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Detalle de la portada de 'Historia de los perdedores'

Detalle de la portada de «Historia de los perdedores» de Luis E. Íñigo FernándezEspasa

«Historia de los perdedores» y juicio a los vencedores

Una recopilación de personajes, colectivos y pueblos supuestamente maltratados por la historia y ensalzados ahora por el autor

Detalle de la portada de 'Historia de los perdedores'

espasa / 464 págs.

Historia de los perdedores

Luis E. Íñigo Fernández

Comienza Historia de los perdedores con un alegato sobre la complicada tarea de buscar la verdad en un mundo en el que abundan los historiadores deshonestos. Cuando estas cosas ocurren suele ser sinónimo de que nos encontramos ante un libro plagado de justificaciones, juicios de volar y reflexiones moralizantes. Se cumple la norma en esta ocasión.

El título, sumado a la fotografía de Robert Capa elegida para su portada y a que su autor, Luis E. Íñigo Fernández, es un experto en la Segunda República, hace pensar que estamos ante trabajo que profundiza en la realidad de aquellos españoles que huyeron del país durante y tras la Guerra Civil. O, al menos, una narración centrada en ese Vae victis que se escuchó en una Roma que acaba de ser saqueada y que tantas otras veces se ha repetido a lo largo de los siglos: «Ay de los vencidos».

Nada más lejos de la realidad. El autor opta por presentar una mezcla de personas, colectivos y pueblos que, a su entender, han sufrido las injusticia de la historiografía partiendo de la idea orwelliana de que «la historia la escriben los vencedores». Esta convicción lleva a mezclar a los neardentales con Carlos V, las brujas, los obreros o los homosexuales. 

Muchos pueblos, etnias, clases sociales y colectivos humanos de distinta índole han resultado maltratados, calumniados, olvidados en el peor de los casosLuis E. Íñigo Fernández

Historia de los perdedores aporta en algunos momentos una interesante visión sobre realidades como la esclavitud romana, la agotada Castilla que soportaba el peso de un imperio o la creciente «cultura del descarte», como la ha venido a llamar el Papa Francisco, en un mundo globalizado.

El problema de esta complicada amalgama es la continua tendencia de Luis E. Íñigo Fernández de introducir apuntes que justifican o reprochan los comportamientos de unos y otros a lo largo de los tiempos.

Así, al hablar de las herejías en los primeros siglos del cristianismo, por ejemplo, todo acaba reducido al choque entre un discurso oficial encabezado por unos obispos cuyo poder «tenía ya bien poco de religioso» frente a aquellos «cristianos sinceros» que buscaban llevar a la naciente Iglesia «por un camino más respetuoso con lo que entendían una lectura veraz del mensaje de Cristo». 

El capítulo dedicado a las brujas, «valientes esposas de Satán» para nuestro autor, concluye con una sentencia que resume a la perfección la problemática del libro: «Ellas, como muchos otros grupos sociales e individuos a lo largo de la historia, fueron inmoladas en el altar del progreso, un progreso injusto que beneficiaba a unos mucho más que a otros. La Historia debe, al menos, reconocer su sacrificio».

En una de las últimas reseñas firmadas para El Debate, se alababa del libro sobre Alejandro Magno y su padre Filipo la capacidad de su autor de hacer historia de la forma más sencilla y eficaz posible: acudir a las fuentes, cotejarlas y tratar de acercarse lo máximo posible a la narración de los hechos del pasado. Historia de los perdedores rompe este esquema para acabar convertido en un juicio a los vencedores. 

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