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12 de septiembre de 2024

Aquilino Cayuela, autor de la novela Der Sandmann 1936

Aquilino Cayuela, autor de la novela Der Sandmann 1936

Aquilino Cayuela, escritor: «A todos en España nos ha marcado la Guerra Civil»

El autor de la novela policíaca Der Sandmann 1936 afirma que hay un revisionismo con un empeño político en falsificar la historia

El hombre de arena (Der Sandmann), de E.T.A. Hoffmann es un clásico de la literatura alemana y un hito de la literatura gótica o de terror, a la altura de otros clásicos como Frankenstein de Mary Shelley, Drácula de Bram Stoker, o los cuentos de Edgar Allan Poe.

El profesor universitario, escritor y colaborador de El Debate, Aquilino Cayuela, coge el argumento de este clásico y lo transforma y reinterpreta para construir una novela policíaca en el contexto de la Guerra Civil española en Valencia.

Der Sandmann 1936 parte de una serie de brutales asesinatos el día que estalla la guerra que, en apariencia, no tienen vínculo entre sí. La novela ganó el Premio Blasco Ibáñez de narrativa en castellano en el año 2008 y vuelve a las librerías ahora reeditado por Homo Legens.

Su trama y estilo recuerdan a clásicos de la literatura negra de Raymond Chandler o Dashiell Hammett pero interpretados con el prisma de nuestros clásicos españoles de la literatura picaresca del Siglo de Oro.

La prosa de Cayuela es ágil, contundente y clásica, y construye un vínculo –alejado de la ideología y del rencor– que conecta el trauma de la Guerra Civil con la España de hoy.

La Guerra Civil parece el «tema estrella» de escritores y cineastas españoles. ¿Estamos ante el gran trauma que nos caracteriza como nación en este momento?

—De alguna manera de una forma más o menos directa a todos en España nos ha marcado la Guerra Civil. En mi caso mis padres la vivieron en su adolescencia (pues soy el hijo pequeño de padres mayores) a mis abuelos les cogió de lleno. En la ficción literaria y cinematográfica ha sido un tema recurrente, de algún modo lo que para una época en el cine norteamericano fue la guerra de Vietnam. Aquí, además, se desarrolló un revisionismo por parte de los perdedores de aquella contienda que anulase la visión de aquellos que ganaron la guerra y de la España que salió de todo aquel drama. En la actualidad hay un empeño político en falsificar la historia en una sola dirección y sin ningún equilibrio.

Háblenos del libro. Valencia, Guerra Civil, un tiroteo en un hotel y unos brutales asesinatos... Un curioso cóctel explosivo que tal vez el lector no se espera. ¿Cuál es la finalidad de la novela?

—La idea inicial era desarrollar una trama de novela negra. Un buen detective trata de desentrañar unos crímenes en medio de un ambiente extremadamente enrarecido. En los clásicos norteamericanos lo que tensa la atmósfera es un entorno de corrupción (policial, por ejemplo). Aquí la tensión añadida es el escenario de un policía que se enfrenta a unos crímenes terribles y le estalla una guerra civil, acompañada de una revolución sangrienta que lo altera todo.

Sorprende el cameo de Corto Maltés. De hecho, su biografía oficiosa señala que el personaje de Hugo Pratt moriría en nuestra Guerra Civil. ¿Puede explicar cómo llega el cínico marino a las páginas de su novela?

—Efectivamente Corto Maltés, uno de mis principales héroes, muere o desaparece en la guerra civil española, posiblemente en la batalla del Ebro. En medio de sus aventuras y viajes cabía la posibilidad de que hubiese traficado con armas antes del estallido de la contienda española y, en ese hueco, metía Rasputín a él en la historia. Hay una segunda parte de esta novela, aún inédita, donde el Maltés vuelve a aparecer en compañía de Hemingway, Iliá Ehrenburg y otros escritores reales y personajes de ficción que participaron en la guerra civil.

En todo caso el comic, del que soy un gran amante, traspasa la historia y el lenguaje de este libro.

