Una respuesta integradora a la falaz costumbre de distinguir entre cuerpo y alma, cultura y naturaleza
Manual de antropología muy adecuado para el público general que pretenda adquirir nociones claras y con fundamento sólido; y muy útil para profesores de cualquier rama de Humanidades
Suele decirse que los filósofos previos a Sócrates se preguntaban por qué cosa fuese el arkhé, vocablo que puede traducirse como «el principio constitutivo de todo». Cada cual daba una respuesta, y en un formato que solía imitar la poesía. Por eso, siglos después un latino escribió en hexámetros una de las obras de pensamiento más llamativas: De rerum natura. En ella, Lucrecio recogía ideas presocráticas junto con otras posteriores; las mezclaba con tino y les añadía un poco de aderezo personal. De igual modo, suele decirse que el autor más relevante en la historia de la filosofía es Sócrates. Su carácter ágrafo y su trágico –y puede que idealizado– final permiten encumbrarlo más de lo debido y situarlo en un contexto deliberadamente nebuloso. Pero, en todo caso, lo que importa de Sócrates es haber introducido un nuevo punto de vista: qué cosa sea el hombre. Además de la pregunta acerca del arkhé, la pregunta acerca del hombre ha sido, hasta la fecha, el otro gran vórtice de la observación, indagación o especulación filosófica. A pesar de que la Modernidad –con sus Descartes, Hume, Kant, Marx o Nietzsche– ha pretendido ser original y, por momentos, rupturista –y a fe que lo ha logrado, y con creces–, a fin de cuentas, no ha hecho sino repetir los topoi de los antiguos pensadores helénicos. Todo el narcisismo de algunos filósofos modernos, y todo su escepticismo en torno a cómo conocemos y qué cosa sean el bien y el mal, no son otra cosa sino nuevas formulaciones de lo que unos griegos, bebiendo vino con agua y comiendo pan con olivas, bosquejaron hace muchos, muchos siglos. Un hippie no deja de ser un Diógenes el Cínico que acude a la marihuana para remedar sus ocurrencias.
Rialp (2024). 450 páginas
Qué es un ser humano
Aranguren –que vive en la Modernidad tardía con todo el gozo que su salud le permite– se basa en la tradición, sin un ápice de servilismo. Y procura responder a esa pregunta de Sócrates. Porque, preguntándonos qué es el hombre, también nos preguntamos acerca de cómo podemos vivir, cómo debemos comportarnos, y, aún más, si cabe la suerte de ser felices y si, tras esta vida, hay una pervivencia de algún tipo. En este libro de Aranguren hay una evidente y reiterada huella de Aristóteles y de Aquino, pero no se trata de una obra que los compendie. Ni mucho menos. Aranguren se sirve de ellos, y de muchos más, y los matiza y contradice cuando le parece conveniente y necesario. Lleva tres décadas dando clase en la universidad, de manera que ha tenido que replantearse todo varias veces, en especial esas distinciones del sistema hilemórfico. Porque una de sus preocupaciones es la más que probable falacia del dualismo.
La Modernidad –y también Platón, a su modo– nos han acostumbrado al dualismo. El hombre ¿es cuerpo o alma, o un combinado de las dos cosas? La sociedad y el individuo ¿se hallan en conflicto, lo mismo que Dios y el hombre, las apetencias y la moral, la felicidad y la razón…? Los ejemplos abundan. Y Aranguren, en este libro, los niega. Porque entiende que el ser humano es el bebé y el niño, el adolescente y el joven, el adulto y el provecto anciano. ¿Somos entendimiento, carne, voluntad, emociones, espíritu? Todo, a la vez. Pero formulado en unos términos que nos muestran a un Aranguren poco intelectualoide y muy fácil de entender, muy próximo y nada banal. Muy riguroso y nada exquisito. Nos habla con humor, pero no resulta chistoso. Añade ejemplos cotidianos, pero también ciencia sesuda y contrastada. A lo largo de cinco apartados, divididos en veinticinco capítulos, este bilbaíno nacido y criado en Madrid –los de Bilbao nacen donde les da la gana–, Aranguren nos habla de integración; somos animales, pero no somos como los animales –nuestro mundo es inmenso; el de los animales es muy limitado–; somos naturaleza, pero también cultura –somos olores, genética y, a la vez, gastronomía–; aspiramos a la trascendencia, pero nuestro día a día es de una inmanencia palmaria. Somos historia. Somos memoria. Somos futuro. Un libro, en resumen, delicioso para el público general que pretenda adquirir nociones claras, con fundamento sólido; y muy útil para profesores de cualquier rama de Humanidades.