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Portada de «Charles Lewis Gruneisen, un corresponsal de guerra británico en la Primera Guerra Carlista» de Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera

Portada de «Charles Lewis Gruneisen, un corresponsal de guerra británico en la Primera Guerra Carlista» de Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de ValugeraDykinson

Charles Lewis Gruneisen, un corresponsal de guerra británico en la Primera Guerra Carlista

​Una obra rigurosa y profunda, pero accesible a cualquier interesado en la Primera Guerra Carlista y Charles Lewis Gruneisen, pionero de la corresponsalía de guerra. España fue el escenario de sus primeras crónicas

Charles Lewis Gruneisen es un verdadero desconocido en la actualidad. En su momento fue uno de los pioneros en la corresponsalía de guerra. España fue el escenario de sus primeras crónicas. Esa estela la siguieron periodistas y fotoperiodistas como Robert Capa, Ernest Hemingway, David Seymour, Ryszard Kapuscinski, Marie Colvin, John Fisher Burns y Anna Politkóskaya. Estos nombres, más cercanos a la actualidad, nos deslumbran y en algunos casos abruman por lo que representan. Son referentes en su profesión y para la sociedad contemporánea, al igual que otros que nos son más próximos, como Carmen de Burgos, Sofía Casanova, Ramón Lobo, Manuel Leguineche, Javier Espinosa y Mikel Ayestaran, pero sin precedentes como el citado corresponsal del Morning Post su historia y la nuestra habría sido y se habría contado de otro modo.

La biografía de Gruneisen ha servido al historiador Alfonso Bullón de Mendoza para renovar los estudios de historia de la prensa. William Howard Russell, el testigo de la carga de la Brigada ligera en la guerra de Crimea, sucedida a mediados del siglo XIX, suele figurar en los libros como el primer corresponsal. Hoy sabemos que dos décadas antes, durante la Primera Guerra Carlista, ya existió una verdadera red de corresponsales sobre el terreno, que sirvió información al público británico. The Times, Morning Post, Courier, Morning Chronicle y Morning Herald enviaron a los diversos escenarios de la guerra a William Walton, Michael Burke Honan, Edward Bell Stephens y Charles Lewis Gruneisen, entre otros. Esa implicación en la contienda española tenía sentido porque acaba de firmarse la Cuádruple Alianza, por la que Inglaterra, Francia y Portugal se comprometieron con la causa de Isabel II. Las tropas británicas y de otras nacionalidades acababan de ayudar a vencer a Don Pedro en Portugal, en una guerra con ciertas similitudes a la que se libró en España.

Portada de «Charles Lewis Gruneisen, un corresponsal de guerra británico en la Primera Guerra Carlista» de Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera

dykinson / 131 págs.

Charles Lewis Gruneisen, un corresponsal de guerra británico en la Primera Guerra Carlista

Alfonso Bullón de Mendoza

El historiador Alfonso Bullón de Mendoza lleva tiempo rescatando ésta y otras vidas del olvido para cambiar lo que dicen decenas de manuales de historia del periodismo. Y no es fácil. Ya en su tesis doctoral apuntaba esta idea que ha desarrollado con el tiempo en artículos, proyectos de investigación, un documental y ahora en el libro que nos ocupa y que publica la editorial Dykinson. Toda esa tarea de investigación y divulgación ha dado lugar a una obra rigurosa y profunda, pero de síntesis, accesible a cualquier interesado en esa parte de la historia de España y del mundo.

Charles Lewis Gruneisen, un corresponsal de guerra británico en la Primera Guerra Carlista aborda la guerra en sí, las expediciones militares, los primeros corresponsales y a Gruneisen en ese marco junto a sus crónicas. Todas esas partes, que podrían leerse de forma independiente, son un puzle necesario y bien organizado para entender tanto aquel conflicto como el cambio que plantea el autor en la interpretación de la noción de corresponsal y su historia.