Otro elemento llamativo del libro es el lenguaje que emplea el protagonista Luis Gonzaga, casi cervantino. ¿Cómo construye al personaje?

—Realmente Luis, uno de sus protagonista y principal narrador es un pícaro clásico, cuenta su historia y su formación junto al detective Gantín de la misma forma que el Lazarillo, Rinconete, Cortadillo o el Buscón. La novela picaresca que da pie más tarde a la novela de formación alemana es la matriz fundamental de esta obra. El personaje de Luis Gonzaga Mellado del Corso está creado en estos términos y creo que como todos aquellos muchachos de los clásicos españoles se hace de querer por el lector.

Der Sandmann 1936 es muy cinematográfica. ¿Le gustaría verla adaptada al celuloide?

—Las críticas y las valoraciones del jurado, cuando la novela ganó en 2008 el Premio Blasco Ibáñez de narrativa en castellano, destacaron el valor cinematográfico de muchas de sus escenas y momentos. Muchos lectores han valorado esto, sobre todo en su trepidante desenlace final. Soy gran amante del cine y cuando escribo imagino muchas cosas cinematográficamente.

Por supuesto que me encantaría verla adaptada al cine, creo que da perfectamente la talla para eso.

Hablemos de la Guerra Civil. ¿Existe un modo de afrontarla que no sea maniquea y, en particular, sin cojear siempre del «pie zurdo»?

—Este relato trata de afrontar la guerra de forma no maniquea. Su protagonista está preso tras la guerra por haber sido policía republicano. El muchacho que la cuenta es un chico de la calle. Cierto que lo que se cuenta, aun lo increíble, está basado en una exhaustiva documentación histórica (por ejemplo, hubo reuniones de la Komintern en España en momentos previos al estallido de la guerra). Mis autores de referencia han sido republicanos como Chaves Nogales o Arturo Barea. Creo que es importante contar lo que pasó sin presiones políticas.

España no participó en ninguna de las contiendas mundiales. ¿La Guerra Civil sería nuestra Guerra Mundial?

—Por suerte no entramos en la Segunda Gran Guerra, por desgracia tuvimos nuestra propia guerra civil que preludió la guerra mundial y que, de algún modo, fue su campo de pruebas, tanto ideológicas, como militares. A tu pregunta respondo que «sí», la guerra civil fue nuestra Gran Guerra.

Y, ahora, hablemos de literatura: ¿Qué hace falta para enganchar a un lector?

—Creo que contar una buena historia, pero con intensidad narrativa y con personajes capaces de emocionar. Siendo principalmente una trama policiaca también es necesario mantener el suspense capítulo a capítulo. En este caso además se busca enganchar la lectura con distintos niveles de narración.

¿Cómo ve el panorama literario actual? ¿Hay sitio para la buena literatura en tiempos de Blackwater?

—Yo me siento muy perdido en el mundo de la literatura actual. Añoro esos escritores de antes, quizás por idealismo, de la generación de Cela o Caballero Bonald (a ambos los conocí muy de pasada) o de cuando el Boom hispanoamericano que no requerían de tanto mercadeo de sí mismos. Ahora las cosas son estrictamente comerciales y hay que estar en las redes sociales y en los medios y buscar allí el beneplácito continuamente. Aparte que predomina el efecto y la construcción artificial de tramas a una labor de mayores pretensiones literarias.

¿Quiénes son sus referentes literarios?

—Algo hemos ido hablando ya. Principalmente los clásicos, desde Cervantes, Quevedo, la picaresca en general; la novela fantástica y de terror (el propio Hoffmann y su terrorífico «Hombre de Arena»); el folletín decimonónico y la novela policiaca a lo Wilkie Collins o Edgar Allan Poe. También la novela negra clásica como Raymond Chandler o Dashiell Hammett. Escritores del propio periodo narrado, donde destacan Francisco Ayala, Barea o Chaves Nogales. Otros como Cela o Eduardo Mendoza. Hay además guiños comics de Hugo Pratt o de Vittorio Giardino. En fin, hay toda una mixtura de géneros y autores.

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