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Portada de «Tiza y pancarta» de Carlos Mayor Oreja

Portada de «Tiza y pancarta» de Carlos Mayor OrejaAlmuzara

'Tiza y pancarta': reencuentro con el adolescente vasco que vivió la Transición

Carlos Mayor Oreja recrea el ambiente escolar marcado por el nacionalismo vasco, el terrorismo, la muerte de Franco y los cambios que, a raíz del Concilio Vaticano II, pululan en los colegios religiosos

Hace unas semanas, Jaime Mayor Oreja comentaba hasta qué punto el terrorismo de hace medio siglo determinó el rumbo de la Transición y del orden constitucional, sobre todo en lo referente a las dimensiones de que dispondría el nacionalismo dentro del Estado. Y es que, en unos tiempos en que la historia más o menos reciente y la memoria colectiva la dictamina el gobierno por decreto ley, conviene acudir a los testimonios y recuerdos frescos tal como quedaron estampados en el papel hace décadas. Y eso, en cierta manera, es lo que subyace en esta novela que escribe Carlos Mayor Oreja (San Sebastián, 1961), que dirigió cuatro Consejerías de la Comunidad de Madrid entre 1995 y 2003, fue director general de la Fundación Universitaria San Pablo CEU (2004-2007), además de ocupar cargos relevantes en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y en el Consejo Social de la Universidad Complutense de Madrid.

Sus factores personales se proyectan de manera evidente en esta novela —incluyendo su mirada docente—, que podría también calificarse de novela ensayística, o de reportaje (ficcionado) sobre un periodo crucial de nuestra historia. Porque la trama de este libro se desarrolla entre la muerte de Franco (noviembre de 1975) y la celebración del referéndum que aprobó la Ley para la Reforma Política (15 de diciembre de 1976). Aquella ley determinaba el paso de un parlamento monocameral a otro bicameral (Congreso y Senado), cuyos miembros ya no eran elegidos por el complejo sistema franquista —sólo un tercio por sufragio universal, al cual no tenían acceso los solteros—, sino por un sistema de lista de partidos o coaliciones —hasta la fecha, no había listas, sino candidaturas personales. La diferencia entre lo aprobado en diciembre de 1976 y nuestros días estriba en que entonces el rey designaba por su cuenta a un tercio de los senadores.

Esta novela es la narración en primera persona —con un estilo sencillo y fácil de leer, con mucho diálogo, sin ninguna incursión retórica, sin digresiones psicológicas, sin cambios de ritmo para gozarse en adjetivos y descripciones— de una persona que, en 1975, tiene unos sesenta años. Es decir, la edad que hoy tiene el autor. Por aquel entonces, Carlos Mayor Oreja era un quinceañero que iba anotando sus impresiones del momento en un cuaderno; y ese es el origen del texto que aquí se desarrolla. Hay, por tanto, un diálogo o un reencuentro implícito entre el Mayor Oreja de hoy con el adolescente de 1975. Porque no es esta una obra de profusa investigación —de hecho, el lector avezado localizará algunos puntos de desarrollo parco, como el referido al enrevesado sistema de elecciones municipales que estuvo en vigor durante el franquismo, o como la alusión a la discriminación del euskera bajo aquel régimen—; esta es una obra en la que el peso principal descansa sobre las memorias personales. Y aquí radica su valor: nos traslada al ambiente, a la atmósfera, a los olores y sensaciones del alma que se vivían en esa época. Y esta recuperación de aquella atmósfera nos puede permitir hoy entender mejor —sine ira et studio— las carencias o errores que se pudieron cometer entonces y cuyas consecuencias son ahora tan patentes.

Portada de «Tiza y pancarta» de Carlos Mayor Oreja

almuzara / 400 págs.

Tiza y pancarta

Carlos Mayor Oreja

El protagonista es un profesor que, sobre todo entre Madrid y San Sebastián —pero también posándose en Mallorca, Méjico y Alemania—, traba relación con los jóvenes que estudian BUP y COU en un colegio religioso —donde los cambios del Concilio son notorios. Jóvenes con ganas por aprender euskera y lucir ikurriñas. Son los años de ETA, de Montejurra, de Aránzazu, de fútbol y del payaso Fofó. Años en que el protagonista aún recuerda las vejaciones padecidas, por ser falangista, en el San Sebastián dominado por las fuerzas del Frente Popular y el PNV. Pero años de confianza en la labor reformista del gobierno, y de tolerancia hacia las nuevas generaciones y una España diferente. Años en que la escuela es, en palabras de Mayor Oreja, «el mejor test de lo que pasa en la sociedad».

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