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Proyecto Manhattan

Norris Bradbury, John Manley, Enrico Fermi y J. M. B. Kellogg, Robert Oppenheimer, Richard FeynmanWikipedia

'La Última Voz' del Nobel que participó en el Proyecto Manhattan, el origen de la bomba atómica

El libro de José Ignacio Latorre y Maite Soto-Sanfiel e un relato distendido de las vivencias del físico Roy Jay Glauber, el último superviviente del secreto equipo científico británico-estadounidense

la voces del Proyecto Manhattan se apagaron Con Roy Glauber, el último testigo del plan secreto que congregó a las mejores mentes del mundo y que inauguró la era atómica. Su testimonio reside en el libro «La última voz» del catedrático de Física Teórica de la Universidad de Barcelona José Ignacio Latorre y de la doctora en Comunicación Audiovisual de la UAB Maite Soto-Sanfiel .

Roy Jay Glauber

Roy Jay GlauberTwitter

Ambos autores explican su encuentro con Roy Jay Glauber, físico estadounidense y último testigo de la creación de la bomba atómica, en un relato distendido con las vivencias de éste como parte del equipo científico británico-americano de los años 40.

Premio Nobel de Física

Glauber alcanzó la fama por partida doble: más allá de su participación en este proyecto, fue galardonado además con el Premio Nobel de Física en el año 2005 por su contribución a la teoría cuántica de la coherencia óptica.

Participar en el Proyecto Manhattan requería de una mente privilegiada: Glauber fabricó su propio telescopio con tan solo doce años, fue adelantado dos cursos en el colegio y, años más tarde, empezaría la carrera de Física en la Universidad de Harvard mientras cursaba varias asignaturas de doctorado.

Las mentes más excepcionales

El inicio de la Segunda Guerra Mundial rompió con los esquemas del joven, contan solo 18 años, fue trasladado hacia un lugar misterioso, secreto y totalmente desconocido, junto con las mentes más excepcionales del siglo XX: el laboratorio de Los Álamos.

En un abrir y cerrar de ojos, el joven físico se vio enfrascado en la investigación de mayor envergadura de la historia que cambiaría totalmente el panorama bélico y político del momento: «Antes del Proyecto Manhattan hubo grandes proyectos, pero ninguno tan extenso, tan lleno de incertidumbre y tan desconcertante: había algo de definitivo en él», rememora Glauber.

«Glauber era uno de los últimos científicos que trabajaron en la división teórica del Proyecto Manhattan que seguía entre nosotros durante la elaboración del libro, y el último testigo de todos los hechos vinculados a la creación y el lanzamiento de las bombas atómicas», explica Soto-Sanfiel.

Roy Jay Glauber

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El ganador del Premio Nobel falleció durante la elaboración del libro. Los dos autores comentaron que fue «todo un privilegio conocer a una persona presente en unos hechos que han cambiado la historia de la humanidad», destacan de él su agudeza: «Era una persona irrepetible, extremadamente inteligente y con un control excelente del lenguaje, digno de su persona», señala Soto-Sanfiel.

Los autores afirman que han respetado las declaraciones del entrevistado para no caer en «juicios éticos»: «Glauber nos enseñó a entender los criterios éticos de una forma diferente y a no juzgar el pasado con los ojos del presente»,

Un personaje muy singular

Así, «La última voz» recoge la experiencia de un personaje muy singular, pues sólo alguien desde su puesto privilegiado podría llegar a describir cuáles fueron los retos que tuvieron que afrontar, cómo se vivió el control militar en el laboratorio y la controversia que generaba lo que estaban haciendo.

Primera explosión nuclear en Trinity en Nuevo México

Primera explosión nuclear en Trinity en Nuevo MéxicoWikipedia

Los autores del libro hacen hincapié en el «siniestro silencio» que se creó entre los científicos cuando testaron por primera vez una bomba atómica en la prueba nuclear Trinity en Nuevo México (EEUU): «Ahí es cuando fueron conscientes del monstruo que habían creado», indica la autora

Además, Latorre destaca la presencia de muchas caras y sus historias, todas relatadas en el libro, como el padre de la bomba atómica, Robert Oppenheimer, o el creador del primer reactor nuclear, Enrico Fermi, y condena la invisibilización de las mujeres en la física: «No hubo mujeres en el Proyecto Manhattan, aunque todo se lo deben a Lise Meitner, descubridora de la fisión nuclear».

«Tal vez sea la última voz del Proyecto Manhattan, pero yo fui más bien un observador... aunque uno muy bueno», bromeaba Glauber. La historia del físico queda ya plasmada en un relato que Latorre y Soto-Sanfiel cierran así: «Aquí queda su voz. La última voz»

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