'El corazón de las tinieblas', el descenso de Joseph Conrad al lado oscuro del alma humana
Cátedra presenta la que probablemente sea la edición definitiva en lengua castellana de la gran novela del escritor polaco
Pocos autores han descrito el lado oscuro del alma humana como Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas. La novela, considerada por algunos como una simple historia de aventuras, es, en realidad, un tratado filosófico pesimista sobre los errores –y horrores– en los que puede caer la civilización.
En El corazón de las tinieblas lo importante no es la acción de la historia, sino el retrato interior de los personajes y, en especial, de los dos protagonistas: Marlow y Kurtz.
Cátedra. 256 páginas
El corazón de las tinieblas
El argumento, de hecho, es muy simple. A bordo de la Nellie, un pequeño velero anclado en la desembocadura de un Támesis tenebroso, un grupo de pasajeros espera a que cambie la marea para poder hacerse a la mar.
La noche cae y uno de sus pasajeros, Marlow, narra a sus compañeros su experiencia navegando por el río Congo para encontrarse con Kurtz, un traficante de marfil al servicio de la compañía colonial belga.
A modo de alter ego del propio Conrad, Marlow describe las vicisitudes que vivió tras su llegada al Congo, la ominosa esclavitud a la que las autoridades coloniales someten a la población indígena, cómo saquean sus recursos y la naturaleza de su misión.
Marlow debía remontar el río Congo –esa «inmensa serpiente desenroscada»– a lo largo de 1.600 kilómetros hasta llegar a la estación comercial dirigida por Kurtz, la más avanzada de la colonia.
Kurtz, el mejor activo de la compañía colonial belga, ha dejado de comunicarse con sus superiores y de enviar los cargamentos de marfil correspondientes. Según informes, se ha vuelto loco y se ha convertido en el jefe de una tribu de caníbales, que lo adoran como a un dios.
La travesía de Marlow por el río Congo es un descenso a los infiernos con ecos de Dante y Virgilio
Marlow debe hacerse cargo de un vapor fluvial destartalado y rescatar a Kurtz. Sin embargo, su misión no empieza con buen pie: nada más llegar se entera de que su predecesor murió asesinado por los indígenas. Al mismo tiempo, descubre que su vapor yace en el fondo del río con un gran boquete en el casco.
Cuando logra repararlo, emprende su viaje al corazón de las tinieblas, al corazón de Kurtz, acompañado del director de la estación comercial central y de un grupo de voraces traficantes de marfil a los que, irónicamente, denomina «peregrinos».
El corazón de las tinieblas es un recorrido introspectivo que, paulatinamente, se va sumergiendo en las profundidades de una selva oscura y sombría que se presenta como el reflejo de la oscuridad interior de Kurtz.
En gran medida, se trata de una novela autobiográfica, ya que en su etapa de marino Conrad realizó esta misma ruta y muchos de los hechos descritos los protagonizó y vivió él mismo.
Enfrentarse a El corazón de las tinieblas implica enfrentarse a una lectura compleja donde la trama avanza únicamente con cuatro pinceladas argumentales, mientras que el grueso de la narración lo constituyen largas disertaciones de ambiguo significado que sumergen al lector en las espesas brumas que emanan de las aguas del río Congo.
Durante la travesía de Marlow por el río la expedición se enfrenta a un enemigo fantasma, la tribu de un Kurtz que permanece en casi toda la novela como un personaje mitológico del que todo el mundo habla pero que no termina de presentarse en la historia, hasta el punto de dudar de su existencia.
La tribu está ahí, se escuchan sus tambores rituales, sus gritos de guerra, Marlow y sus compañeros sufren sus ataques con flechas desde la selva e incluso un miembro de la tripulación muere ensartado por una lanza. Pero los miembros de la tribu no aparecen nunca.
Únicamente son capaces de ver en alguna ocasión un rostro terrible entre la foresta, un cuerpo desnudo que se esconde, pero se describen más como visiones fantasmagóricas, tal vez una alucinación fruto de la atmósfera onírica que los rodea, que como un contacto real con los adoradores de Kurtz.
La travesía es un descenso a los infiernos –de hecho, Conrad toma numerosas referencias de la Divina Comedia de Dante o del Hades de la Eneida de Virgilio– de modo que «remontar aquel río era regresar a los más tempranos orígenes del mundo».
Kurtz proclama su horror como un Adán que muerde el fruto prohibido del árbol de la ciencia y contempla la realidad en su totalidad
Las últimas palabras de Kurtz antes de morir –«¡El horror! ¡El horror!»–, descritas por Marlow como un grito susurrado, han hecho correr ríos de tinta.
Ese fragmento es quizás el más difícil de interpretar de la novela. Se ha sugerido que podría referirse a los horrores del colonialismo europeo, del «asesinato a gran escala y cometido a ciegas» por los belgas en el Congo. O que Kurtz gritaba su culpa por los crímenes en los que había participado.
Esas interpretaciones, sin embargo, no se corresponden con la naturaleza del resto de la novela. Es probable que Conrad no se haya quedado en la superficie de la denuncia de crímenes físicos, sino que esté reflexionando sobre un horror interior.
En sus últimos instantes de vida, Kurtz –un personaje que en muchos aspectos responde al modelo de superhombre propuesto por Nietzsche– ha sido capaz de percibir la totalidad de su alma.
Kurtz proclama su horror como un Adán que muerde el fruto prohibido del árbol de la ciencia y que es capaz de entrar en contacto con la realidad en su totalidad tras abrir esas puertas de la percepción de las que hablaba William Blake y contemplar el infinito tal cual es.
Las descripciones que nos presentan a Kurtz como un ser irreal, «una voz» sin corporeidad, subrayan esa idea.
En la presente edición de Cátedra, una edición especial con motivo de los 50 años de la editorial, se ofrece la novela en tapa dura, con una cubierta que atina al mostrar en una imagen la naturaleza onírica de la narración, y una extensa introducción que ayuda a contextualizar y a entender el complejo texto de Conrad.
Sin duda pretende ser la edición definitiva en lengua castellana de El corazón de las tinieblas y, probablemente, lo haya conseguido.