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Portada de «Fake news y Edad Media» de Alejandro Rodríguez de la Peña y Giovanni Collamati (eds.)

Portada de «Fake news y Edad Media» de Alejandro Rodríguez de la Peña y Giovanni Collamati (eds.)CEU Ediciones

Vikingos, el Cid, san Francisco o el preste Juan: fake news medievales y sobre la Edad Media dignas de conocer (y estudiar)

Un plantel de expertos medievalistas, coordinados por Alejandro Rodríguez de la Peña y Giovanni Collamati, acercan al gran público «noticias falsas» tanto medievales como contemporáneas sobre la Edad Media con una mezcla perfecta de rigor y divulgación

Portada de «Fake news y Edad Media» de Alejandro Rodríguez de la Peña y Giovanni Collamati (eds.)

CEU Ediciones / 234 págs.

Fake news y Edad Media

Alejandro Rodríguez de la Peña y Giovanni Collamati (eds.)

Todos sabemos ya a estas alturas lo que son las fake news. Por poco inglés que uno sepa, en la actualidad el neocolonialismo idiomático –especialmente en términos de moda o en ambientes esnobs (vaya, un anglicismo) como la academia– nos ha acostumbrado a manejar no pocos vocablos anglosajones.

Las fake news no son otra cosa que bulos («noticias falsas que se propalan con un fin» según la RAE), y esa realidad es tan antigua como la propia humanidad. De hecho, la historia de la caída del hombre empezó con un bulo, la primera y más antigua de hecho: «No moriréis […] Seréis como dioses» (Gn 3, 4-5). Y henos aquí. Las únicas salvedades significativas entre hoy y un tiempo pasado, por ejemplo la Edad Media, son los medios de propagación de estas noticias y, sobre todo, su inmediatez, y de la información en general.

En esta obra, mediante el solvente trabajo de las mejores agencias de fact-checking histórico (h.e. historiadores) encontramos magníficas exposiciones de fake news medievales

La realidad de la inmediatez, tan poderosamente ensalzada en los altares de la sagrada religión de la comunicación contemporánea, y principal característica de lo que Zygmunt Bauman denominó «sociedad moderna líquida», es una característica nuclear también de las fake news actuales, mientras que no lo era en otras épocas. En periodos como el medieval, las fake news necesitaban su tiempo para cuajar, aquilatarse, extenderse. Las condiciones naturales del trasiego informativo, boca a oído, hacía que solo las «mejores fake», por así decirlo, permanecieran en las sociedades de la época, primero, y en la conciencia colectiva después, llegando a pasarse por escrito, mientras que esta misma condición hacía que las de menor interés, menos atrayentes, elaboradas y fantásticas terminaran por diluirse en la neblina del tiempo.

En la actualidad todas las fake news, indistintamente de su procedencia, destino y nivel de inventiva, se transmiten de manera facilísima y vertiginosa. No hay más que considerar casos como el del sonado «Pizzagate», ocurrido en 2016, cuando un ciudadano estadounidense se presentó en una pizzería de Washington D.C. con un rifle de asalto para acabar con una supuesta red pedófila controlada por Hillary Clinton. El joven fue víctima de una hoax o broma masiva vía internet.

En periodos como el medieval, las fake news necesitaban su tiempo para cuajar, aquilatarse, extenderse. Hoy todas se transmiten de manera facilísima y vertiginosa

Nos encontramos en una época muy necesitada de aprender del pasado, de mirar atrás, de conocer la Historia (magistra vitae, en palabras de Cicerón). Y es la Edad Media el campo en el que se centra este volumen coordinado, como no podía ser de otro modo, por dos medievalistas: Alejandro Rodríguez de la Peña, profesor de Historia y catedrático de la Universidad CEU San Pablo, y Giovanni Collamati, profesor de Historia en la misma universidad. Son los historiadores los encargados de desmentir y sacar a la luz los bulos, las fake news, de o sobre la Historia.

En un mundo en el que, como recuerdan Rodríguez de la Peña y Collamati en la introducción a la obra, se ha propuesto «establecer un sistema de comprobación de la veracidad de las noticias a través de las famosas agencias de fact-checking», no ha de sorprendernos que sean los historiadores quienes hagan las veces de agencias de fact-checking para comprobar la veracidad de las noticias históricas. ¿Cuántas veces nos cuelan, como al joven estadounidense del caso «Pizzagate», bulos históricos como el de un general romano que no quiere servir a un emperador, un herrero hecho caballero que en la Jerusalén de las Cruzadas es pacifista o un Robin Hood pseudosocialista (bulo sobre el bulo)? En efecto, he utilizado tres filmes «históricos» del mismo director, inventor de fake news consumado. Esto en cuanto a fake news sobre la Edad Media, cuestión a la que se dedica la segunda parte del libro.

En esta obra, mediante el solvente trabajo de las mejores agencias de fact-checking histórico (h.e. historiadores) encontramos magníficas exposiciones de fake news medievales, como la de la Donación de Constantino y el nacimiento del poder temporal de la Iglesia romana; el preste Juan, el rey-sacerdote oriental que supuestamente acudiría en ayuda de los Reinos Latinos de Oriente para luchar contra el islam; los relatos de viajes a tierras fantásticas de Jean de Mandeville; las acusaciones vertidas contra los judíos y sus ritos en los libelos de sangre, etc.

Además de las fake news medievales, el volumen también se ocupa de bulos sobre la Edad Media, cuyos protagonistas son san Francisco, los vikingos y el hombre-mito castellano por excelencia, Rodrigo Díaz el Campeador. ¿Es san Francisco el autor de las oraciones que se le atribuyen? ¿Dejaron realmente los vikingos una herencia en América del Norte? ¿Venció Rodrigo Díaz su última batalla después de muerto? Las respuestas, en Fake news y Edad Media.

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