtió no solo en un ensayo y precedente, como señala Okrent, del movimiento sufragista en Estados Unidos (muchas sufragistas famosas como Susan B. Anthony salieron de entre sus filas), sino que se convirtió en uno de los mayores grupos de presión de la época: muchos estados del país llegaron a imponer asignaturas en los escuelas (Instrucción Científica para la Templanza) sobre las consecuencias de ingerir alcohol (como que dejaba la garganta en carne viva…). Su más poderosa (y masculina) sucesora, la Liga Anti-Salón, lejos de querer influir en el pensamiento de los jóvenes, pasó a la lucha política.

Ahora bien, esta tampoco es una historia parcial. Okrent también señala que estos grupos tenían una causa, y es que el consumo de alcohol en Estados Unidos alcanzaba unas cotas verdaderamente preocupantes, y cita el autor la significativas palabras de Frederick Marryat: «Si te encuentras con alguien, bebes; si te despides de alguien, bebes; si conoces a alguien, bebes; si cierras un trato, bebes; se pelean por la bebida y, luego, hacen las paces con un trago. […] empiezan a beber pronto en la vida y continúan bebiendo hasta el momento en que, también de forma prematura, estiran la pata». Señala Okrent que «llegado 1830, los adultos estadounidenses estaban bebiendo, per cápita, unos pasmosos 26,5 litros de alcohol puro al año», y aún no se había producido la oleada migratoria procedente de Europa a partir del año 1848, donde destacó la inmigración masiva irlandesa y, en menor medida, la alemana.

No es una historia de buenos y malos, sino únicamente, una historia magníficamente entretejida

La Liga Anti-Salón, con Wayne Wheeler al frente, fue el movimiento prohibicionista más potente, y no dudó en aliarse con cualquier grupo político siempre que este no entorpeciera su hoja de ruta contra el alcohol. En muchos casos el objetivo de la prohibición creaba improbables compañeros de cama, como supremacistas sureños y progresistas del noreste, cuyo único punto de contacto era ser «secos». Dentro de los «húmedos» también había una enorme variedad, pero donde destacaban especialmente los descendientes de inmigrantes irlandeses. Con la llegada de la «Ley Volsted» todo pareció acabado, pero la auténtica guerra no había hecho más que comenzar. El crimen organizado hizo su aparición, para ya nunca desaparecer.

Esta, pues, no es una historia de buenos y malos, sino únicamente una historia, magníficamente entretejida, hay que añadir, por el experimentado Daniel Okrent, que sorprenderá a muchos y atrapará a todos.

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