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Portada de «El dilema de la IA» de Rafael Gómez Pérez

Portada de «El dilema de la IA» de Rafael Gómez PérezRialp

'El dilema de la IA': ¿lobo feroz, Caperucita Roja, o simple hacha del leñador?

Rafael Gómez Pérez pretende con este ensayo sentar criterio sobre qué es la IA, para qué se usa y se usará, y cuáles son los riesgos, ventajas y desafíos éticos que implica

La llamada «inteligencia artificial» (IA) constituye un fenómeno sobre el que aún parece que estamos empezando a hablar o reflexionar. Un vistazo a algunas herramientas en Internet, a algunos trabajos o algunos vídeos, nos permite atisbar sus posibilidades. En un entorno que suele calificarse como VUCA en inglés, y VICA en castellano («volatilidad, incertidumbre, complejidad, ambigüedad»), la posibilidad de que una máquina tome decisiones de manera autónoma despierta entusiasmo en unos y pavor o recelo en otros.

Cada año, las capacidades de la IA aumentan: desde traducciones afinadas de textos hasta diseño gráfico, ilustraciones, e incluso redacción de ensayos, cuando no de bocetos de guiones. ¿Seremos dominados por máquinas y algoritmos? ¿Quién controla el algoritmo? ¿Acaso los coches conducidos por robot son más fiables que los conducidos por humanos? ¿Nos mandarán al paro las máquinas? ¿Cómo distinguir un vídeo real de otro elaborado mediante IA? Las preguntas que van surgiendo acaparan casi todos o todos los ámbitos. Con la irrupción de la máquina, ¿qué pinta el hombre en este mundo?

Este es el tema que viene a desarrollar Rafael Gómez Pérez (1935), profesor de Antropología, doctor en Filosofía y en Derecho, y autor de unas setenta obras, aparte de docena y media de traducciones y otras tantas colaboraciones en libros colectivos. Gómez Pérez opta por abordar la cuestión de forma divulgativa y en un número de páginas bastante sucinto, de manera que su extensión no abruma al lector medio, ni mucho menos. Las áreas en que se divide este ensayo son cuatro, la primera de las cuales expone cómo la IA ha aparecido en la ficción desde el siglo XIX. De forma rápida, repasa docenas de novelas y de películas en que los robots o los ordenadores adquieren un inquietante protagonismo, en especial en producciones como 2001: una odisea del espacio (1968, Stanley Kubrick), Matrix (1999, hermanos Wachowski) o Inteligencia Artificial (2001, Steven Spielberg).

Portada de «El dilema de la IA» de Rafael Gómez Pérez

rialp / 130 págs.

El dilema de la IA

Rafael Gómez Pérez

La segunda parte del libro aclara conceptos y nociones —reivindica la memoria como elemento que permite y amplía la inteligencia, tal como demuestran hoy las máquinas y el fracaso de los programas de estudios—, y nos sitúa en el momento actual de desarrollo, pero también advierte de lo que está al caer: «El ChatGPT y los que seguirán», «El futuro de la IA» son los nombres de los epígrafes que finalizan este capítulo. En este punto, señala el autor que la ciencia ficción puede hacerse realidad —idea que se repite a lo largo del libro—, y que cabe la posibilidad de que lleguemos a un mundo en el que los robots acometerán gran parte de las tareas, y nos hallaremos en una sociedad muy automatizada.

Sin embargo, un suficiente número de trabajos y de responsabilidades continuará recayendo sobre los humanos, como los relativos a sanidad o educación. Lo cual linda con el tercer apartado del libro, referente, sobre todo, a la ética —ética en el diseño, en el manejo y en la intención con que se programa una IA. Es un capítulo en el que Gómez Pérez comenta una de las tesis de esta obra: la IA no es buena, ni mala, sino una herramienta, y por tanto será su uso concreto lo que resulte conforme a la ética o contrario a la moral. Aquí aparecen muchos puntos, como el sesgo que puede haber en la recogida y análisis de datos, o el riesgo de que sólo los ricos se beneficien de esta tecnología.

El libro no pretende ser alarmista; de hecho, comienza afirmando que la IA ha arribado a nuestras vidas y ahí se va a quedar. A grandes rasgos, dice el autor, esta tecnología, al igual que todas las precedentes —el fuego, la rueda, la televisión—, traerá más efectos positivos que negativos. Pero problemas habrá, y lo que aventuraba Kubrik con el ordenador HAL puede ocurrir, pues «la IA, por superinteligente que haya sido concebida, no deja de ser una creación humana … el ser humano, ya de por sí, es capaz de las locuras más insólitas». Por eso, en su cuarto capítulo («La batalla institucional por la seguridad y la privacidad») y en las conclusiones, incide en la diferencia entre lo natural y lo artificial, lo perenne y lo nuevo, y el compromiso ético.

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