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John Ronald Reuel Tolkien.

John Ronald Reuel Tolkien.

El desconocido misterio de Tolkien, el hobbit escritor

Acercarse a la obra de Tolkien no es solo entrar en un mundo de fantasía, sino adentrarse en un misterio
inagotable de preguntas en torno a su humanidad

No es del todo cierta la imagen de afabilidad y despreocupación que nos hemos hecho de J. R.R. Tolkien, quizá llevados por esas fotografías del autor fumando en pipa bajo los árboles y rodeado de floresta como un hobbit de la Comarca. Porque en un hombre confluyen, al mismo tiempo, distintos rostros y distintos dramas a lo largo de su vida.

Una infancia dramática; una juventud de sacrificios

El Tolkien de los últimos años, venerado por sus lectores y fotografiado en multitud de bucólicas poses parece un hombre sosegado y apacible. Sin embargo, su infancia y juventud no fueron precisamente tranquilas entre la muerte de su madre, el seguro dolor de la orfandad y la experiencia, inimaginable para nosotros, de una guerra (la gran guerra) que asoló Europa y que años más tarde, la partiría en dos bloques irreconciliables.

El Tolkien de la juventud tampoco parece la estampa de un hombre alejado de la acción y de la realidad; ya que afronta una dura educación filológica en Oxford  sin poder ver a su amada, Edith Mary Bratt, por expreso deseo del padre Francis (el tío Curro), que impedirá la relación entre los enamorados hasta que el escritor no termine los estudios.

Los conocimientos clásicos 

Nosotros hemos disfrutado su obra, a la que volvemos constantemente, pero no hemos hecho el apasionado trabajo de conocimiento de las grandes epopeyas nórdicas y toda la mitología antigua con la que el escritor pasaba las horas imaginando un mundo con sus dioses, sus lenguas, su geografía y sus personajes.

El éxito de la saga del anillo destapa, sobre todo a un personaje cautivador, que es el mismo John Ronald Reuel Tolkien y una vida atravesada por la fe católica de su madre y del sacerdote, ya citado, padre Francis, que lo acompañará hasta la muerte del sacerdote.

La fe católica y la amistad

A nosotros, también ha llegado el conocimiento de sus creencias, pero es muy importante  que caigamos en la cuenta de que no es una fe ideológica o encerrada en sí misma, sino abierta de par en par al otro, y cuya consecuencia fundamental es la amistad como compañía carnal entre los hombres; como se verá a lo largo del camino de los portadores del anillo, y como percibían amigos suyos, como C. S. Lewis, cuya conversión tendrá en Tolkien un origen fundamental.

Busto de Tolkien en Oxford

Busto de Tolkien en Oxford

Surgen muchas preguntas en torno al escritor

Esta amistad conmovedora recorre el relato de El señor de los anillos  y El Hobbit, siendo esta la tierra sobre la que se sustenta toda la epopeya; la amistad entre las distintas razas, el esfuerzo compartido del sacrificio para alcanzar un ideal y el afecto que sostiene a los protagonistas hacia Mordor. Pero, si vamos hasta el fondo del relato, ahí donde habita el corazón de autor, veremos que las preguntas a propósito de su humanidad, se suceden unas a las otras.

Un escritor despreocupado y perezoso

 Si es verdad que, para comprender un poco la genial personalidad de Tolkien, hay que asomarse a Hobbiton y mirar a Bilbo, con sus aficiones, sus manías y su querencia a la tranquilidad de una buena vida sin sobresaltos. Y sí es verdad, como cuentan los biógrafos y se desprende de la correspondencia que ha llegado hasta nosotros, que el escritor fue un hombre despreocupado de la actualidad de su tiempo, y que no seguía las noticias más que a través de breves resúmenes y charlas con amigos, a los que sorprendía con su difícil conversación, cambiando fácilmente de tema, pasando de una cosa a otra sin previo aviso, y sin apenas hacerse entender porque no se sacaba la pipa de la boca. Sí, además, era muy desordenado, y su despacho era un desbarajuste de libros sobre libros y papeles por todas partes; y que no sólo no le afectaba ese desorden, sino que, por encima de todo era insoportablemente perezoso, como él mismo reconocía y postergaba el instante doloroso de comenzar la escritura, dibujando palabras y creando nombres en lenguas que sólo comprendía él.

Si, además de todo esto, es verdad que detestaba la política y sus afinidades, y todo el ruido generado a su alrededor,  definiéndose como un anarquista literario que no quería saber nada de nadie y, a medida que  envejecía, fue alejándose más y más de todo.

Postal navideña de Tolkien

Postal navideña de Tolkien

Y, si, después de todo, es verdad que el contexto vital de su generación es el amargo mundo de entreguerras, en el que se desborda una amargura y una violencia nunca vistas hasta entonces en una Europa arrasada por la violencia totalitaria, no hay más remedio que preguntarse ¿ cómo es posible que alguien así: tan aparentemente fuera del mundo, tan aparentemente desconectado de lo que entendemos por realidad, escribiera una de las obras literarias más reconocidas por su positividad de todo el siglo XX?

Una inocencia última

Y, ¿ cómo es posible esa profundidad y esa capacidad de conocer lo humano con toda su miseria y su grandeza, tal y como se desprende de las páginas de sus libros? ¿Cómo es posible relatar esa eterna tentación del hombre de relacionar su salvación con un objeto de poder sin perder, en última instancia, la inocencia que desprenden los pequeños portadores del anillo?

¿Cómo es posible? ¿Basta el conocimiento y el acopio de lecturas? ¿Basta un temperamento? ¿Basta una sensibilidad? ¿O hace falta otra cosa que sintetice y unifique los datos y las experiencias de una vida que, aunque incomprensible ya para nosotros, no deja de sorprendernos por su luminosidad? 

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