'Las despedidas': sé lo que hiciste en el Burning Man

Es curioso cómo las expresiones modifican la comprensión de un mismo fenómeno. Ya nadie habla de «echar una canita al aire», un dicho con connotaciones babosas, de desfasado señor heteropatriarcal. La ‘canita al aire’ implicaba una aventura inocua para su protagonista, una infidelidad sin contexto, digamos, político-sentimental. Hoy la ‘canita al aire’ está muy mal vista; entonces, hablamos a lo sumo de ‘vivir experiencias’, ‘tener una aventura’ o, si la otra parte implicada regresa del pasado, apelamos al remember, que tiene algo de canción ligera de los Beatles.

Diego, protagonista de Las despedidas, la nueva novela corta de Jacobo Bergareche tras el éxito internacional de Los días perfectos, vivió hace 17 años, ya con novia, una ‘experiencia’ entre erótica y mística con una hippie norteamericana en el Burning Man (El lector de Hola! recordará que este es el festival en medio del desierto en el que Íñigo Onieva echó su ‘canita al aire’ antes de casarse con Tamara Falcó).

Al cabo de esos 17 años, Diego se cruza con esta hippie de ojos heterocromos en Menorca; ella tiene un hijo y él está a punto de celebrar con su mujer y sus propios cachorros la puesta de largo de su nueva casa de veraneo. El remember está servido, en doble dirección: por un lado, la rememoración del asunto, una infidelidad que en su día resultó sanadora y liberadora; por el otro, la necesidad de acercarse al cuerpo del delito, de revivir la ‘experiencia’. Por descontado, Diego transfiere todo lo deseable de la vida a esta mujer del pasado mientras abjura de su esposa Claudia y la vida normativa en la que ha caído.

En la web de Libros del Asteroide, junto con la novela de Bergareche se recomienda La uruguaya de Pedro Mairal. Tiene sentido. Ambas novelas, junto con un buen puñado de obras contemporáneas, son una relectura de la ‘canita al aire’ desde la nostalgia de lo no vivido, la multiplicidad de las posibilidades sentimentales y el escepticismo, cuando no el rechazo, a la pareja estable de antaño. Mairal popularizó una expresión que ha hecho fortuna tanto en veinteañeras ansiosas como en cincuentones en busca problemas: ‘Si no podés con la vida, probá con la vidita’. Diego, superado por la vida, se refugia por un día en la ‘vidita’, que es una cosa grata e indolora. O eso piensa.

Las despedidas abunda en los temas predilectos de Bergareche, del duelo a la infidelidad o la crisis de pareja. Con un uso muy natural del monólogo interior para la reconstrucción de aquellos días gloriosos de festival, es ésta una novela corta de lectura agradable y fácil. Entre música y champán, todo transcurre sin que te des cuenta, como debe ser una tarde en un embarcadero de Menorca. Mientras, se van sucediendo las reflexiones propias de este tipo de mediana edad que, en los ojos heterocromos de Amy, la hippie perdida y hallada en verano, imagina las encrucijadas de una vida.

Para mí gusto, Las despedidas tiene varios excesos melodramáticos, giros previsibles, un protagonista totalmente vendido a la causa, y dos mujeres, la hippie y la esposa, demasiado encasilladas. Bergareche gasta una prosa ágil y correcta -se agradece-, pero no especialmente memorable. Aquí los recuerdos salen «como un grifo abierto» y los ojos se quedan «enganchados a su mirada». Cosas así. No restan pero tampoco arrebatan. En general este es un libro disfrutable, pero del que se desprende uno (y ‘uno’ soy yo) sin mayor pena. Le dice Amy a Diego : «Las despedidas tienen que ser cortas, las bienvenidas largas». Pues eso.