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Dominio de Tom Holland

Portada de «Dominio. Una nueva historia del cristianismo» de Tom HollandÁtico de los Libros

Caridad y dominio

«Dominio. Una nueva historia del cristianismo» de Tom Holland. Un ambicioso ensayo que aborda el papel decisivo del cristianismo en la configuración de la civilización occidental

En pocas ocasiones me he enfrentado a un libro tan sugerente y complejo, tan parecido al tipo de historia que realmente me interpela: el análisis en profundidad de las estructuras mentales de la civilización en los tiempos largos. Este ambicioso ensayo, que aborda el papel decisivo del cristianismo en la configuración de la civilización occidental, no deja indiferente y plantea alguna de las grandes cuestiones que todo historiador de la cultura o de la ética se ha hecho alguna vez.

Ahora bien, es un libro muy desigual, tan sugerente como desconcertante. Tiene enormes fortalezas y grandes debilidades. En realidad, estamos ante dos libros. Por un lado, un libro bastante redondo (más allá de algunos problemas que luego apuntaré), que abarcaría el potente prefacio y la por momentos fascinante primera parte de la obra (la titulada «Antigüedad», pp. 31-205) y, por el otro, un segundo libro al que cabe hacer serias objeciones a mi juicio, que abarcaría la segunda y tercera partes, tituladas respectivamente «Cristiandad» y «Modernitas».

Dominio de Tom Holland

ático de los libros / 624 págs.

Dominio

Tom Holland

Acaso el propio autor, un divulgador histórico y novelista antes que un académico especialista, nos proporcione la explicación del porqué de este diferente enfoque en el prefacio cuando menciona los fuertes prejuicios anticristianos de su infancia y juventud. Él mismo explica cómo habría vencido esos prejuicios al tomar conciencia de que la Antigüedad Clásica, su periodo inicial favorito de estudio, lejos de ser esa edad dorada que imaginaba, estaba marcada por «imperios superdepredadores» como Roma o Esparta.

En efecto, al profundizar en su conocimiento de la historia, «inquieto por las brutalidades más extremas» del mundo antiguo, Holland llegó a la conclusión de que «ninguno de los pueblos de la Antigüedad que habían conseguido ganar un imperio habían dudado de su derecho a masacrar y esclavizar a los vencidos» (p. 312). Esto le llevó a descubrir que su propia ética humanitaria no era la de un romano, sino que, a pesar de haber perdido la fe en su juventud, «derivaban del pasado cristiano de la civilización occidental».

Y esta, sin duda, es una de las grandes fortalezas de la obra, pues la mirada de este estudioso del mundo clásico maravillado por la irrupción de una religión del amor y la compasión en medio de la crueldad y la brutalidad de la Roma imperial, trasluce en sus páginas y alcanza cotas de gran belleza en algunos episodios, como por ejemplo en las historias de la esclava mártir de Lyon, Blandina, o la santa Macrina la Joven, que le sirven para ilustrar la nueva conciencia cristiana sobre cuestiones como la esclavitud, la mujer o el infanticidio. Porque Holland escribe realmente bien y te conduce con mano maestra de siglo en siglo con maestría literaria.

El problema es que, si bien el autor, desde su gran conocimiento del mundo clásico, argumenta con brillantez y rigor en la primera parte de la obra que el cristianismo supuso una radical mejora ética la sociedad grecorromana al poner en valor la dignidad de los más débiles y vulnerables e introducir la caridad y la compasión en sus mentalidades, adolece sin embargo de un cierto desconocimiento de algunas ideas y personajes de la historia cristiana, lo que le lleva a dejarse llevar en ocasiones por sus prejuicios.

De hecho, se puede detectar una cierta pauta, que la propia elección del título del libro quizá indica: Dominio. La dimensión institucional del cristianismo, las estructuras eclesiales en general y la cristiandad en particular, le resultan antipáticos o de escaso valor. Al cristianismo institucionalizado no le concede apenas nada. Su tratamiento sesgado, negativo y reduccionista de Constantino, Carlomagno o el Imperio Español me parece paradigmático en este sentido. No parece tener en cuenta que el cristianismo como poder (dominio), además de legitimar estructuras sociales y políticas que se mancharon las manos de sangre y perpetuaron injusticias, también introdujo todo ese legado ético humanitario que él mismo reivindica. Minusvalorar la dimensión legislativa del fin del infanticidio, la esclavitud, el sacrificio humano, la condena a las bestias del Circo, los combates de gladiadores, la ordalía o la tortura judicial, es decir, ignorar que la influencia cristiana en la política también ha tenido un lado luminoso, es una de las grandes carencias del libro.

Por otro lado, Tom Holland tiene una mirada histórica centrada en la dimensión humanitaria del cristianismo, que conoce y valora muy adecuadamente, pero en cambio desconoce o minusvalora su dimensión espiritual. Conceptos como pecado, gracia o alma inmortal le son extraños y apenas les dedica unas líneas. De ahí que, por ejemplo, ignore a san Benito de Nursia y a Dante, y despache a figuras del calibre de san Agustín, san Francisco de Asís o santo Tomás de Aquino con unos pocos párrafos que además revelan que no ha captado bien el verdadero sentido de su legado.

Con todo, ciertamente esta obra merece ser leída. Sus primeras doscientas páginas son iluminadoras y conmovedoras como pocas. Por momentos, incluso llega a recordar la grandeza de los ensayos de Christopher Dawson, Rémi Brague y Paul Johnson sobre el legado del cristianismo. Hay episodios y personajes que presenta con un conocimiento profundo y una gran intensidad narrativa, y solo por esos capítulos invito a leer y disfrutar este libro: el relato de los mártires de Lyon del 177; la historia de los Padres capadocios; el monacato irlandés y las misiones de san Patricio y san Columbano; el pontificado de San Gregorio Magno; el origen del islam y su choque con el cristianismo; los jesuitas y la ciencia; los cuáqueros y la abolición de la esclavitud… por mencionar solo algunos. Esas páginas no defraudarán al lector que busque comprender cómo cambió el mundo el cristianismo.

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