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Ferrocarril en Brazaville

Ferrocarril en BrazavilleOscar Rasson

Transitar la frontera del periodismo y la literatura

Aldekoa nos trae un viaje por el África más desconocida, haciendo una reflexión sobre la universalidad de los clásicos

«Más de 500 kilómetros de incertidumbre». Así describe Xavier Aldekoa la inmensa travesía que vivió cuando se propuso recorrer el río Congo desde su nacimiento hasta su desembocadura. Un viaje largo en el que sumergirse en la otredad y la incógnita del país homónimo, en la verdad de su pobreza extrema, en sus diferentes culturas y creencias.

Portada Quijote en el Congo

Península (2023). 352 Páginas

Quijote en el Congo

Xavier Aldekoa

Tras más de dos décadas como corresponsal en África, Aldekoa se siente tan profundamente atraído por el misterio de ese río que decide enfundar toda su vida en una modesta mochila y lanzarse a la aventura. Recoge esta suerte de Odisea en su crónica Quijote en el Congo. Y este título no es casual, pues su compañero de viaje durante aquellos meses fue una edición del Quijote de Cervantes. Una decisión muy acertada dado lo quijotesco de su impulso por realizar este viaje.

Aldekoa se disfraza de Kapuscinski durante 350 páginas, en las que va haciendo una radiografía de las gentes, los lugares, la historia y las costumbres congoleñas. Igual que el periodista polaco tuvo a su Heródoto, para Aldekoa es Cervantes quien sirve de guía y consuelo. La maravilla de llevar un libro siempre encima para conversar en los ratos muertos o refugiarse en los momentos difíciles se convierte, además, en una forma de conectar con la realidad en la que se sumerge.

Durante su viaje, cuando le veían hundiendo la nariz en semejante tomo, le temían y lo acusaban de ser un brujo, pues solo alguien relacionado con las artes oscuras podría comprender un libro así. Pero, ya superado el miedo inicial, le inquirían por las aventuras de don Quijote, opinaban sobre su valentía y su locura, y, al igual que todos los buenos lectores, se veían de cierta forma reflejados en sus aventuras.

«Don Quijote es valiente. Él realmente piensa que tiene que enfrentarse a gigantes, a un ejército entero o a un caballero real y no duda: se lanza en solitario a luchar contra ellos. Eso no es imaginación, eso es real», le dirá Jephet, uno de sus compañeros de viaje. La función universal de la literatura, de ser un tratado de las pasiones humanas y espejo de cada uno, está más presente que nunca en este relato que transporta al lector por la África más profunda e inhóspita.

Y es que Aldekoa establece una narración que baila en el filo entre la literatura y el periodismo. No nos referimos exclusivamente a las constantes referencias a la obra de Cervantes, sino a la forma novelada de su aventura, que echa por tierra las convenciones del estilo periodístico. Como buen profesional, ejerce su función de testigo, pero la adorna con hermosas metáforas sobre el río, que es a la vez camino y fuente de vida para sus habitantes. Al sucumbir al estilo literario, el Congo que nos narra, así como sus gentes y sus anécdotas, tienen colores más vibrantes, más ciertos, más reales. Así, sentimos el miedo del autor al toparse con grupos rebeldes, la desesperación de los viajeros por embarcar en el Mampeza, o el alivio de, por fin, llegar a su desembocadura.

La responsabilidad del periodista no es solo la de contar hechos, sino la de transmitir, de la forma más veraz posible, realidades. Aldekoa trenza esa realidad con pinceladas literarias, con recursos propios de la novela, e incluso con referencias a grandes clásicos. Su viaje por el Congo, que partía de la necesidad de descubrir aquello que es ignoto, acerca al lector a esa realidad de una forma cercana, expresiva, y que se centra en los detalles de sus gentes y lugares. La responsabilidad del periodista aquí se funde con su habilidad para dotar este relato de estilo literario, y de encontrar lo universal en las realidades que encuentra.

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