‘Matar un ruiseñor’: el valor de la perspectiva
Un clásico del cine con una novela detrás aún mejor. Un libro que presenta un héroe humanísimo y lleno de valores
Es muy difícil hablar de esta novela sin despojarnos del imaginario de la versión cinematográfica que se rodó dos años después de su publicación y que asoció perennemente en nuestra memoria a un Atticus Finch con la cara de Gregory Peck y a una «Scout» con la de la joven y pizpireta Mary Badham. A pesar de lo conmovedora y memorable que puede ser la película, recomiendo encarecidamente la lectura del libro original, más si cabe a los que disfrutaron de la versión fílmica.
Harper Collins (2017). 360 Páginas
Matar a un ruiseñor
Puestos a comparar ambas versiones, ver la película es como mirar un rato por una ventana a ese mundo gótico-sureño de familias decadentes, antiguos esclavos y niños asalvajados pero felices. Leer el libro, en cambio, es como vivir una temporada larga en ese mundo. La intensidad puede que sea similar, pero la extensión es muchísimo mayor. Al leer el libro, vamos a convivir durante años con la familia Finch, conocer a muchos vecinos que apenas salen del segundo plano en la película y contemplar, con mucho más detalle, el conflicto racista que vertebra el libro. Y no solo... sino que descubriremos también que hay un segundo tema, apenas sugerido en la película, y es la educación afectiva e intelectual de la protagonista.
«Scout» Finch en realidad se llama Jean Louise, pero ese nombre afrancesado y femenino no le encaja a esa niña de ocho años, trasunto de la propia Harper, que odia los vestidos porque no le dejan jugar libremente, que se pega con todos los niños y que tiene que disimular en la escuela que sabe leer porque a la profesora le parece mal que lo haya aprendido en casa. La llegada de su tía Alexandra, obsesionada por hacer de ella una señorita del sur, acentuará aún más el conflicto de la niña con una comunidad que ataca a su padre por defender a un hombre negro acusado de violar a una muchacha.
Muchos ya sabemos el desenlace de la historia, y quien no lo conozca tiene la envidiable oportunidad de conocerla por sí mismo. Creo que lo más rescatable del libro es la frase: «uno nunca realmente entiende a una persona hasta que considera las cosas desde su punto de vista», que transmite tanto la cosmovisión de Atticus como la propia historia relatada. El abogado no solamente expresa la misma idea en diferentes momentos de la novela, sino que la aplica a la hora de enfrentarse a la reacción del pueblo cuando lo denominan «amante de negros», por defender como abogado de oficio a Tom Robinson, o en el momento que intenta entender la acusación falsa de los Ewell. Incluso, y ahí los padres me van a entender, cuando mantiene el temple tras las amenazas de Bob Ewell sobre él y como ya sabemos, sobre sus hijos. Atticus se convierte en un ejemplo de hombre juicioso en una novela que es muy jurídica.
Pero la importancia del punto de vista no solo aparece encarnada en Atticus, la propia estructura narrativa es también un ejemplo de cómo el punto de vista altera nuestra visión. El narrador es Scout, y a pesar de las dureza, crueldad y violencia de los acontecimientos, la vemos desde los ojos de una niña de ocho años que cuenta esos años desde la distancia pero manteniendo la perspectiva infantil, lo que endulza una historia demasiado adulta. Esto hace que muchas veces Matar a un ruiseñor se considere un libro para adolescentes, y no está mal que lo lean, pero sería una pena que personas adultas se alejaran de su lectura por considerarlo demasiado sencillo.
Un último detalle de este libro está en el título, pues como tantos otros se tradujeron erróneamente desde el origen y el tiempo los ha hecho inamovibles. El pájaro a que hace referencia el título, y símbolo de toda la trama por su inocencia, es un Mockingbird, un ave que vive en toda América y que no tiene nada que ver con el europeo ruiseñor, más allá del bello canto. Su nombre español, tan antiguo como el náhuatl del que procede, es sinsonte.
La prácticamente única novela de Harper Lee es uno de los libros más memorables, emocionantes y bellos que se pueden leer si no se conoce o se disfrutó con la película, o incluso releer si se leyó de adolescente y se perdió la historia profunda que describe.