'Esta República del sufrimiento': la guerra más mortífera de los Estados Unidos
La especialista Drew Gilpin Faust, de la Universidad de Harvard, ahonda en las causas y efectos de la muerte en la contienda civil que desangró a los Estados Unidos de América entre 1861 y 1865
Posiblemente El bueno, el feo y el malo (Sergio Leone, 1966) sea una de las mejores películas que jamás se hayan rodado. Bajo una capa de apariencia naíf como es el subgénero cinematográfico del spaghetti western, Sergio Leone esconde una oda antibelicista que retrata los horrores de una guerra civil, además, y dicho sea de paso, en un plató tan significativo como la España de los años 60. A lo largo de la película, ambientada en los Estados Unidos durante la Guerra Civil, o Guerra de Secesión (1861-1865), tienen lugar algunas escenas de una sensibilidad pasmosa que rompen el ambiente general de aventura y acción que caracteriza al género western. En una de ellas, cercana al final de la película, Rubio (Clint Eastwood), el tópico del «Hombre sin nombre» que tantas veces interpretó Eastwood, se encuentra con un soldado malherido al que se acerca, arropa con su propio abrigo, tapando así el uniforme que viste, y le da de fumar.
El soldado, muy joven, tras un par de caladas que parecen aliviar su dolor, muere. Es una escena extremadamente evocadora que obvia las diferencias de bando y se centra en el drama de la muerte, común en unionistas y confederados, en soldados y generales. Y esta es, precisamente, la cuestión que aborda la especialista de la Universidad de Harvard Drew Gilpin Faust en Esta República del sufrimiento. Morir y matar en una guerra civil (2023), que Desperta Ferro Ediciones ha publicado recientemente en castellano.
La idea del volumen es clara: el impacto causado por la muerte durante la Guerra de Secesión, y todo lo que a ella rodeaba. Es una cuestión mucho más importante de lo que podría parecer, dado que tras menos de un siglo de existencia como nación, la joven República estadounidense no se había enfrentado a una debacle de semejantes dimensiones. Por ello señala Faust en el prólogo del libro que «mediado el siglo XIX, los Estados Unidos entraron en una nueva relación con la muerte al embarcarse en una guerra civil que iba a ser más sangrienta que ningún otro conflicto de la historia estadounidense […]. La tasa de mortalidad de la Guerra Civil, es decir, su incidencia en relación al total de la población del país, fue seis veces superior a la de la Segunda Guerra Mundial. La misma tasa, el dos por ciento, aplicada a la población actual de los Estados Unidos supondría unos seis millones de víctimas mortales». Al reconsiderarlo, resulta sobrecogedor. Además, como recuerda la autora, la muerte no solo se encontraba presente en los frentes de batalla de Shiloh, Antietam o Gettysburg, sino que «la guerra también mató a civiles, pues las batallas se libraron en granjas y campos, los campamentos de los soldados propagaron enfermedades epidémicas, las guerrillas perpetraron violencia y represalias contra mujeres e incluso niños, los tumultos contra la recluta forzosa afectaron a ciudadanos inocentes y, en algunas regiones del Sur, la escasez de alimentos provocó inanición».
Desperta Ferro / 360 págs.
Esta República del sufrimiento
La estructura del libro se organiza de manera temática, no cronológica, elección muy acertada por parte de la autora, y se compone de ocho capítulos que abordan los principales aspectos de la muerte: Morir, Matar, Enterrar, Nombrar, Tomar conciencia, Creencias y dudas, Rendir cuentas, el Recuento. En el capítulo segundo, Matar, Faust muestra una de las caras más trágicas y funestas de la guerra: la venganza, a través de testimonios como la carta escrita por el soldado confederado Hugh McLees, de Carolina del Sur, en 1864 a su familia («me habría resultado muy fácil tomar un puñal y decirles […] tomad esto […] y me habría comportado de la forma que sé que un hombre magnánimo y de verdadero valor nunca debe tratar a un enemigo que está en su poder y desarmado»).
O, por ejemplo, en el cuarto capítulo, Faust muestra uno de los aspectos más duros de la contienda desde el ámbito personal y familiar, y que, de nuevo, el cinéfilo podrá encontrar con un protagonismo indiscutible en El bueno, el feo y el malo: el nombre más repetido en las tumbas de los combatientes, Unknown («Desconocido»), algo «crucial», en palabras de Walt Whitman, a partir de esta última contienda.
Las imágenes que jalonan el volumen, procedentes en su mayoría de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos o de los diarios que cubrieron la contienda (ilustraciones mayoritariamente) ilustran de manera muy certera la amena narrativa de Faust, y la sólida bibliografía en la que se apoya la obra hacen de Esta República del sufrimiento una obra de referencia sobre la Guerra de Secesión para el interesado hispanohablante. Por último, hay que alabar la perspectiva propuesta por Faust, que, manteniéndose dentro de la historia militar, ahonda en las realidades olvidadas que, sin embargo, son fundamentales para entender la guerra como fenómeno puramente humano.