'El bandolero de Recóndita': los dulces recuerdos de un mundo que se fue

Aunque la premisa es quijotesca, con una localización y una temporalidad indeterminada, el relato de Luis Ramoneda tiene mucho de delibesco. Dos grandes de la literatura española unidos en una breve novela que nos transporta a un pasado que muchos identificarán, pero que ha quedado demasiado atrás.

El bandolero de Recóndita narra las vivencias de Miguel, un niño que viaja con su familia hasta ese pueblo ficticio para instalarse durante algunos años por motivos labores. El pequeño nos cuenta, con un estilo muy similar al que lo haría Miguel Delibes (curiosa coincidencia nominal) en obras como El camino o Viejas historias de Castilla la Vieja, aventuras cotidianas y hogareñas, excursiones en bici con buenos amigos, visitas a la familia de la «Ciudad» o encuentros con unos vecinos que son la quintaesencia de ese mundo que, en solo unas décadas, ha quedado reducido a la mínima expresión.

Aunque Ramoneda no concreta la localización su obra, a nadie se le escapa que nos encontramos en un pueblito español de los años 60. El paisaje que nos dibuja el autor, siempre a través de los ojos de un niño, es el de una España de contrastes en la que las comodidades del protagonista se enfrentan, por ejemplo, a los esfuerzos de alguno de sus compañeros por ir al colegio al tiempo que ayudan a sus padres con las labores del campo. Un choque que no evita que se forje una sincera amistad entre ellos y sus familias. Y es que se termina de leer El bandolero de Recóndita con una placentera sensación de cordialidad, generosidad y calidez humana; rasgos que comparten prácticamente todos los personajes que aparecen en el libro.

Si hay un personaje realmente entrañable y que personifica ese mundo que se fue es Simón, un anciano pastor que sigue recorriendo los parajes de Recóndita después de toda una vida. Él es quien protagoniza el encuentro con ese bandolero que da título al libro en una escena con tintes españolizados de Las aventuras de Tom Sawyer. Como Simón ya quedan pocos en la España de 2023, la que dicen «vaciada», y en la que también empiezan a faltar los migueles, tomases y demás miembros de la pandilla que recorría en bicicleta los parajes de ese pueblo ficticio que, por no ser ninguno concreto, es todos a la vez.