Julien Blanc: «Huir es seguir siendo libre»
'Confusión de penas': el gran relato sobre la infancia que alabó Camus
La editorial sevillana El Paseo vierte al español la primera parte de una trilogía sobre la aciaga vida de Julien Blanc
«Se equivoca usted en su obstinación por escribir obras de ficción. Ahí tiene su vida, escúpala y después podrá volver a la novela.» Siguiendo este consejo del escritor y crítico Jean Paulhan, Julien Blanc (1908-1951) se lanzó a escribir La vida sin más (Seule, la vie…), una trilogía autobiográfica que a pesar de recibir reconocimientos y galardones no lo consagró como escritor.
Redescubierta en la propia Francia tan solo hace una década, su primera entrega, Confusión de penas, ha sido publicada en español por la editorial El Paseo. En ella el autor relata las vicisitudes de su infancia y primera juventud.
El título hace referencia a una fórmula jurídica francesa por la que una pena superior «absorbe y se funde con penas iguales e inferiores». Tanto el original francés (Confusion des peines) como su traducción admiten un doble sentido: se trata de un recuerdo, vivo y lacerante, de las penalidades que el autor sufrió en las primeras décadas de su vida. A los ocho años, Blanc perdió a su madre, que para él era «el mundo entero: padre, madre, hermana, amigo, compañero», y con ella el privilegio de importarle a alguien. Tuvo la desgracia de ser un niño huérfano –y desobediente; él no lo niega¬– en una época en la que los adultos se esmeraban en «curar la niñez» con una fuerza, disciplina y obediencia desmedidas.
el paseo / 254 págs.
Confusión de penas
Blanc no omite ni suaviza ninguna de sus faltas, pero considera que su mayor delito, por el que más penó, fue no tener familia: las personas que debieron cuidar de él –madrina, maestros o tutores– traicionaron su confianza y no le dieron amor. En el orfanato vivió el abandono y el maltrato y, más tarde, las distintas instituciones correccionales por las que pasó lo convirtieron en un joven hostil a cualquier forma de autoridad. Esta desobediencia, que hizo de él un joven valiente e independiente, enemigo de cualquier impostura y forma de gregarismo, es la misma que lo transforma en un fugitivo, un delincuente y un desertor. Y finalmente, en un preso. «Huir todo el tiempo. Caminar sin rumbo, caminar a la deriva […] no obstante, la deriva lleva en realidad alguna parte. Huir es seguir siendo libre.»
En estas memorias noveladas las alegrías son escasas: una representación teatral, su amigo Jean, los libros, la promesa del amor y la música, con la que su cuerpo dejaba de sufrir en los peores momentos. Aunque fueron pocos, Blanc no se olvida de quienes le ayudaron. A pesar de todas las vicisitudes, el joven mantendrá incólumes ciertos principios de pureza y propósitos de superación, como aprender a tocar el piano, obtener el título de Bachillerato o conocer Sao, Anam, la tierra donde había nacido su madre. Su vitalidad animal le impide ceder a la desesperación y cualquier gesto amable le infunde esperanzas.
Se sabe que Julien Blanc llegó a repetir ocho veces el borrador de Confusion de penas, hasta su aparición en 1943. Las páginas hermosas, simples y llenas de candidez, recibieron alabanzas de Albert Camus y Jean Rostand y la sitúan en la misma estela de otros grandes relatos sobre la infancia. La forma en la que el autor evoca a su madre desaparecida es de una belleza insuperable.
Lo hechos que siguen a los recogidos en esta primera entrega aparecerán en los siguientes volúmenes de la trilogía, Joyeux, fais ton fourbi («Listillo, prepara el petate», 1947) y Le temps des hommes («La hora de los hombres», 1948), aún no traducidos al español. En ellas, el autor relata, respectivamente, su paso por el temible Batallón de África, el escuadrón disciplinario de infantería ligera del ejército francés al que Blanc fue destinado tras su condena, y su participación en la Guerra Civil española, en la que participó como camillero, conoció a Simone Weil y perdió a su pareja.
Fue después de estos acontecimientos cuando, de regreso a París, Julien Blanc quiso dedicarse a estudiar, formarse y escribir. Su carrera literaria no tuvo fortuna y vivió gracias a trabajos alimenticios y el apoyo de sus amigos, hasta morir a los 43 años. Resulta inolvidable el mensaje con el que se anunció en prensa: «Joven escritor, dos votos en el Premio Goncourt, busca trabajo…».
La conmovedora biografía de Blanc se convertirá en su obra más importante. Una obra que sin duda alguna debe ser leída.