La biografía de Gruneisen ha servido a Alfonso Bullón de Mendoza para renovar los estudios de historia de la prensa

Las páginas que dedica a la Primera Guerra Carlista, tan relevante por su resultado en el desarrollo de nuestro siglo XIX, ofrecen varias magnitudes que permiten sopesar la dimensión de aquel conflicto que tendemos a infravalorar. En España vivían trece millones de habitantes y tomaron las armas más de medio millón de hombres a favor de la Reina. Una parte de ellos, los llamados cuerpos francos, dieron lugar al apelativo desdeñoso de pesetero, por el jornal diario que recibían. Los carlistas movilizaron al menos a ciento cincuenta mil. El ejército de Isabel perdió más de sesenta mil hombres. Es decir, tantos como cualquiera de los bandos contendientes en la Guerra Civil Española, pero en un país que había duplicado su población. «Jamás en mi larga y accidentada vida militar, ni antes ni después, he visto mortandad más terrible», afirmó Von Rahden, uno de los combatientes extranjeros que apoyó al carlismo. La escena de los liberales removiendo sus cafés con los dedos del general Quesada da cuenta de su barbarie.

Gruneisen acompañó a las tropas de la expedición real, dirigida por Don Carlos de Borbón, en su periplo hacia Madrid en 1837, y es por esto que el autor se detiene en lo que fue «una de las características más singulares desde el punto de vista militar» de la guerra.

La parte dedicada a identificar a los corresponsales que estuvieron en esa guerra tiene elementos de una pesquisa policial. No es fácil saber quién está detrás de una firma como «from our correspondent». El resultado de la misma es que Michael Burke Honan tiene más títulos que los otros candidatos para reivindicarse como el pionero, incluso por encima del propio protagonista del libro.

Una mañana de marzo de 1837, el director del Morning Post convirtió a Charles Lewis Gruneisen en corresponsal de guerra. Horas después zarpó desde Dover hacia España para transitar los peores caminos que anduvo en su vida. A punto estuvo de perderla y también logró salvar la de algunos prisioneros. En la antesala de la muerte sus captores le preguntaron si quería confesión y les respondió con la frase que nos sirve de título: «Tengo mucho que confesar ante Dios y nada ante los hombres». En otro momento tuvo que escuchar cómo iban llamando a unos hombres que iban a ser fusilados de inmediato. Aquello le sobrecogió, hasta el punto de recordarlo varias décadas después. Sus crónicas son una de las guías que tenemos para ahondar en aquel conflicto. Ofrecen datos que son imposibles de localizar en otras fuentes. El autor los pondera a la luz de su saber acumulado.

Los documentales de Alfonso Bullón de Mendoza al frente del Instituto CEU de Estudios Históricos, como la serie «Mitos al descubierto», han logrado poner todo este saber en manos de un público general

El ejercicio que ha realizado Bullón de Mendoza se entiende mejor a la luz de su trayectoria. Sus primeros estudios le convirtieron en un referente en la profesión. Ahí están La expedición del general Gómez (1984), Auge y ocaso de Don Carlos: la expedición Real (1986) y La Primera Guerra Carlista (1992). Los investigadores que se han acercado a aquella guerra no pueden obviar éstas y otras obras. Desde entonces ha seguido publicando, dirigido numerosísimas investigaciones y tesis doctorales alrededor de aquel gran tema. Muchas de ellas, como la de Elías Durán sobre Henry Crabb Robinson aparecen referidas en el texto, porque han sido en sí mismas obras importantes para hacer avanzar nuestro conocimiento a la hora de perfilar qué es un corresponsal de guerra.

En una etapa más reciente se ha esforzado en poner todo ese saber en manos de un público general. Sus documentales al frente del Instituto CEU de Estudios Históricos, como la serie Mitos al descubierto, han logrado ese fin. El de Gruneisen no fue uno más, sino la consecuencia de esos proyectos audiovisuales previos. Sin duda, merece la pena verlo. Ahora toma la forma de un libro. Los historiadores tenemos que hacer artículos, escribir libros como éste y también divulgar esas investigaciones por diversos canales y medios, porque estamos al servicio de la sociedad y queremos influir en ella.

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