'Sanar cuerpos y guardar almas': los orígenes de la profesionalización de la asistencia sanitaria en España
El historiador Gonzalo Gómez García firma un delicioso ensayo sobre el humanismo médico español
A finales del siglo XV, en los reinos de España prevalecía una situación de caos e ineficiencia sanitaria. La asistencia y la profesión médica dependían de órdenes mendicantes y militares en las que, si bien primaban la piedad y la caridad, no había una formación reglamentaria ni una estructura adecuada. Fueron muchos los médicos y filósofos que denunciaron esta inoperancia y reclamaron que el cuidado de los enfermos se profesionalizara. En Sanar cuerpos y guardar almas, el historiador Gonzalo Gómez da a conocer una generación de hombres que con sus observaciones, investigaciones, reflexiones y reformas contribuyeron al surgimiento del Humanismo médico español, fundamentado en la técnica y la dignidad del enfermo.
fundación santander / 114 págs.
Sanar cuerpos y guardar almas
Andrés Laguna, Juan Valverde de Amusco, Francisco de Mena, Francisco Vallés y Covarrubias… son nombres que, por diversas circunstancias, continúan ignorados por el gran púbico. Corresponden a una pléyade de médicos y humanistas españoles que convirtieron el siglo XVI en una época dorada para la medicina. Fue entonces cuando los pilares de la práctica médica –enfermo, sanitario y hospital– sufrieron una profunda transformación respecto a la Edad Media.
El paciente, el portador de la dolencia, dejó de ser considerado culpable de su mal: la enfermedad es inherente a la humana conditio y tiene una causa natural, identificable y tratable. Para paliar la dramática escasez de médicos que conllevó la expulsión de los físicos sefardíes –a quienes se les debía la conservación y trasmisión de los saberes de Rasis, Galeno, Hipócrates, Avicena y Maimónides–, se fomentó el incremento de profesionales que cubrieran las necesidades asistenciales de los reinos de España. En 1477, los Reyes Católicos crearon el Tribunal del Protomedicato con el fin de velar por el ejercicio de las profesión sanitaria. Voces como las de Juan Luis Viven exigían una formación científica y humanística para los médicos, empeño en el que las universidades hispánicas tuvieron un papel fundamental. El cardenal Cisneros impulsó la colación de grados de medicina en la Universidad de Alcalá y estableció la obligatoriedad de poseer el Bachillerato en Artes para la obtención del título en Medicina, así como pasar seis meses (que más tarde aumentó a dos años) de prácticas médicas.
Los nuevos centros asistenciales también rompían con el modelo medieval. De fundación privada o real, los hospitales se crearon para los convalecientes que no tenían casa o no tenían dinero para pagarse los cuidados y los medicamentos. Se estableció que estuvieran provistos de médico, cirujano, enfermero, enfermera y boticario. Por los testimonios que recoge el ensayo sabemos que estos sanitarios mostraron una enorme diligencia, generosidad y compasión en su trato con los desfavorecidos. Valga como ejemplo el dato de que varios hospitales contaran con corrales de comedias para la recreación de los pacientes.
Como se ve, Sanar cuerpos y guardar almas viene a desmentir varios mitos que rodean a la medicina moderna española. En primer lugar, el prejuicio de que esta fuera negligente e ignorante. Todo aquel que ojee los recetarios que recoge el ensayo se dará cuenta de que los médicos de los siglos XVI y XVII no se limitaban a prescribir sangrías. Las lecturas de los estudiantes de Medicina confirman una formación tanto científica como humanística. Por otro lado, queda demostrada la igualdad entre naturales y españoles en el cuidado de la salud en América. Las mismas disposiciones que se ordenaron para las Universidades de Alcalá o Valencia se extendieron al Nuevo Mundo y lo mismo ocurrió con los hospitales de los virreinatos americanos, como el Hospital de Jesús en México. Estos tuvieron el apoyo explícito de la Corona, lo que permitió que en los dominios del Imperio español hubiera una red universitaria y hospitalaria que superaba la de todas las potencias coloniales juntas –Francia, Inglaterra, Holanda– en el siglo XVII.
Biografías, tópicos pasados a limpio, ilustraciones y anécdotas de la realidad española e iberoamericana que dan cuenta de una verdad: que en las monarquías de Carlos I y Felipe II se asentaron las bases de un sistema de educación y de salud basados en la ciencia y la humanidad.