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George Orwell, escritor de 1984

George Orwell, escritor de '1984'

Denuncian '1984' de George Orwell como un libro ofensivo y perturbador para la corrección política

La universidad de Northampton quiere censurar una de las novelas más esclarecedoras sobre la cultura de la cancelación y la tristeza del olvido

De un tiempo a esta parte, a las universidades, partidos políticos y ministerios de la reconstrucción de la verdad, les ha dado por protagonizar, hasta las últimas consecuencias, algunos pasajes más o menos literarios de las obras más distópicas; aunque en el fondo no sea tanto una búsqueda de las razones para comprender y sanar lo humano, sino un afán de censura disfrazada de denuncia contra supuestos enemigos de la libertad.

'1984' puede ser ofensiva y perturbadora para los estudiantes

A los anuncios de sospecha de la Universidad de Salford sobre Jane Eyre de Charlotte Bronte y Grandes esperanzas de Charles Dickens, hay que sumar la advertencia que la Universidad de Northampton ha hecho del contenido de otra novela que puede ser dañina y perturbadora para las mentalidades más ofendidas. Lo paradójico y, hasta cierto punto, irónico de la cuestión, es que la novela no es otra que la distópica y milenarista 1984 de George Orwell, que parece haberse encontrado con la horma de su zapato.

A esta advertencia de la universidad de Northampton sobre el contenido ofensivo de la novela, ya han replicado, justamente, algunas voces como la del parlamentario tory Andrew Bridgen, señalando la ironía de que «a los estudiantes ahora se les emitan advertencias antes de leer 1984», y ha declarado la realidad de que «los campus universitarios se están convirtiendo rápidamente en zonas distópicas de Gran Hermano, donde se practica la neolengua para disminuir el rango de pensamiento intelectual y cancelar a los hablantes que no se ajustan a él».

«Muchos de nosotros, y en ninguna parte es más evidente que en nuestras universidades, hemos renunciado libremente a nuestros derechos para conformarnos en una sociedad homogeneizada, gobernada por una élite que nos protege de ideas que, creen, pueden ser demasiado extremas para nuestra sensibilidad».

Una novela distópicamente presente

Publicada en 1949 la historia de Orwell, ambientada en un Estado totalitario que perseguía el pensamiento libre, le dio al mundo frases ya impresas en el imaginario de todos como «gran hermano», «nueva lengua» o «policía del pensamiento», que de una manera u otra se han repetido en la realidad o en la ficción a lo largo de la historia contemporánea, para disfrute de los amigos y obsesionados con las conspiraciones.

Winston Smith, el protagonista de la novela es un empleado estatal, encargado como tantos otros, del trabajo de olvido y cancelación del pasado, que es arrestado por una relación amorosa ilícita y que será vencido, precisamente, a través de la única cosa que le da realmente asco.

El error de comprensión con esta novela tan leída y tan usada para ejemplificar la tiranía y su dinámica de control asfixiante sobre el pasado y el presente, es pensar que se refiere a una distopia futura, cuando realmente se refiere al sacrificio cotidiano del anhelo más profundo del corazón, que todos y cada uno de nosotros practicamos en aras de una seguridad y una pertenencia a  mayorías difusas para no quedarnos solos.

Gran hermano, la expresión orwelliana usada hasta en pintadas y grafittis

Gran hermano, la expresión orwelliana usada hasta en pintadas y grafitis

La burocracia asfixiante en la que todos parecen sumergidos se asemeja a una nueva práctica religiosa dentro de una realidad opaca, absolutamente material, y vaciada de todo sentido, para sobrevivir atravesando, como y cuando buenamente se puede, los mismos días aburridos con sus acciones mecanizadas.

La manipulación del deseo del corazón

Pero el corazón, tal y como lo hemos recibido, lleno de «infinito deseo de infinitas posibilidades», según el genio poético de Leopardi, no puede aguantar mucho tiempo en esa situación. Y, entonces, busca una cura para el dolor que siente y para el que no encuentra consuelo.

El drama del relato orwelliano, como el drama de nuestra vida es dejarnos arrastrar a un ideal abstracto, a un sistema fabricado por un poder político o religioso que nos asegure la cura de las heridas pasadas o la restitución de la ofensa recibida, mediante la cancelación o el olvido opiáceo de una parte de la propia humanidad y de la propia historia.

Para el protagonista de 1984, como para cada hombre, la vida se juega entre la entrega del afecto a ideales paradisíacos o la búsqueda de un sentido más profundo de una realidad imperfecta y de una humanidad que anhela «con dolores de parto» la salvación de cada instante.

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