'Salir de la noche': crónica de una víctima anunciada
Libros del Asteroide rescata este interesante testimonio de Mario Calabresi, el hijo de un asesinado por la extrema izquierda en Italia, que añade pliegues a la conversación sobre la memoria
En el documental 1980 (Iñaki Arteta, 2013), el periodista Florencio Domínguez recuerda la desatención hacia las víctimas que durante décadas se produjo en el caso del terrorismo vasco: «El protagonismo de la información sobre terrorismo recaí únicamente en los terroristas. A las víctimas no se les prestaba una atención especial, se informaba de ellos el día del atentado: sus datos personales, las circunstancia familiares, cuatro pinceladas dentro de una información donde el protagonismo recaía en los terroristas: cómo lo habían hecho, quiénes eran, a qué colegio habían ido, si habían jugado al fútbol de juvenil, cuáles eran sus aficiones…».
Durante mucho tiempo, las víctimas fueron indistinguibles, un todo sin individualidad, un grumo vergonzante, frente a la figura del hombre que empuña el arma, que despertaba una curiosidad entre romántica y morbosa, al menos desde los años 70 hasta el nuevo siglo. Este mismo sesgo se vivió en Italia con el terrorismo de izquierdas en los llamados Años de Plomo, desde finales de los 60 a finales de los 80, y ha seguido proyectándose en adelante: «Los terroristas no han sido repudiados como asesinos, sino que, con demasiado frecuencia, se los describe como perdedores, personas que han luchado en una batalla por unos ideales que no han podido ganar. De esta manera, sin embargo, con ellos quienes se convierten en modelo».
Habla Mario Calabresi, autor de Salir de la noche (Libros del Asteroide), un texto testimonial con una fecha marcada a fuego: el 17 de mayo de 1972, el día en que su padre, el comisario Luigi Calabresi, recibió dos tiros, uno en la espalda y otro en la nuca. Se le acusaba sin fundamento de haber ‘dejado caer’ por la ventana de una comisaría de Milán al anarquista Giuseppe Pinelli. Durante dos años, la organización de extrema izquierda Lotta Cotinua señaló, acosó y amenazó a Calabresi, que finalmente acabó en un charco de sangre. Como suele decirse, era la crónica de una muerte anunciada. Y nadie hizo gran cosa por evitarlo.
libros del asteroide / 192 págs.
Salir de la noche
Salir de la noche es un ejemplo de la literatura testimonial que ha ido, progresivamente, rescatando del olvido a las víctimas. Calabresi, periodista, director de La Stampa y La Repubblica, disecciona el vacío de toda una generación de viudas y huérfanos que fueron desatendidos: «Recuerdo el cansancio de sentirnos diferentes, de no ser niños normales». Lo curioso, lo sintomático, diría, es que este libro, editado en 2007 en Italia, llega a España con 15 años de retraso. En paralelo al caso italiano, nuestro país ha ido concediéndose el indulto al silencio, ha ido poniendo rostro y circunstancias a la parte menos glamurosa del asunto: las víctimas.
Pienso en el enorme efecto que podría haber causado este texto en 2007, de haber llegado entonces a nuestras librerías. Su poder catártico palidece una vez vivido el fenómeno germinal de Patria (Aramburu, 2016) y la lente pero contrastable, si bien frágil, rehabilitación de las víctimas. No obstante, el mensaje sigue siendo válido. Oportuno. En especial en lo tocante al encaje de los antiguos terroristas en las instituciones, un asunto que viene animando el debate a cuenta del ascenso de Bildu y las tentativas de incluir viejos pistoleros en sus listas.
En Salir de la noche, Calabresi sondea el ánimo de las víctimas ante la llegada al parlamento italiano de los entonces militantes de extrema izquierda: «Los antiguos terroristas se convierten en gurús, escriben libros, conceden doctas entrevistas. Se ha creado una auténtica corriente cultural, hay que reconocerlo». Según el autor, en 2007, las secciones de las librerías dedicadas a los Años de Plomo italianos, estaban copadas por la versión de los ‘gudari’ de allá: «Se trata casi siempre de libros escritos por los terroristas». Un libro de Agnese Moro, la hija del líder de la Democracia Cristiana asesinado por las Brigadas Rojas, abrió una espita por la que se coló Calabresi. No hubiese estado de más un prólogo a la edición española por parte del autor para valorar la influencia de su libro en Italia y el cambio, o no, operado con las víctimas en estos largos 15 años.
Con todo, este testimonio de un vacío y de unos años frenéticos y controvertidos, mantiene su interés y añade pliegues a una conversación, la de la memoria, siempre en carne viva en la que, se quiera o no, ha pervivido una especie de disculpa generacional y hasta complicidad hacia el terrorismo. Como plantea una de las víctimas, todos aquellos policías y funcionarios del Estado (la parte débil del sistema) fueron asesinados «por el sueño de un grupo de exaltados que jugaban a hacer la revolución, haciéndose ilusiones de que eran espíritus elegidos, almas bellas entregadas a una noble utopía, sin darse cuenta de que los verdaderos ‘hijos del pueblo’, como los llamó Pasolini, estaban en el otro lado, eran el blanco de su estúpida locura».