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Portada de «Hernán Cortés» Salvador de Madariaga

Portada de «Hernán Cortés» de Salvador de MadariagaEspasa

'Hernán Cortés': la conquista de México narrada con una visión humanística

El gallego Madariaga indaga en el alma del extremeño que creó la Nueva España en una época de mutaciones, cuando un viejo leñador madrileño podía encararse con el monarca del Sacro Imperio Germánico

El coruñés Salvador de Madariaga (1886–1978) es uno de los humanistas españoles más resaltables del siglo XX. Además, forma parte de un grupo que no puede adscribirse a ninguna de las llamadas «dos Españas», de modo que escapa de los corsés maniqueos de la «Memoria histórica».

Por breve tiempo —casi dos meses—, fue ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, y de Justicia —diez días—, dentro de un gobierno republicano. Sucedió bajo la presidencia de Lerroux en 1934. Al comienzo de la II República lo designaron embajador en EEUU —durante unas semanas—, si bien su vinculación más estable —aunque intermitente— fue como representante español en la Sociedad de Naciones desde 1921 hasta 1936, cuando el arribo del Frente Popular al gobierno significó su salida de aquel organismo internacional. En esta entidad desempeñó diferentes responsabilidades, y descolló en su tarea como delegado de España en la Conferencia de Desarme de 1932.

La mirada humanística es palpable no sólo en la aproximación, sino en la ejecución de la obra y en la exquisitez y diversidad de tonos de la redacción

Durante los años finales de la dictadura de Primo de Rivera viajó por Estados Unidos, impartiendo exitosas conferencias. En 1928, se le concedió la cátedra Rey Alfonso XIII de Estudios Españoles de la Universidad de Oxford. En 1935 publicó Anarquía y jerarquía: ideario para la constitución de la tercera República Española, obra que le valió la animadversión de los socialistas y nacionalistas.

La guerra lo determinó a vivir exiliado, y apenas regresó a España tras la muerte de Franco. Bastantes de sus ideas políticas y de sus actitudes liberales han confluido en la Transición, como sus planteamientos acerca de las autonomías.

Hasta 1968 se negó a editar sus libros en España o publicar en periódicos nacionales. Su experiencia reforzó una comprensión de nuestro país como una patria europea, con carácter y temperamento propios, mas proyectada hacia América. Por ese motivo, además de la biografía sobre Hernán Cortés, publicó una gran diversidad de títulos, como la novela El corazón de piedra verde (1957), o el ensayo Mujeres españolas (Espasa–Calpe, 1972), en que diserta sobre Melibea, Catalina de Aragón o Rosalía de Castro.

Portada de «Hernán Cortés» Salvador de Madariaga

espasa / 557 págs.

Hernán Cortés

Salvador de Madariaga

Su biografía sobre Hernán Cortés se editó, originalmente, en Buenos Aires en 1941. Luego de tres reediciones más o menos rápidas, el libro no se volvió a imprimir hasta 1975 en la colección Austral de Espasa–Calpe. Después de seis reimpresiones, se ha publicado en Espasa con un formato más actualizado. Se trata de un libro extenso, fruto no sólo de una profusa documentación e investigación, sino, antes que nada, de una honda reflexión entre el autor y el personaje.

Madariaga detalla innumerables pasajes de la vida del conquistador, desde su adolescencia hasta su senectud. Pero también nos adentra en la mentalidad de la época, y ahí estriba su gran acierto. El humanista no traslada al pasado los prejuicios del presente, sino que amolda al lector a la manera de pensar de finales del siglo XV y primer tercio del siglo XVI. Hay una mezcla de lo hispano y lo precolombino, de lo medieval y lo renacentista, de lo añejo y lo moderno. De hombre con pasiones y de aventurero que innova en la historia al tiempo que emula a los antiguos. Así nos lo presenta: «Había vuelto Quetzalcoatl. Ahora se llamaba Hernán Cortés».

Hay una mezcla de lo hispano y lo precolombino, de lo medieval y lo renacentista, de lo añejo y lo moderno. De hombre con pasiones y de aventurero que innova en la historia al tiempo que emula a los antiguos

La mirada humanística es palpable no sólo en la aproximación, sino en la ejecución de la obra y en la exquisitez y diversidad de tonos de la redacción. Por eso, el apartado inicial se titula «Descubrimiento de sí mismo»; y el postrero, «Conquista de sí mismo».

Entablamos trato personal con el hombre. Y saboreamos el modo de hablar y de observar que tenían aquellos españoles. Pocos en número, en comparación con el mundo que conquistaron, repleto de pueblos extraños, mujeres con las que intimar, caudillos con los que acordar alianzas o contra los que luchar, y peripecias inciertas. Altos montes nevados, cortantes armas de obsidiana, la Noche Triste y las pirámides cubiertas de sangre, tras miles de sacrificios humanos. Las naves «quemadas» y la estrategia política de Cortés con los suyos, con los indios de un bando y de otro, con las autoridades españolas.

En este libro nos habla Madariaga de un anciano leñador madrileño que, sin saber que se ha topado con el emperador Carlos en el monte de El Pardo, le dice: «el rey don Fernando fue el mejor que ha habido en España … Harto ruin es este que tenemos, y harto inquietos nos trae, y él anda yéndose unas veces a Italia y otras a Alemaña y otras a Flandes, dejando su mujer e hijos, y llevando todo el dinero de España, y con llevar lo que montan sus rentas y los grandes tesoros que le vienen de las Indias, que bastaría para conquistar mil mundos, no se contenta, sino que echa nuevos pechos (*impuestos) y tributos a los pobres labradores que los tiene destruidos».

Al llegar a la escena una comitiva de noble aspecto, prosigue el leñador, columbrando que ha hablado nada menos que con el monarca: «¡Aun si fuésedes vos el rey! ¡Par Dios que, si lo supiera, que muchas más cosas os dijera!». Aquel leñador, Cortés, Carlos I son algunos de los personajes que, desde aquel siglo XVI y mediante las páginas de Madariaga, siguen interpelando hoy al español en todos los órdenes: personal, social, político.

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