'Ciudad victoria': vaqueros indios, una diosa y algún portugués levantan una ciudad con fecha de caducidad
Primer libro de Salman Rushdie tras el atentado que sufrió en verano. Confirma su confluencia de cultura occidental y oriental, su sentido del humor, y su habilidad narrativa
Uno de los adjetivos que muchos escritores desean escuchar referido a sus libros es «divertido». «Entretenido». Hay quienes, por el contrario, creen que esta catalogación supone una manera condescendiente de definir una lectura. Pero, antes que moralizar o filosofar, o trasladar profundas reflexiones, se supone que el primer fin de la literatura es entretener. Y esto lo consigue el señor Rushdie. Ciudad Victoria es, por encima de cualquier otra consideración, un relato que se lee bien y que hace disfrutar. Un libro que encaja en casi cualquier momento, y que no requiere de ningún ritmo concreto. La suma de ingredientes que logra Salman Rushdie es más que meritoria, y continúa una asentada carrera literaria cuyo reconocimiento no ofrece sombra de duda.
En Ciudad Victoria, el señor Rushdie nos presenta una nueva historia con ese estilo tan propio que, según muchos académicos, merece la denominación de «realismo mágico». Pero esta expresión nos recuerda demasiado a una vertiente de literatura en lengua española escrita en el continente que se baña, al mismo tiempo, en el océano Atlántico y el Pacífico. La magia de Rushdie es un mundo donde los dioses se dejan caer por la tierra de los humanos y donde la vida ofrece más salidas que las que dicta la ciencia. En Rushdie desemboca una sólida formación occidental y una cromática y abundosa visión oriental. De hecho, la trama se ambienta en la India, en una localidad arrasada tras una batalla. Una pequeña superviviente, tras la funesta pira donde arden las mujeres de la ciudad derrotada, se convierte en asceta de una poderosa deidad. Y a partir de aquí, la magia y la vida intentarán crear una nueva ciudad, gracias, entre otros, a dos hermanos vaqueros.
random house / 416 págs.
Ciudad Victoria
Sin embargo, la magia de esta narración —una narración muy ágil, con inteligente recurso del humor, de la ironía hábil, con una fluidez agradable— también tiene que ver con su estilo, que aúna las virtudes del cuento, de la leyenda y el mito, y de la novela. A lo cual se une, en este caso, una traducción esmerada. Pero hay más. Como de sólito, el señor Rushdie engarza elementos que se aproximan a nuestro tiempo —hay una clara reivindicación de la mujer que quizá sobrepase los moldes del feminismo, para plantearse como una crítica a diferentes culturas y épocas—, y que dotan a este libro de una singularidad alegórica. La relación de igualdad entre sexos —o, al menos, el respeto a la mujer— descuella. Por eso, dice un personaje: «¿Sabes lo que pienso que sería un buen paraíso? Sería un lugar, o quizá una época, en que a un hombre le bastara con una sola mujer». Una declaración que requiere observarse con distancia, pues le replica otro personaje: «Ese paraíso ya existe para la mayoría de la gente; se llama pobreza».
Por supuesto, otro de los aspectos con notable protagonismo en estas páginas repletas de alegoría es la religión en sentido amplio: «Fue así como Pampa Kampana aprendió que la munificencia de una divinidad es siempre una espada de dos filos», leemos al comienzo. Otro de los puntos que, de una manera u otra, se aborda en el libro es el colonialismo y el contacto de pueblos diferentes. Un portugués arribado a esta ciudad mágica de la India será un personaje de relevancia, e incluso rebautizará la urbe como Bisnaga, lo que provocará el recelo de alguno de sus primeros mandatarios —el menor de los hermanos vaqueros—, que exclama: «Llegará el día en que ya no permitiremos que los extranjeros nos digan lo que somos». Bisnaga, Ciudad Victoria y otros heterónimos que emplea la narración —Rushdie adopta la voz de un antiguo relato de mano de la protagonista— no son más que diferentes denominaciones para un empeño que, como todo anhelo noble, es temporal y acaba siendo víctima de la decadencia y la derrota. Por eso, Pampa Kampana deja una lección definitiva: la auténtica victoria reside en las palabras.
Salmán Rushdie nació en Bombay en 1947, un par de meses antes de que la India se independizara de Gran Bretaña. Rushdie procedía de una familia mahometana no practicante, y estudió en el Reino Unido, donde el color de su piel le resultó muy pesado de sobrellevar. Los versos satánicos (Londres, 1988) es su libro más conocido, puesto que constituye un ejemplo paradigmático de la literatura de Rushdie: la sátira, el humor, como parapeto frente a la hýbris que nace únicamente del alma humana. Un humor que no comparten quienes llevan más de una generación intentando matarlo, y que este verano le sajaron un ojo y destrozaron una mano. El señor Rushdie responde con eutrapelia en esta nueva narración cuyo anticipo se conoció en diciembre.