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Mariano Rajoy, en el Congreso, mirando al exdiputado de Podemos Alberto Rodríguez

Mariano Rajoy, en el Congreso, mirando al exdiputado de Podemos Alberto Rodríguez

Manifiesto contra el populismo

Como dice el autor, hace diez años nadie hablaba del populismo, y hoy es imposible dejar de hacerlo cuando se aborda la situación política

Política para adultos

PLAZA & JANES | 336 páginas

Política para adultos

Mariano Rajoy

«La política para adultos, como yo la entiendo, es una política capaz de ver más allá del próximo cuarto de hora, una política que sabe expresarse en algo más que un tuit, que se basa en la racionalidad y no en las puras emociones, que está dispuesta a mirar a la realidad cara a cara y que, sobre todo, puede servir para que los adversarios se entiendan cuando el interés del país así lo exige. Tampoco es tan difícil» (pág.18). Así describe Mariano Rajoy Brey de qué trata su nuevo libro Política para adultos, que es en realidad un manifiesto contra el populismo, un alegato contra los extremismos, una diatriba –divertida– contra el cortoplacismo.

Como dice el autor, hace diez años nadie hablaba del populismo, y hoy es imposible dejar de hacerlo cuando se aborda la situación política. Hay populistas de muy diferentes tendencias, pero suelen tener características comunes como sus maneras de estar presentes en la vida de los países: «Una de las más infalibles es la apelación directa al pueblo, un pueblo homogéneo y sin fisuras con una voluntad común que sólo el líder populista sabe interpretar. Un pueblo que, además, siempre es víctima de algo o de alguien, sea del Ibex 35, los partidos tradicionales, los burócratas de Bruselas, la Organización Mundial del Comercio o 'el pantano de Washington' que Trump prometía drenar».

Una de las cuestiones que Rajoy plantea con claridad es para qué había que hacer una segunda transición o una reforma constitucional: ¿a dónde se quería llegar? Antes de embarcarse en un proyecto así hay que saber lo que se quiere conseguir. Generalmente, antes que elecciones, prefiere referendos, que dividan a la sociedad en los del «sí» y los del «no». Nada inclusivo ni agregador.

Uno de los asuntos que ocupa bastantes páginas es el de Cataluña, sobre el que parecía que Rajoy ya había dicho casi todo en su libro anterior. Pero aquí hay aportaciones relevantes. El autor recuerda que «durante todo el desarrollo de la crisis independentista de Cataluña ni una sola de las disposiciones de mi Gobierno haya sido enmendada por los tribunales. Y no es sólo una cuestión de orgullo personal o de justo reconocimiento a todo el equipo jurídico del Gobierno que dirigía Soraya Sáenz de Santamaría. Hicimos un esfuerzo por ser absolutamente escrupulosos en la aplicación de los mecanismos del Estado de derecho porque sabíamos de las graves consecuencias que hubiera tenido cualquier revés judicial o constitucional para este asunto» (pág. 167-8). Como es lógico Rajoy tiene que reflexionar sobre la actuación del actual Gobierno de la nación en esta materia y sólo puede concluir que «mal está conceder a los secesionistas un perdón que no han pedido y que no merecen; peor es hacerlo con el informe contrario del Tribunal Supremo y cuando se ha engañado groseramente a la población, a la que se había garantizado justo el tratamiento contrario» (pág.270). 

Y concluye su libro con esta reflexión para los independentistas: «Sus líderes pueden seguir defendiendo sus ideas sin cortapisas, pero saben dónde están los límites democráticos a sus actuaciones, como saben igualmente que la ley se aplica. (…) La democracia es, ante todo, contención, y quienes más obligados están a practicarla son los propios políticos, aunque sean secesionistas». Y Rajoy aprovecha para recordar que los precursores de la xenofobia en España, algo tan propio de los populistas de todas las ideologías, «...fueron los independentistas catalanes. Desde Heribert Barrera cuando dijo que 'la inmigración es la principal amenaza de Cataluña' hasta Quim Torra cuando se refería a los no catalanes como 'bestias con forma humana que destilan un odio perturbado'. Quiero subrayar que el autor de estas palabras presidió dos años y medio la Generalitat de Cataluña y nadie se escandalizó por estas palabras, que en cualquier otro país democrático hubieran supuesto la inhabilitación definitiva de su autor para cualquier actividad institucional».

Hay dos asuntos más a los que Rajoy presta bastante atención como intento de contraargumentar el discurso populista. Uno es Europa: «La Unión Europea es una entidad compleja en grado máximo, su gobernanza y el proceso de toma de decisiones responden a un endiablado puzle donde hay que encajar la soberanía de los distintos estados, las competencias de las instituciones comunitarias, los intereses muchas veces contradictorios de los socios y el respeto a unas reglas comunes. Cada crisis pone a prueba este delicado entramado institucional y da argumentos a los eurófobos de toda condición. Pero de cada crisis en la que se juega su supervivencia, Europa sale viva –que no es poco– y algo más fuerte» (pág. 25), a lo que añade algo muy relevante a la hora de defender a la Comisión Europea de tantos ataques disparatados por su gestión de las crisis: «La Comisión Europea, fundamentalmente es un poder regulador, no es un órgano de prestación de servicios públicos, y en verdad no ha tenido la eficacia que tienen los estados nacionales acostumbrados desde hace siglos a gestionar toda la administración de un país».

Y por último, pero no menos importante, este libro es un encendido alegato en defensa de la Monarquía española y en contra del ataque minuciosamente preparado desde las filas del populismo izquierdista contra la Corona. Porque, como afirma Rajoy «defender la institución supone defenderla por lo que significa en sí misma. Sin tener que justificar esa defensa en los méritos de las personas que la encarnan» (pág.179), a lo que añade que «a pesar de los argumentos y de la intachable conducta del Rey Felipe VI, la Monarquía en España está siendo objeto de una campaña de descrédito inspirada por los mismos que pretenden liquidar toda la arquitectura institucional del llamado 'régimen del 78'. No son los eventuales errores de Juan Carlos I los que justifican esta campaña de hostigamiento, sino la propia naturaleza de la Monarquía constitucional, su mandato de 'arbitrar y moderar el funcionamiento de regular de las instituciones'. Esta y no otra es la verdadera razón que anima a esta campaña antimonárquica: desbordar el sistema de contrapesos democráticos para avanzar en un nuevo modelo de carácter abiertamente populista donde todo el poder responda a la mayoría de Gobierno» (pág.182). Ni aquel director de la Real Academia Española que fue cinco veces presidente del Consejo de Ministros y que se llamaba Antonio Maura lo hubiera resumido mejor.

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