Cristian Fulaș, escritor exadicto: «El alcohol es lo que nos está matando en Europa»
Es uno de los escritores más prolíficos de Rumanía y acaba de presentar en Madrid su primera obra traducida al español 'apadrinado' por Manuel Vilas
Agarrado a su vapeador como si le fuera la vida en ello Cristian Fulaș (Caracal, Rumanía, 1978) relata ante dos decenas de personas cómo el alcohol y otras drogas lo empujaron a vivir en la calle durante un tiempo. Lleva quince años sobrio de toda sustancia, pero a pesar de todo hay días en los que se despierta y piensa en tomarse algo. La escritura se convirtió para él en un refugio, en una adicción con la que pudo sustituir las demás. De esta forma ha logrado publicar siete novelas en ocho años, además de traducir al rumano —entre otras cosas— En busca del tiempo perdido, la gran obra de Proust.
Es probable que la mayoría de quienes se encontraban en la Librería Sin Tarima –sita en el Madrid de los Austrias– estuviesen sobrecogidos ante lo que contaba Fulaș. También es probable que la mayoría hubiese ido a ver a Manuel Vilas. Sin embargo el autor de Barbastro se limitó a hablar de La vergüenza (Automática Editorial) –traducida en 2023 al castellano desde su publicación en 2015–; una obra que Fulaș escribió en clave autobiográfica como terapia donde cuenta la historia de un adicto que deja de consumir. Una novela que Vilas simula haber apadrinado y que le ha parecido «excelente».
Minutos antes de que arranque ese diálogo entre literatos en esta librería de Madrid, Cristian Fulaș me dedica unos minutos y me responde a unas cuantas preguntas. Difícil acostumbrarse a las pocas palabras de los del este y más difícil es hacerles hablar de lo que no quieren. Él mismo trató de esconderse hace nueve años cuando publicó este libro que para él, aunque no para nosotros, ya es agua pasada.
—¿La vergüenza, que es el título de la novela, de quién es o quién siente esa vergüenza?
—Traté de escribir un libro que no fuese sobre mí, sino que cogí diferentes historias de otros adictos y las junté. Así que La vergüenza es la combinación de todas esas historias, pero no exactamente de mi experiencia personal. Terminé la novela y parecía muy autobiográfica, pero no es así. Yo era un adicto, pero no es la historia de mi vida.
—¿Dirías que la adicción al alcohol es un problema social?
—El alcohol es lo que nos está matando en Europa. Cierra el libro y lo verás todo. No sé... si bebes todos los días tienes un problema y la mayoría de la gente bebe todos los días. Así que ahí tienes el problema.
Por suerte, cuando eres un adicto no tienes tiempo para verteAutor de La vergüenza
—Sí, pienso lo mismo. Hoy en día parece que te pasa algo cuando pides algo sin alcohol y la gente te pregunta.
—Conmigo ya se rindieron. Lo preguntaron casi un millón de veces y ya se dieron por vencidos. Solo me miran como si fuese una víctima o algo, pero ya no lo dicen, se callan.
—Es inevitable que al leer La vergüenza no recuerdes a autores como William S. Burroughs, autor de Yonqui. ¿Pensaste en él, por ejemplo, al escribirla?
—Pensé en Burroughs, pero más bien en El Almuerzo desnudo, no en Yonqui, que no merece demasiado la pena. Pero sí, por supuesto, Burroughs es una referencia para todos los que escriben sobre la bebida.
—En el libro das a entender que el adicto, aunque el aspecto sea otro, se ve bien siempre ante el espejo, ¿cómo se puede llegar a eso?
—Por suerte cuando eres un adicto no tienes tiempo para verte, así que todo está bien. Te sientes bien contigo mismo mientras te drogas y estás borracho. Eres perfecto. Y en el momento que se te pasa el efecto te emborrachas de nuevo. Es muy difícil parar.
—¿Por qué crees que es más fácil salir de una adicción en Occidente? Lo dices en el libro...
Es algo que sé porque yo estaba en una clínica en Rumanía financiada por Alemania y otros países escandinavos en los que todo esto de la rehabilitación se vive más fácil que en Rumanía, donde ser un borracho es una vergüenza. Uno no quiere ser un borracho a los ojos del mundo y trata de ocultarlo, por eso creo que es más fácil en Occidente. No sé, quizá porque la gente es más fría. Quiero decir, que en la mayor parte de Europa no se preocupan tanto por la gente que les rodea.
—No solo escribes, también eres traductor. Estás trabajando en una nueva traducción de Proust, de En busca del tiempo perdido. ¿Cómo es traducir a un escritor como Proust?
—Ya está terminada. Es difícil en las primeras 200 páginas, te quieres morir. Y luego lo realmente difícil es que no puedes terminar el libro. Son 4.000 páginas y sigue, y sigue, y sigue, y nunca se termina. Y sólo quieres terminar y olvidarte de Proust. Eso es todo lo quieres, no volver a oír hablar de él.
—¿En Rumanía pasa como en España?, que según la traducción cambia el título. Creo que es de la saga de la que he visto más diversidad de títulos por tomo. Un amor de Swan, El camino de Swan, Por el camino de Swan...
—Sí, sí, pasa lo mismo, todas las versiones son diferentes.
Cuando terminas de traducir a Proust no quieres volver a oír hablar de él
—¿A qué escritor español te gustaría traducir?
–Me gustaría traducir a Julio Cortázar, pero por suerte para mí, no entiendo ni papa de español.
—Pero Cortázar no es español, no nació en España...
–Pero escribe en español –de fondo, su editora, Alicia, le comenta que es mejor no decir eso en Latinoamérica, pero él insiste–. Espero que sepan que hablan español (ríe).
—No sé si te molestará esta pregunta, pero para mí tiene cierto interés. Tenías once años cuando ejecutaron a Ceaușescu –el comunista Nicolae Ceaușescu fue dictador de la República Socialista de Rumanía desde 1967 hasta su ejecución en 1989–, ¿cómo fue aquella época? ¿Ha cambiado algo en Rumanía?
—Casi como ayer, pero pasará igual en España. La dictadura no se termina el día que muere el dictador. Rumanía está cambiando, pero muy muy lentamente. Quizá necesitemos tres o cuatro generaciones para superarlo. Quizá los niños que nacen ahora no sepan lo que fue, pero nosotros lo sabemos todo. La política no ha cambiado mucho, las sociedades siguen igual. Vivimos mejor pero el pensamiento de la sociedad es el mismo, no puedes cambiarlo en 30 años, necesitas más tiempo.
La vergüenza fue el primer libro de una trilogía que Fulas nunca terminó de escribir. Hay una segunda parte, pero no un final; no quiere cerrar el círculo. «No quiero escribir la tercera parte, porque entonces, si la gente me pregunta de qué va el libro tendría que decirle de cómo me muero».
Cristian Fulaș y Manuel Vilas
Manuel Vilas tiene ciertos lazos con Rumanía desde que sus novelas empezaron a traducirse al rumano, concretamente Ordesa y Alegría. Es por ello que el Centro Cultural Rumano, en colaboración con Editorial Automática, organizaron este diálogo literario entre ambos escritores. Vilas ha confesado que La vergüenza es «una excelente novela» y que «hay que conseguir que se hable más de ella y de su autor». Cree que, a pesar de lo que la gente cree, estamos ante «un libro honesto, pero no duro».